Adolescencia
Apenas habla.
Durante la infancia, los niños se comunican abiertamente con sus padres, les cuentan qué han hecho en el colegio, si se han enfadado con algún amigo o si han metido algún gol mientras jugaba en el recreo. Hablan con naturalidad de su día a día mientras van descubriendo el mundo y la realidad que les rodea de la mano del adulto.
Con la llegada de la adolescencia todo cambia. Aquel niño alegre, expresivo y comunicativo desaparece y se vuelve un extraño para sus padres. Empieza una época de cambios físicos y emocionales en los que van descubriendo su identidad personal. Comienzan a preocuparse por si mismos, descubren su propia sexualidad, dan mucha importancia a su grupo de amigos y, sobre todo, intentan romper con la autoridad que les es impuesta.
Es entonces cuando el silencio se adueña del hogar. Empezamos a pensar que se ha vuelto bicho raro. “Ahora mi hijo no habla. No consigo conectar con él, no se comunica con nadie. Me gustaría saber cómo se siente y en qué piensa, pero es imposible”, comenta Alicia Azcárate, madre de un adolescente. ¿Es algo común o solo le pasa a mi hijo? La respuesta es sencilla: todos los adolescentes pasan por lo mismo y esta situación no durará toda la vida.
Fase de su desarrollo
Alejarse de los padres es una fase normal y necesaria en el desarrollo del niño. La adolescencia es una etapa complicada para toda la familia en la que el común denominador, en la mayoría de los casos, es la falta de comunicación con nuestros hijos. Es una época de búsqueda constante de referencias que conformen su personalidad y que le ayuden a encontrar respuestas a su eterna pregunta, ¿quién soy yo? Quieren conocer su yo más íntimo y para ello necesitan aislarse del mundo. Así descubren la importancia de pertenecer a un grupo con el que compartir gustos y aficiones, comienzan a pensar sobre determinadas ideas y descubren su valores como personas. Y es aquí donde comienzan a distanciarse de los padres. Sin embargo, y aunque parezca todo lo contrario, necesitan su propio espacio pero también el apoyo constante de sus padres.
¿Qué les preocupa?
Es difícil apoyar y ayudar a nuestros hijos cuando no sabemos qué les está pasando. Queremos hablar con ellos y se molestan y contestan con desaire o, directamente no contestan y se encierran en su cuarto.
Nuestros hijos son un reflejo de nosotros mismos. Y, precisamente porque nos conocen, tienen miedo a nuestras reacciones porque saben de antemano cual va a ser nuestro comportamiento ante sus sentimientos (repetir siempre lo mismo, sermonear o enfadarnos). Conocen las consecuencias de aquello que nos vayan a contar y, por eso, prefieren cerrarse en banda y no abrir ninguna puerta a la conversación. Los padres, como adultos que somos, debemos reconocer nuestros errores. Todos nos equivocamos, y los adolescentes también. Aparecen las primeras rupturas sentimentales, los compañeros comparten secretos y se cuentan cosas que piensan que sus padres no van a entender nunca. Pasan mucho tiempo dándole vueltas a sus pensamientos y sentimientos, y es ahí debemos jugar nuestras cartas: comprenderles, empatizar con ellos y pensar cómo éramos y actuábamos nosotros con su edad. Debemos escucharles atentamente mostrando interés en lo que nos cuentan e intentar comprenderlo poniéndonos en su lugar y contándoles cosas de cuando nosotros éramos adolescentes. Es importante que sepan que pueden hablar con nosotros con libertad sin temor a ser juzgados ni castigados por sus opiniones. No hay nada peor que perder su confianza, por eso debemos mantener siempre en privado todo lo que nos cuentan sin comentarlo con nadie más, pues eso les avergonzaría.
En muchas otras ocasiones ni siquiera quieren verbalizar lo que piensan porque al hablar del problema vuelven a llevarlo a su mente y lo que quieren es olvidar todo aquello que les hace daño. Podemos preguntarles si podemos hacer algo para que se sientan mejor, pero si la respuesta es negativa debemos actuar pensando que todo es pasajero y que nuestro hijo se va a sentir mejor pronto.
Miedo a la decepción
Muchos adolescentes sienten miedo. Y no es miedo al fracaso. Es miedo a decepcionar a sus padres y que estos no acepten sus ideas o critiquen y juzguen sus actos. Pero también tienen miedo al rechazo entre sus iguales. Tienen una
Debemos practicar siempre con nuestros hijos la escucha activa
necesidad interior de ser aceptados y en ocasiones basan el concepto que tienen de sí mismos en la opinión de los demás. Y ese rechazo, aunque no lo notemos, les duele porque no tienen conformada su personalidad.
Estar y acompañar a nuestro hijo en todo este proceso es fundamental. No significa que vayan a hablar con nosotros, pero si deben ser conscientes de que estamos ahí para lo que necesiten y que respetamos sus opiniones.
Lo que nos dicen sin hablar
El adolescente nos dice muchas cosas, lo que pasa es que no sabemos interpretar correctamente lo que nos está queriendo decir a través de los canales no verbales. Según Susana Fuster, periodista experta en comportamiento no verbal, “los adolescentes no verbalizan lo que sienten pero transmiten muchas cosas”. La comunicación eficaz abarca mucho más que el habla. “Aprender a descifrar su comportamiento no verbal —continúa— nos ayudará a saber cómo se sienten realmente sin tener la necesidad de preguntárselo porque no todo aquello que el adolescente expresa sin palabras lo hace de forma consciente con la intención de comunicarse con nosotros. La clave está en ser pacientes. Todo llega y cuando pase esta etapa serán capaces de hablar y verbalizar sus sentimientos.
Los adolescentes no quieren decepcionar a sus padres