Convivencia
¿Tu familia es tóxica?
Crecer en una familia tóxica se puede convertir en una fuente de estrés y sufrimiento para los niños debido al influjo negativo de los padres. Esto puede afectar notablemente a su desarrollo emocional y causarles severos daños que tal vez duren hasta la edad adulta.
Las familias tóxicas se caracterizan por mantener relaciones familiares disfuncionales basadas en la sobreprotección, el abandono, la violencia o la proyección. Sus vínculos afectivos no están bien asentados para construir un verdadero núcleo familiar sano que aporte estabilidad, felicidad y seguridad a todos los miembros de la propia familia. Laura Rojas-Marcos, psicóloga y autora del libro La familia: de relaciones tóxicas a relaciones sanas, considera que “una familia tóxica es aquella en la que la agresividad, los chantajes emocionales, las humillaciones y las faltas de respeto forman parte de la vida cotidiana”. Está ampliamente estudiado que esta disfunción en la forma de vincularse está directamente relacionada con la aparición de algunas enfermedades psicológicas y psiquiátricas, pero tratarlas es uno de los retos más duros para cualquier psicólogo porque vivimos en una cultura donde la familia es una institución cerrada y cualquier intento de terapia puede vivirse como una intromisión a su intimidad. “Todo tiene que quedar en familia”, “La familia siempre te querrá bien”, “No importa lo que pase, la familia siempre ha de estar unida”, son frases e ideas muy enraizadas en nuestra cultura.
Los niños necesitan de un núcleo familiar estable y sano que les permita desarrollarse adecuadamente. Con los padres desarrollan relaciones de apego que les ayudan a sentirse seguros, pero cuando fallan, los niños no se sienten queridos ni seguros, albergan una sensación de profundo vacío emocional, baja autoestima y miedo. Con el agravante de que todas las heridas de la infancia, nos acompañarán en la edad adulta y, en casos extremos, como en el de haber sufrido algún tipo de maltrato, las consecuencias negativas para el bienestar emocional pueden ser serias.
La manipulación en las familias tóxicas
Para que una familia sea tóxica, basta con que uno de sus miembros lo sea. La psicóloga Laura Rojas-Marcos asegura que “con que haya una sola persona en el entorno familiar que utilice estrategias perversas y dañinas, existe un componente tóxico. No obstante, depende también del resto que permitan el comportamiento agresivo. Esto nunca es aceptable”. La convivencia dentro de una familia tóxica obliga a tener que lidiar con altas dosis de presión, estrés y hasta malos tratos. Sus consecuencias son absolutamente devastadoras para sus miembros, y esto tiene consecuencias directas con la aparición de ciertas psicopatologías asociadas como trastornos mentales y conductuales.
Para los niños, la familia lo es todo, por eso resultan muy afectados cuando en la relación familiar se dan manipulaciones constantes. La manipulación es el denominador común dentro de las familias tóxicas y genera un gran sufrimiento emocional. Los niños se ven en la obligación de atender las demandas de sus padres, y en esta clase de familias abundan las demandas, y cuando no, las discusiones. El empleo del victimismo y otras técnicas permiten a los progenitores, manipular a sus hijos con tal de conseguir aquello que quieren.
Si los vínculos familiares son sólidos, los hijos se desarrollarán de un modo adecuado y emocionalmente sano. Pero, ¿cómo puede afectar a un niño/a crecer en una familia tóxica? Laura Rojas-Marcos advierte que “puede perjudicar sobre todo en el desarrollo de su autoestima, en sus habilidades sociales y en su capacidad de ser resolutivo y de afrontar la adversidad. Cuando los vínculos son tóxicos y nocivos, el niño verá afectada su autoestima, su seguridad y su madurez emocional”.
Los padres tóxicos
¿Qué tipo de padres tóxicos son los que afectan más negativamente a los niños? Según la psicóloga Laura Rojas-Marcos, “los padres agresivos y violentos, manipuladores e incoherentes”. Para conocerlos más a fondo, estos
Los niños necesitan un núcleo familiar seguro y estable para que puedan desarrollarse bien
Chantajear, dominar o ser demasiado permisivo con tu hijo puede afectar a su identidad
los perfiles más comunes de los padres tóxicos: Padres agresivos. Son los padres maltratadores y violentos que utilizan la violencia física o verbal con sus hijos. Como consecuencia, minan la seguridad y la autoestima de los menores. La solución pasa por aprender otras maneras de poner límites y de gestionar la ira o la frustración.
Padres manipuladores. Instrumentalizan a los hijos de forma consciente o inconsciente para conseguir sus deseos o solucionar sus problemas. Perjudican gravemente a los niños, que llegan a pensar que sus cosas nunca son tan importantes como las de sus padres. Evitar involucrar a los hijos en los problemas de pareja, económicos o de cualquier otra índole es fundamental.
Padres incoherentes.
Aparecen en familias cuyos miembros tienen los roles cambiados. Suelen tener problemas físicos o mentales, y convierten a los hijos en sus cuidadores, asumiendo los hijos responsabilidades que no les pertenecen. Como consecuencia, los niños se quedan sin infancia al ser forzados a madurar antes de tiempo y de adultos se convierten en dependientes emocionales, inseguros y ansiosos.
Padres con trastornos.
En ocasiones, los problemas psicológicos no tratados (depresión, ansiedad, trastornos de personalidad u otros problemas psicológicos) hacen que los padres presenten dificultades para educar a sus hijos. La responsabilidad de ser padres nos debe llevar a tratar nuestros problemas psicológicos para ser capaces de educar a nuestros hijos.
Padres permisivos.
La indiferencia en la educación envía el mensaje a los hijos de que no les importan. La falta de normas y límites y el “pasotismo” hacia ellos, hace que crezcan sin orientación, con carencia de autocontrol y sentido de la responsabilidad. Plantearnos una educación activa y un estilo democrático puede ayudar y mucho a la estabilidad emocional de toda la familia.
Padres frustrados.
Son los que proyectan que sus hijos cumplan sus anhelos de éxito. Se convierten en una fuente de insatisfacción para el niño al sentirse presionados por los deseos de sus padres. Apoyar a los hijos a conseguir sus propios logros, labrar su propia identidad y camino en la vida, les dará autonomía, autoestima y confianza en sus padres.
La profecía autocumplida, el efecto Pigmalion
A lo largo de su educación y durante toda su infancia, los niños pueden tener que convivir con cuatro tipos de situaciones muy características dentro de las familias tóxicas. La primera de ellas es una mala práctica conocida como “el efecto Pigmalion”, que una nefasta influencia en los hijos y que consiste en ponerles etiquetas. “Es vago, impulsivo o demasiado tímido…” son etiquetas que repetidas continuamente al mismo niño pueden hacer que él mismo se las crea. Aunque no le queramos dar importancia, poner una etiqueta a un hijo es una forma de contaminar su conducta porque afecta a la identidad del niño, a cómo se percibe y se valora a sí mismo. Tamson
bién se conoce como profecía autocumplida, ya que el rol o la etiqueta que los adultos le han impuesto al niño acaba convirtiéndose en una realidad.
La segunda, y no menos importante, es la falta de respeto. Sentar las bases de las relaciones familiares en el respeto es el primer paso hacia una mejor comprensión de nuestras identidades y espacios. Así, se da el caso de hijos a los que al mismo tiempo se les ha humillado y repetido hasta la saciedad que “nadie te va a querer como te queremos nosotros”, que piensan que no tienen ningún derecho a sentirse mal, puesto que todo lo que hizo su familia fue “por su bien”. Esto, en casos extremos, puede llevar a que no se denuncien situaciones de abuso o malos tratos.
La tercera de las situaciones que puede asfixiar el desarrollo sano de un niño en una familia es la sobreprotección, el mal de los padres del siglo XXI. El excesivo control vuelve a los niños inseguros y merma su confianza en sí mismos debido a que no vive las experiencias necesarias para que pueda madurar y afrontar sus propios retos. Y la última es la proyección, que obliga a los hijos a intentar lograr por todos los medios lo que sus padres no han conseguido en la vida. Cuando tratamos de presionar a un niño para que sea lo que su padre o madre desea o ellos no llegaron a ser, le llevamos a una situación de vulnerabilidad emocional, que puede mermar su autoestima y coartar el libre desarrollo de su personalidad.
