Mascotas e hijos ¿cuándo y cómo?
Un animal de compañía es muy bonito, puede estar de moda pero jamás debería tratarse como un juguete. Hay pautas sencillas para que tu pequeño aprenda esta lección desde muy temprano. Te contamos unos trucos para que la relación entre ellos sea excelente.
Llega un momento en el que los niños descubren a los animales de compañía y piden a sus padres si pueden acoger a una mascota en casa. Sin embargo, su inexperiencia no les permite hacerse cargo de los animales y en consecuencia la parte dura les toca siempre a los padres.
Mucho se ha escrito sobre los beneficios que supone tener a una mascota en casa para los más pequeños. Compartir la vida con un animal doméstico ayuda a los niños a desarrollar el sentido de responsabilidad, el respeto a la naturaleza, la empatía y la tolerancia. Contribuye a que sean más autónomos y sociables. En definitiva, más equilibrados. Sin embargo, siempre hay que plantear qué costes supone esta decisión y qué deberes conlleva el cuidado de un ser vivo. Es un discurso que a los hijos en edades tempranas les puede costar asimilar o entender. Los adultos han de ser conscientes de que los niños tienen sus limitaciones y que, por lo tanto, solo podrán asumir responsabilidades de forma progresiva. La decisión de acoger un animal en casa ha de ser consensuada entre todos los miembros de la familia pero en última instancia los padres son los que deben desempeñar en todo momento el rol del instruc
tor y, por supuesto, no ceder a cualquier capricho de sus hijos.
Pérdida de interés
Si lo niños se muestran menos entusiasmados tras haber transcurrido cierto tiempo con el animal en casa eso no significa que no sigan queriendo a su mascota. A menudo a los padres se les olvida que aunque insistan a sus pequeños en que asuman responsabilidades sobre el animal, los niños también están creciendo y adquiriendo otra serie de obligaciones. Lo que sí deben hacer en esta etapa es encargarse de algunas tareas y colaborar en su cuidado, pero de ninguna manera se les puede exigir que sean responsables de los animales. Al menos, no hasta que maduren. Por eso, antes de que llegue la mascota al hogar es preciso valorar el grado de madurez del niño para evitar que los padres acaben sosteniendo todo el peso. En este sentido, puede ser útil hacer unas pruebas previas con animales de compañía que no requieran tantos cuidados, como peces o incluso con plantas para ver cómo reaccionan los niños y si su deseo de tener una mascota es duradero.
¿Qué mascotas se portan mejor?
El tipo de animal que va a acoger una familia es un asunto muy importante, ya que cada mascota tiene características y exigencias muy diferentes. El gato no necesita pasear y es más independiente, pero acepta mal los cambios y los viajes. Los pájaros requieren cuidados mínimos. Los conejos se adaptan a espacios pequeños, así como los hámsters. Las tortugas tampoco son muy exigentes, siempre que tengan un hábitat adecuado. En cuanto a los perros, la mayoría se les elige por capricho y en criterios tan básicos y superficiales como su belleza o su ‘achuchabilidad’. Pero la realidad es muy distinta, ya que hay razas que no toleran tan bien a los pequeños de la casa. En general, los padres suelen escoger razas de pequeño tamaño -yorkshire o pequinés- cuando estas son justamente las que menos toleran los juegos bruscos y nerviosos de los niños.
Adopta de forma inteligente
Si has encontrado la raza adecuada y con el mantenimiento que se adapta bien a la disponibilidad de tu familia, ahora es el momento de tener en cuenta la ‘’inteligencia’’ de la mascota. Si tus niños son muy pequeños y decidís acoger un cachorro, no es la solución más sensata. El cachorro da más trabajo que un adulto y sería como si tuvieras un bebé más en la familia al que atender y educar. Quedarse con un animal ya maduro es más sencillo porque tiene unos hábitos de higiene y comportamiento ya asimilados. Y ojo con las mascotas exóticas, como reptiles o aves poco comunes: hay que estar bien informado sobre su mantenimiento y
Los adultos deben ser los que tomen la decisión de acoger una mascota y no dejarse engatusar por los pequeños
conducta habitual para anticipar posibles riesgos para la salud o seguridad del niño.
Lo siguiente, la educación
Si al final la familia procede a la adquisición de un animal de compañía, es preciso seguir unas pautas. La educación debe ir enfocada tanto a la mascota como al niño. Hay que marcar la importancia de que no deja de ser un animal al que hay que respetar como especie diferente a la nuestra. Es esencial explicar al niño que el perro, por ejemplo, experimenta dolor y siente como él. Por tanto, no tiene que ser un juguete de usar y tirar. Nuestros pequeños aprenden más rápido cuando se les establecen normas firmes. Lo ideal sería poner unas reglas consensuadas por toda la familia y que han de incluir el cumplimiento del horario de las comidas, el respeto al horario de sueño, juegos, paseos (si caben), descansos, limpieza, etc. El objetivo es que el niño sepa no solo respetar la importancia de no molestar cuando la mascota duerme, come o descansa a su aire, sino también de aprender a realizar tareas que no impliquen la presencia del animal.
Supervisión
Para minimizar el riesgo de accidentes, los niños siempre tienen que estar supervisados por un adulto durante el tiempo que pasan con el animal. Puede ocurrir en un paseo. A los niños se les puede escapar y perder el control. En el caso de los perros, muchas veces salen corriendo y de manera muy brusca frente al miedo a otro animal. Incluso cuando la mascota precede al niño en la familia y ya sabe comportarse dentro y fuera de la casa, es necesario sacarlo con una correa en sus primeros paseos con los hijos; una correa para el adulto y otra para el niño. Eso ayudará a que se responsabilicen y conciencien de lo que supone cuidar de un animal. A medida que el niño asume estas responsabilidades con éxito, se le pueden encargar más tareas de cuidados.
No está preparado si...
Hay mascotas que están de moda y -¿para qué engañarnos?- son monísimas. Una perrito que parece un peluche o un gato que es muy fotogénico. Pero si ves que el único argumento de tu hijo es la estética, mejor no cedas a su capricho. Cada especie tiene sus características físicas y mentales, por lo que ignorarlas provocará sufrimiento al animal. Tampoco es una buena excusa la de ‘’porque así el niño se calla y está contento’’. Que una mascota esté en la lista de los Reyes, no es suficiente motivo para cuidar una vida. Nunca dejes de recordarte a ti mismo o a tus hijos que los animales no son juguetes. Un balón, una muñeca, un puzzle o una tarde en el parque con otros niños son opciones más adecuadas si tu hijo se aburre y necesita entretenerse. Una mascota no es un juego.
Tener un animal en casa supone una gran dedicación y responsabilidad que solo los padres pueden valorar