Ser Padres

Leer juntos

- Cristina Enríquez

No había nadie en Jakaranda que no hubiera oído hablar de Coco, un temible cocodrilo del Nilo, famoso por su mal genio y su manía de asustar a todo el mundo. Cada día, algún papá despistado, mamá atareada o niño intrépido, se llevaba un buen susto cuando, sin previo aviso, Coco abría sus fauces llenas de dientes y soltaba un terrorífic­o ¡Argggrrrrr­rrrrrrrrr! Tal era el miedo que provocaba que a la mayoría de las familias se les quitaban las ganas de volver. Estaréis pensando que los cocodrilo no rugen y es verdad, no lo hacen, solo emiten un extraño sonido (parecido al de las gárgaras que hace papá con agua y limón, cuando está malo de la garganta) que no asustaría ni a una mosca. Pero Coco dominaba el arte del rugido porque se había pasado muchos años ensayando.

Un día llegó al parque un león, Regio, que venía del África subsaharia­na. El felino presumía de tener carácter, de ser el rey de la selva, pero pronto se dio cuenta de que allí quien mandaba era el antipático cocodrilo.

-“Es que Coco vive enfadado y es un poco rencoroso porque de pequeño tuvo un accidente y perdió una pata””. Esto lo dijo, casi sin mover un músculo, Pa-Tan, un oso panda bonachón y amable que estaba comiendo bambú tranquilam­ente a pocos metros de Regio. Mientras el león y el panda se conocían, Coco ya estaba maquinando otra maldad. Había encontrado una nueva víctima, una niña que paseaba cerca del lago.

-“¡A por ella”, se dijo. Pero algo falló. De su garganta salió su famoso aterrador rugido, pero la niña ni se inmutó. ¿Cómo era posible? Coco acumuló todo su enfado (y no era poco) para crear un sonido cien mil millones de veces más terrorífic­o, pero nada. La niña le miró, sí, pero con una sonrisa de oreja a oreja y sin asustarse en absoluto. Nadie había sido tan valiente nunca, pensó el enorme reptil. Lo que él no sabía es que la pequeña, que se llamaba Ana, era sorda. No podía oír nada desde que era un bebé.

Ana se quedó mirándolo y, al ver que le faltaba una patita, sintió pena por el animal y comprendió que el gesto de enfado de sus ojos se debía a eso. Ana que era alegre y divertida, no dudó en gritar con una sonrisa:

-“No te preocupes, tus amigos te van a querer igual, a mí me quieren y no puedo oír”. “Mi mamá dice que hay que dejarse querer. ¡Déjate querer!”, añadió convencida. - ”Qué niña más agradable -dijo Coco- me gustaría tener tan buen carácter. Si no me faltara esta patita...”.

-”A mí no me importa que te falte porque eres fuerte y decidido, y a mí me gusta la gente fuerte y decidida”, dijo Regio, desde el otro lado del lago.

-”Y yo prefiero que no la tengas -afirmó Pan-Pan- así te mueves más despacio y a mí me gusta la gente que se mueve muuuuuy despacito”.

Fue justo entonces cuando Coco se dio cuenta de que podía tener amigos y ser mucho más feliz de lo que había sido. Decididame­nte, podía ser un cocodrilo alegre aunque le hubieran pasado cosas malas en la vida. Ana siguió yendo a verle hasta que ella misma fue mamá. Y cada día que se veían, él le regalaba a ella un rugido de felicidad y ella a él una sonrisa. Los dos sabían que por muy fuerte que sea la pena que llevamos dentro, no debemos apartarnos de los amigos.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain