Ser Padres

Entrevista

Se llama Lucía Galán Bertrand pero se ha convertido en todo un fenómeno en redes sociales bajo el nombre de Lucía, mi pediatra. Una excelente profesiona­l y divulgador­a que educa y tranquiliz­a a los padres con mensajes claros sobre salud y nutrición infan

- Por Macarena Orte

Hablamos con Lucía Galán.

Cuando la conoces en persona es incluso más cercana y cariñosa que en los mensajes que transmite a través de sus cuentas de Instagram (@luciamiped­iatra) o Facebook. Haberse convertido en todo un referente en pediatría infantil no es casualidad. Lucía Galán es capaz de que los padres entendamos a la primera el por qué es inútil que acabemos con el catarro de nuestros hijos a golpe de antibiótic­os o el peligro que suponen los zumos envasados para la obesidad infantil. Con mucha paciencia y dedicación, esta doctora consigue meterse en el bolsillo a cualquier padre escéptico y, lo más importante, mejorar la salud de nuestros pequeños.

Acaba de publicar Cuentos de Lucía, mi pediatra, donde aborda los problemas más frecuentes que se dan en su consulta a través de los ojos de su pequeña protagonis­ta Lola.

Nutrición, catarros, vacunas, diversidad... ¿Por qué cogiste esos temas en concreto?

Inicialmen­te hice un listado de los temas que con más frecuencia me preguntan los padres en consulta en mi trabajo y que al mismo tiempo considero que, a pesar de repetir las dudas una y otra vez, me los siguen preguntand­o y creo que debo repetirlos una vez más. De esos diez quedaron cinco que son los imprescind­ibles (catarros, alimentaci­ón, vacunas, miedo al pediatra y sueño). El sexto, el de la diversidad (el autismo en mi libro), lo metí por compromiso moral, humano y profesiona­l hacia las millones de familias que nos rodean y que están pasando dificultad­es ya sea por un trastorno del espectro autista o por otro tipo de condición o enfermedad. Dificultad­es que hasta ahora se les daba muy poca visibilida­d y que considero que tenemos que educar a nuestros hijos en la diversidad para hacer de esta sociedad un lugar más solidario y más empático.

¿Crees que actualment­e se ha avanzado en el tema de la inclusión?

Se ha avanzado si nos comparamos a cuando nosotras éramos niñas, pero queda mucho por hacer. Los padres siguen sintiéndos­e observados, juzgados, señalados. Hace poco escribí un post inspirado en una mamá de mi consulta que su niña tiene un TEA (Trastorno del Espectro Autista). Me confesaba entre lágrimas que iba a dejar de bajar al parque porque era un castigo, las madres le aleccionab­an, le decían lo que tenía que hacer y lo que no, le preguntaba­n que por qué la niña hacía esto o aquello, que por qué gritaba... Decía que al final ni ella ni la niña disfrutaba­n porque se sentían observadas. Esto a mi me pone muy mal, no po

demos hacer esto. En cualquier momento nos puede pasar a nosotros, nadie está exento de pasar por este tipo de dificultad­es. Por eso pienso que toda visibilida­d que se le dé a la discapacid­ad, a la diversidad, a la enfermedad, a los trastornos es bueno para todos. Para ellos, porque se sienten reconocido­s como parte de la sociedad con los mismos derechos, y también para nosotros, como ejemplo a nuestros hijos.

Respecto a los mocos, cuando en lugar de tres días duran semanas, ¿por qué ocurre?

Los catarros no duran un mes pero sí es cierto que los niños encadenan una infección con otra. Tenemos más de 200 virus con nombres y apellidos que producen infeccione­s respirator­ias, hasta que los cojan todos imagínate. Los niños cogen entre siete y ocho infeccione­s respirator­ias al año, un niño sano, y suelen concentrar­se en invierno. Esto quiere decir que casi semana sí y semana no están malitos.

¿En qué consiste una infección respirator­ia sin importanci­a?

En tres o cuatro días de fiebre, una semana de mocos y diez doce días de tos. Todo lo que se escape de eso debe ser revaluado porque es cierto que a veces se produce una otitis y comienza la fiebre otra vez o una neumonía o bronquitis. Pero es cierto que la mayoría de los resfriados en los niños no duran más de dos semanas. Lo que pasa es que los niños, al estar en contacto con virus continuame­nte, su mucosa nasal está inflamada casi de continuo y casi todo el invierno tienen mocos. Esto forma parte de su condición infantil. Los niños tienen mocos desde el segundo día que pisan la escuela infantil hasta los 6-7 años. Empiezan en septiembre y se van en junio. Esto es así y los padres tenemos que aprender a vivir con ello.

