Cerebro y embarazo
El cerebro nunca termina de formarse y todo lo que vivimos deja huella en él. En concreto, a las mamás las dota de superpoderes. ¡Descubre cuáles son!
La maternidad nos hace más inteligentes.
Muchas gestantes afirman notarse a sí mismas algo despistadas. No tienen memoria suficiente para recordar algunos detalles de su día a día. De repente su humor es muy cambiante y su razonamiento es distinto. También declaran a familiares y amigos que el nacimiento de su primer hijo las ha convertido en otra persona. Los cambios durante el embarazo no aparecen solo a nivel físico, sino que son más profundos de lo que se puede imaginar. Los científicos lo llaman pérdida de la materia gris, mientras que el resto del mundo habla del lado instintivo de las futuras mamás, que poco a poco se están preparando para el reto más trascendental de su vida: la crianza de su bebé.
Todo gira alrededor del bebé
El cerebro de las mujeres embarazadas cambia, literalmente. Un estudio publicado en la revista Nature Neuroscience mostró que la materia gris de las gestantes se reduce en áreas relacionadas con la empatía. Este corte en las conexiones neuronales de la madre optimiza determinadas funciones, como interpretar los estados mentales del hijo o anticipar posibles amenazas del entorno.
‘’Lo más básico es garantizar la supervivencia de la cría, incluso cuando esto supone la sensibilización de la salud mental de la mujer’’, responde la psicóloga Fabiola Cortés-Funes, miembro de Top Doctors. El recién nacido depende de la capacidad de la madre para proveerlo de alimentación y protección. Por eso, el cerebro de la mujer embarazada cambia potenciando determinadas habilidades útiles para la consecución de sus objetivos maternales. Las habilidades sensoriales mejoran tras el parto y ciertas áreas del cerebro aumentan para que la mujer esté más alerta. Ahora, criar a un hijo es el mayor estímulo y motivación para ella.
El cerebro multitarea
La maternidad mejora la memoria espacial y el aprendizaje. Un niño pequeño requiere una vigilancia constante y la capacidad de controlar mejor lo que ocurre a nuestro alrededor se empieza a desarrollar durante la gestación. Sin embargo, no podemos descuidar el resto de tareas, de ahí que mejore nuestra capacidad de hacer varias cosas a la vez. La rapidez aumenta a la hora de aprender y eso será de gran ayuda en un período en el que en poco tiempo se van a producir muchos cambios. El cerebro manda señales constantes de que hay que cuidar a nuestro bebé. Suena primitivo, pero cuánto antes lo hagamos más posibilidades tendrá de sobrevivir.
El cerebro antiestrés
Cualquier madre reciente es consciente del estrés que genera el concepto de que pronto se tendrá que hacer cargo no solo de uno mismo, sino de otra personita. El recién nacido necesitará comer a menudo y se despertará varias veces por la noche para reclamar nuestra atención o un cuidado extra. Varios estudios apun
La gestación reduce la materia gris de varias áreas mejorando la empatía con el hijo
tan que una madre puede perder hasta 700 horas de sueño durante el primer año de vida de su bebé. Tal pérdida de descanso sin el respaldo de un cerebro anti-estrés podría afectar negativamente a su salud y a sus capacidades diarias. Menos mal que nuestra naturaleza tiene sus mecanismos de adaptación y autovigilancia.
El cerebro social
La maternidad mejora las habilidades para el lenguaje no verbal y parece razonable que esto sea así, pues los bebés no van a ser capaces de expresarse hablando hasta pasado bastante tiempo. De hecho, pueden interpretar con mayor facilidad que sus parejas los estados mentales del hijo. Por otro lado, cuanto más ayuda se obtiene del círculo de la familia y de los amigos, menor será la carga para la madre y más amplia la fuente de cuidados para el pequeño. La sociabilidad surge como algo natural que hay que fomentar. Una madre mejor informada y conectada, tiene más posibilidades de que asegure la supervivencia de su hijo.
El cerebro sin miedo
Se observa hasta en el mundo animal. Todas las hembras se vuelven extremadamente agresivas y protectoras tras el parto. Son capaces de enfrentarse a animales mucho más grandes, ofreciéndose como señuelos para despistar al depredador. También son capaces de arriesgar su vida para encontrar alimento para sus crías y anticipar posibles amenazas en el entorno. La causa de esto está en la reducción de la amígdala, que es la responsable de las reacciones de huída-lucha.
Ser padre te cambia
Estos primeros contactos madre-hijo refuerzan el vínculo entre los dos, pero no son exclusivos de las mamás. Los papás también experimentan una modificación cerebral, aunque de distinta forma. Ellos desarrollan el cerebro social desde que perciben las patadas de su hijo o al verlo moverse en una ecografía, pero es a partir de su nacimiento cuando las neuronas que potencian la empatía se multiplican en ellos. Su vínculo con el bebé se fomenta a través del contacto físico.
Tiempo de mantener la calma
En esta etapa se pueden dar diferentes alteraciones emocionales que ponen en peligro el bienestar maternofetal. ‘’Estas alteraciones pueden dejar secuelas a largo plazo en el bebé y una de las afecciones más frecuentes es la depresión postparto’’, afirma la psicóloga. Esta puede aparecer durante la última etapa del embarazo o en el período posparto. Afecta a una de cada ocho mujeres y muchas veces puede pasar inadvertida. La experta señala que algunos de sus síntomas son: sentirse muy preocupadas por la salud del bebé, bajada brusca de peso, pasar dos o más días sin dormir y descuidar el aspecto físico. Es importante que los profesionales estén entrenados para detectarlo, ya que el riesgo siempre será mayor en personas con antecedentes depresivos u otros factores de vulnerabilidad psicológica. Así que no dejes todo a las hormonas o a lo que tu cerebro te manda durante este período. El sentido común también es de suma importancia para mantener el equilibrio.