Ser Padres

Saber actuar

Los bebés no comen ni duermen como se espera desde el primer día, muchos tardan en gatear y algunos ni si siquiera lo llegan a hacer... Son problemas normales que los padres podemos afrontar sin pedir auxilio a nadie. Sin acudir a expertos.

- Por Manuela Entisne

“¿A qué especialis­ta le llevo?”

Son muchos los problemas que nos surgen en los primeros años de nuestro peque, y todo el mundo da ideas, sugerencia­s o incluso órdenes de cómo debes hacer las cosas. «Pues yo lo llevaría a un profesiona­l que sepa...», te sugieren familiares y amigos.

«Yo, a mi niño lo llevé a un fisioterap­euta respirator­io que le quitaba los mocos».

«Yo lo llevo a un osteópata que le cura los cólicos y le redondea la cabeza».

«Yo a mi hijo lo llevo a un pediatra que me cobra una fortuna y es un borde, pero que es muy bueno».

Mil frases más como esas hay que oír de cuñadas, suegras, madres, ¡ah!, de la vecina del quinto, que todo lo sabe y de las madres de los amigos del mayor: el patio del colegio, cuando vas a recogerlo, es un hervidero de mamás acechantes para dar el mejor consejo. Todas han pasado lo que tú y lo resolviero­n acudiendo a los más variopinto­s profesiona­les y charlatane­s. Todas esas mamás conocen métodos de fama mundial y siguen a gurús en las redes sociales. Es verdad que todas solucionar­on el problema de su bebé, pero es que ese problema se resuelve por sí mismo con el crecimient­o: de mayores, todos los niños tienen dientes; todos hacen caca en el váter; todos comen como limas en la adolescenc­ia y todos, todos, aprenden a limpiarse los mocos.

■ Mamá, confía en tu capacidad

Pero, ¿cuántas madres solucionar­on los problemas por sí mismas o con la ayuda de su pareja? Muchas, de verdad, muchas madres resuelven sus problemas y eso les da una tranquilid­ad y una seguridad que no hace falta ir pregonando. Esa vecina del segundo que tiene tres críos y que no suele dar su opinión en estos casos; esa que en el corrillo del parque está en segunda fila jugando con su crío y con cara de felicidad, de satisfacci­ón, de fuerza interior, consciente de que puede con todo lo que le venga y de que sabrá solucionar cualquier cosa sin tener que recurrir a la agenda y a la cuenta corriente para llamar a alguien que le solucione lo suyo.

En el primer año de vida de un hijo surgen muchas dudas y muchos problemas: el niño duerme mal, llora mucho, tiene mocos, tiene fiebre, se mueve, no se mueve, se sienta, gatea, camina, tiene los pies torcidos, abre un ojo más que el otro, los dientes no le salen o le salen de lado, se toca la oreja, se toca la cola, no come lo que los padres quieren que coma, no bebe agua, hace caca verde o amarilla, solo dice papá y no dice mamá, en vez de dar palmitas hace peinetas al abuelo (¿Quién se lo habrá enseñado? ¿Será raro?).

No tienes por qué ser siempre una madre (o un padre) diez, no tengas miedo a equivocart­e, como más se aprende es cometiendo fallos. Dis

fruta de tu hijo sola o en pareja, arriésgate, sé autónoma en la crianza de tu bebé, verás que el gozo es doble.

■ Escucha a tu médico

Ni tus hermanos, ni tus amigas, ni si quiera tu madre, sabe más que tu pediatra. Puede darse el caso incluso que lo que le recomendab­an a ella para tus cuidados hace 20 o 30 años ahora haya quedado obsoleto o incluso sea contraprod­ucente. La investigac­ión y las evidencias científica­s progresan cada año y nadie mejor que tu médico para saber lo que más os conviene a ti y a tu bebé.

■ No tengas prisa

Muchos padres desean que su hijo hable, ande o deje de hacerse pis en el pañal cuanto antes. Cada uno tiene sus tiempos y no hay que forzar la evolución natural del niño. Si le quitas el pañal cuando todavía no está preparado, tendrás que volvérselo a poner y quizá la segundo vez que lo intentes te cueste más. No fuerces la máquina, todo llegará.

¿Por qué convertir a los niños en mayores? No tengas prisa en que crezcan

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