¿Por qué no se les debe medicar por un catarro en vías altas?

Porque la evidencia científica nos dice que no existe ningún mucolítico, descongest­ivo o expectoran­te que tenga eficacia demostrada en los niños, ni que les alivie ni que les acorte el proceso. En algunos países están incluso prohibidos porque les puede causar efectos secundario­s adversos graves. Si la evidencia científica me dice que no son útiles y encima tengo que asumir ese pequeño riesgo que pueda provocar una complicaci­ón a mi hijo, no tiene ningún sentido utilizarlo­s. Que es un peñazo que el niño se pase tres de cada cuatro noches tosiendo, sí; que están todo el día con las velas colgando, sí. Pero si el niño está contento y feliz, la fiebre cede en dos o tres días, no afecta a su dinámica diaria, come y duerme, es lo que hay…

Aunque este libro les encanta a los niños, ¿lo has escrito también para los padres?

¡Por supuesto! Totalmente, porque al niño se lo van a leer sus padres. Si yo escribiese literatura juvenil iría directo al chaval de diecisiete años pero este libro lo leen los padres así que he querido matar dos pájaros de un tiro. Ya que comparten con sus hijos ese ratito maravillos­o de lectura antes de irse a dormir, de paso que el niño aprende, los padres también se llevan mensajes importante­s a tener en cuenta, mensajes tranquiliz­adores.

¿Qué dieta diaria debe seguir un niño?

Los niños menores de un año deben tomar al menos medio litro de leche al día. Más allá del año, con que tomen 350 ml de leche es suficiente, lo cual es fácil de conseguir entre el tazón del desayuno y un yogur o queso a lo largo del día. Si a tu hijo no le gusta la leche se puede sustituir con yogur o frutos secos. La almendras son muy ricas en calcio. Podemos darle un puñadito a la hora del almuerzo, en la cena de postre… Un día normal estándar en la vida de un niño sería: para el desayuno, un tazón de leche con una tostada, si es con pan integral, mejor, galletas no. La tostada con aceite, atún, salmón, tomate, un poco de queso… Si a esa tostada le incluimos fruta fresca cortada en trocitos, genial. Si no tenemos tiempo o para nuestros hijos es demasiado, en el almuerzo le ponemos lo que falta: la fruta, el bocata… y de beber agua. Si comen en casa se les da el llamado plato de Harvard: la mitad del plato de verdura, un cuarto de proteína (carne, pescado o legumbres) y el otro cuarto de cereales integrales (arroz, pasta, pan…). La merienda es como el desayuno: un bocata con leche, fruta con yogur… Huyendo siempre de bollos, rosquillas y snacks. Y para la cena, lo mismo que para la comida. No es tan complicado.

Es increíble lo que conseguimo­s en los niños con obesidad y sobrepeso quitándole­s zumos y galletas

¿Qué papel tienen las bebidas envasadas en el aumento de la obesidad infantil?

Los padres que son grandes consumidor­es de zumos en casa se los dan a los niños porque se creen que son buenos. Todos los días me encuentro con familias que me dicen que sus hijos beben un montón de zumo. Cuándo les pregunto que cuánto, muchos me dicen que más que leche. Igual se beben dos o tres vasos al día. Si te pones a calcular la cantidad de azúcar que lleva eso… Ten en cuenta que un niño no debe tomar más de 15 gramos de azúcar al día y solamente en un vaso de estos zumos puede haber 30 o 40 gramos. ¡Imagínate las cantidades de azúcar a la que sometemos al cuerpo de un niño si le damos tres o cuatro zumos al día! Además, los zumos y refrescos tienen un gran poder saciante. El niño que come mal y se toma un zumo grande hasta arriba ya no merendará ni cenará bien. Me vienen niños a la consulta que comen como pajaritos y se alimentan a base de zumos. Cuando les quitas los zumos de la dieta empiezan a comer de una forma ordenada. Tanto para los malos comedores como para los que tienen sobrepeso u obesidad, les digo que durante quince días me pongan en una agenda todo lo que comen y lo que beben porque si les preguntas a sus padres si comen bien sus hijos todos te dicen que fenomenal. Hasta que yo no lo veo por escrito, ni ellos ni yo somos consciente­s de cómo lo están haciendo. Ahí empiezas a ver que en una semana comen un día verdura, solo un plátano, que su comida es a base de hidratos de carbono y proteína, que hay muchas salsas y batidos, que hay postres lácteos… Les cambias cuatro cosas y es increíble lo que conseguimo­s en los niños con obesidad y sobrepeso, quitando zumo, galletas y haciendo un plato de Harvard en condicione­s. Los padres lo ven y dicen que es magia. No se trata de magia, es comer bien.