Características que las definen
La familia es la organización social que debe proporcionar al niño un clima de bienestar cálido y equilibrado para que se desarrolle emocionalmente de una manera sana. Sin embargo, en las familias tóxicas esto no es así, los problemas de los padres no los resuelven los padres, y éstos tienden a implicar a los hi
La familia debe ser un lugar seguro para que el niño pueda madurar y adquirir confianza
jos. Estas son las cuatro principales características de una familia tóxica:
Obligación. En las familias tóxicas el objetivo es que los hijos satisfagan las necesidades de sus padres. Para ello, bien a través de la sobreprotección o de la agresión, se coacciona el desarrollo emocional y afectivo de los niños. Como consecuencia los hijos de padres tóxicos llegan a concebir sus necesidades vitales como poco importantes, en comparación con la de sus progenitores. No creen merecer sentirse atendidos ni queridos.
Dependencia. Garantiza que los niños busquen incondicionalmente el cuidado y el cariño de sus padres. A través de la manipulación, los padres tóxicos consiguen consolidar esta relación de dependencia. Como consecuencia los hijos de las familias tóxicas necesitan ser aceptados y valorados por sus padres como sea. Por ese motivo, dejan que les manipulen. Les afecta a su seguridad y su autoestima.
Inestabilidad emocional. Se deriva de la falta de comunicación, que hace que los problemas se vayan almacenando hasta que llega la gota que colma el vaso y hace que el último conflicto estalle como una bomba familiar, lo que desestabiliza mucho a los niños. Esas relaciones tóxicas y dañinas pueden generar en el niño una gran frustración y rabia. Como consecuencia, manifiestan una gran necesidad de expresar toda su ira. Esa misma que le genera su propia familia.
Roles fijos. Cada uno tiene su papel y campo de actuación. En este tipo relaciones de dominación, los progenitores mandan, y los niños tienen que obedecer siempre. Como consecuencia, los hijos no se sienten queridos, ni encuentran apoyo. Estas carencias afectivas tiene efectos muy graves en su bienestar psicológico y emocional.
Cómo frenar las relaciones tóxicas dentro de la familia
Las consecuencias que puede tener para el desarrollo emocional de los niños crecer en una familia tóxica son varias. Según explica la psicóloga Laura Rojas-Marcos, principalmente que “se conviertan en adultos agresivos, inseguros, narcisistas o excesivamente dependientes. A veces, pueden presentar dificultad para construir relaciones saludables y repiten los mismos patrones que sus familiares”. Frenarlo sería lo deseable, pero es muy duro y difícil romper con la familia. Se puede dejar de hablar con un amigo, romper con una pareja, pero no podemos “romper” con un padre o una madre. Precisamente, algunos de los problemas en la adolescencia se derivan de esto, y conviene empezar a tratarlos en este momento y ponerse en manos de un especialista. Como recomienda Laura Rojas-Marcos, “cuanto antes se identifique el problema, mejor. Aunque nunca es tarde para cambiar y mejorar dinámicas dañinas. Pedir ayuda a un profesional o a una persona de confianza es siempre positivo”. Además esta psicóloga asegura que “es posible superar los problemas emocionales que causa una familia tóxica y parte del proceso de superación es identificar y comprender el problema. Llamarlo por su nombre para poder resolverlo correcta y eficazmente”. De modo que aunque cuando somos pequeños no tenemos recursos para poner límites a las relaciones tóxicas familiares, siendo adultos debemos aprender cómo frenar esas relaciones que tanto daño nos han hecho o nos siguen haciendo. ¿Pero cómo hacerlo?
Con asertividad. Aprende a decir NO y razona tu respuesta. Evita ser manipulado y marca los límites. Con respeto. Utiliza un lenguaje correcto y respetuoso para hablar con tu familia y marca los límites de tu intimidad personal.
Con empatía. Aunque no logres llegar a acuerdos, ponte en lugar de los demás e intenta acercar posturas, pero no permitas que te impongan algo que no quieres hacer.
Con paciencia. Cualquier actitud impulsiva puede desequilibrar el bienestar de toda la familia. Usa la paciencia con tu familia e invítales a que ellos hagan lo mismo.
La familia es lo único que no podemos elegir en nuestra vida, nos viene impuesta, y si nos hemos criado en un hogar desestructurado, quizás partamos con desventajas y heridas que nos acompañarán siempre. Sin embargo, esa debilidad podemos convertirla en fortaleza con nuestra propia familia si evitamos caer en los mismos errores que cometieron nuestros padres.
En las familias tóxicas los padres pretenden que sus hijos solucionen sus necesidades