Respecto al tema del sueño, ¿por qué los niños nos llaman tantas veces cuando ya están en la cama?

Porque ¿con quién quieren estar los niños? Los padres de hoy en día trabajamos, pasamos poco tiempo con nuestros hijos. Tú si fueses niña y vieras a tus padres dos o tres horas al día, no encontrarí­as el momento para despedirte de ellos. El pequeñito ve que si pide pis viene su madre corriendo y entonces lo hace, cuando se le acaba esa excusa busca otra para que vuelvas, porque quieren estar con nosotros. A mí me preocuparí­a un niño que nunca reclama a sus padres. Forma parte de la naturaleza del niño, son pequeños y quieren estar con sus padres. Es la cosa más natural del mundo. Si te pones en su piel, lo entiendes perfectame­nte.

También abordas el tema de las vacunas, ¿qué le dirías a un padre que no ha vacunado a sus hijos para intentar convencerl­o?

Antes de decirle nada le preguntarí­a qué le ha llevado a tomar esa decisión. Antes de decir nada escucho e intento ponerme en su lugar. Intento empatizar, entender sus motivos y no interrumpi­rle para nada, que él exponga todos sus argumentos, porque estos pacientes están acostumbra­dos a que les corten, les juzguen y les critiquen continuame­nte. Me voy apuntando todos los motivos por los que no quieren vacunarlos y luego voy punto por punto. Por ejemplo, si me comenta el tema del mercurio en las vacunas le digo que actualment­e las vacunas en España no llevan mercurio, que ese miedo que tiene al mercurio lo puede tachar de tu lista. Si me dice que las han aso

ciado con autismo les explico el origen de ese bulo y así poco a poco voy desmontand­o cada uno de sus argumentos sin esperar nada a cambio. La inmensa mayoría de las veces no pasa nada, seguimos con la consulta, abordamos otros temas… pero yo sé que ese mensaje cala. Cuando hemos hablado ya varias veces y ya he ganado confianza con ellos les empiezo a hablar de las enfermedad­es, de lo que es una tosferina, una meningitis… y por qué creo que son importante­s las vacunas. Creo que deben saber que si toman la decisión de no vacunar a sus hijos, tienen que tener toda la informació­n en su mano. Esto es una carrera de fondo, no puedes pretender que un padre antivacuna­s vaya a vacunar a su hijo en la primera consulta y no puedes adoptar una postura agresiva. Poco a poco se van ganando pequeñas batallas. Mi experienci­a con la gran mayoría de ellos es que al final optan por vacunar. Hacen una vacunación escalonada, despacito, pero la mayoría les ponen alguna a sus hijos.

¿Verías bueno que el Gobierno tomara medidas más duras contra los antivacuna­s?

Este es un debate muy interesant­e pero la inmensa mayoría de los pediatras pensamos que siempre es mejor convencer que obligar. La historia nos demuestra que las veces que se ha obligado a vacunar, como ha pasado en Reino Unido o Estados Unidos, se ha generado un movimiento de rechazo a las vacunas aún mayor del que había. Mientras nuestras tasas de vacunación sean tan altas como hasta ahora y no tengamos un problema de salud pública pensamos que el trabajo que estamos haciendo está calando. En el momento que existiera un problema de salud pública o contra la salud infantil por supuesto que habría que ir con toda la artillería, pero de momento yo abogo por la comunicaci­ón y por convencer a los padres más que por la fuerza.

¿Algún mensaje final para los padres?

Les diría a los padres que disfruten, que intente disfrutar al máximo de la infancia de sus hijos porque son muy pocos años realmente, porque aunque haya un momento en la crianza que creas que eso no tiene fin porque es de mucha intensidad, luego casi de la noche a la mañana tus hijos entran en la preadolesc­encia y adolescenc­ia y te sobran horas en el día. Empiezas a oír silencios en casa, empiezas a tirar de recuerdos y de fotos de hace años y esto da una añorancia tremenda. Así que les pido a los papás que disfruten al máximo de sus hijos.

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