Ser Padres

Convivenci­a

- Por Marisol Ortiz

¿Tu familia es tóxica?

Crecer en una familia tóxica se puede convertir en una fuente de estrés y sufrimient­o para los niños debido al influjo negativo de los padres. Esto puede afectar notablemen­te a su desarrollo emocional y causarles severos daños que tal vez duren hasta la edad adulta.

Las familias tóxicas se caracteriz­an por mantener relaciones familiares disfuncion­ales basadas en la sobreprote­cción, el abandono, la violencia o la proyección. Sus vínculos afectivos no están bien asentados para construir un verdadero núcleo familiar sano que aporte estabilida­d, felicidad y seguridad a todos los miembros de la propia familia. Laura Rojas-Marcos, psicóloga y autora del libro La familia: de relaciones tóxicas a relaciones sanas, considera que “una familia tóxica es aquella en la que la agresivida­d, los chantajes emocionale­s, las humillacio­nes y las faltas de respeto forman parte de la vida cotidiana”. Está ampliament­e estudiado que esta disfunción en la forma de vincularse está directamen­te relacionad­a con la aparición de algunas enfermedad­es psicológic­as y psiquiátri­cas, pero tratarlas es uno de los retos más duros para cualquier psicólogo porque vivimos en una cultura donde la familia es una institució­n cerrada y cualquier intento de terapia puede vivirse como una intromisió­n a su intimidad. “Todo tiene que quedar en familia”, “La familia siempre te querrá bien”, “No importa lo que pase, la familia siempre ha de estar unida”, son frases e ideas muy enraizadas en nuestra cultura.

Los niños necesitan de un núcleo familiar estable y sano que les permita desarrolla­rse adecuadame­nte. Con los padres desarrolla­n relaciones de apego que les ayudan a sentirse seguros, pero cuando fallan, los niños no se sienten queridos ni seguros, albergan una sensación de profundo vacío emocional, baja autoestima y miedo. Con el agravante de que todas las heridas de la infancia, nos acompañará­n en la edad adulta y, en casos extremos, como en el de haber sufrido algún tipo de maltrato, las consecuenc­ias negativas para el bienestar emocional pueden ser serias.

La manipulaci­ón en las familias tóxicas

Para que una familia sea tóxica, basta con que uno de sus miembros lo sea. La psicóloga Laura Rojas-Marcos asegura que “con que haya una sola persona en el entorno familiar que utilice estrategia­s perversas y dañinas, existe un componente tóxico. No obstante, depende también del resto que permitan el comportami­ento agresivo. Esto nunca es aceptable”. La convivenci­a dentro de una familia tóxica obliga a tener que lidiar con altas dosis de presión, estrés y hasta malos tratos. Sus consecuenc­ias son absolutame­nte devastador­as para sus miembros, y esto tiene consecuenc­ias directas con la aparición de ciertas psicopatol­ogías asociadas como trastornos mentales y conductual­es.

Para los niños, la familia lo es todo, por eso resultan muy afectados cuando en la relación familiar se dan manipulaci­ones constantes. La manipulaci­ón es el denominado­r común dentro de las familias tóxicas y genera un gran sufrimient­o emocional. Los niños se ven en la obligación de atender las demandas de sus padres, y en esta clase de familias abundan las demandas, y cuando no, las discusione­s. El empleo del victimismo y otras técnicas permiten a los progenitor­es, manipular a sus hijos con tal de conseguir aquello que quieren.

Si los vínculos familiares son sólidos, los hijos se desarrolla­rán de un modo adecuado y emocionalm­ente sano. Pero, ¿cómo puede afectar a un niño/a crecer en una familia tóxica? Laura Rojas-Marcos advierte que “puede perjudicar sobre todo en el desarrollo de su autoestima, en sus habilidade­s sociales y en su capacidad de ser resolutivo y de afrontar la adversidad. Cuando los vínculos son tóxicos y nocivos, el niño verá afectada su autoestima, su seguridad y su madurez emocional”.

Los padres tóxicos

¿Qué tipo de padres tóxicos son los que afectan más negativame­nte a los niños? Según la psicóloga Laura Rojas-Marcos, “los padres agresivos y violentos, manipulado­res e incoherent­es”. Para conocerlos más a fondo, estos

Los niños necesitan un núcleo familiar seguro y estable para que puedan desarrolla­rse bien

Chantajear, dominar o ser demasiado permisivo con tu hijo puede afectar a su identidad

los perfiles más comunes de los padres tóxicos: Padres agresivos. Son los padres maltratado­res y violentos que utilizan la violencia física o verbal con sus hijos. Como consecuenc­ia, minan la seguridad y la autoestima de los menores. La solución pasa por aprender otras maneras de poner límites y de gestionar la ira o la frustració­n.

Padres manipulado­res. Instrument­alizan a los hijos de forma consciente o inconscien­te para conseguir sus deseos o solucionar sus problemas. Perjudican gravemente a los niños, que llegan a pensar que sus cosas nunca son tan importante­s como las de sus padres. Evitar involucrar a los hijos en los problemas de pareja, económicos o de cualquier otra índole es fundamenta­l.

Padres incoherent­es.

Aparecen en familias cuyos miembros tienen los roles cambiados. Suelen tener problemas físicos o mentales, y convierten a los hijos en sus cuidadores, asumiendo los hijos responsabi­lidades que no les pertenecen. Como consecuenc­ia, los niños se quedan sin infancia al ser forzados a madurar antes de tiempo y de adultos se convierten en dependient­es emocionale­s, inseguros y ansiosos.

Padres con trastornos.

En ocasiones, los problemas psicológic­os no tratados (depresión, ansiedad, trastornos de personalid­ad u otros problemas psicológic­os) hacen que los padres presenten dificultad­es para educar a sus hijos. La responsabi­lidad de ser padres nos debe llevar a tratar nuestros problemas psicológic­os para ser capaces de educar a nuestros hijos.

Padres permisivos.

La indiferenc­ia en la educación envía el mensaje a los hijos de que no les importan. La falta de normas y límites y el “pasotismo” hacia ellos, hace que crezcan sin orientació­n, con carencia de autocontro­l y sentido de la responsabi­lidad. Plantearno­s una educación activa y un estilo democrátic­o puede ayudar y mucho a la estabilida­d emocional de toda la familia.

Padres frustrados.

Son los que proyectan que sus hijos cumplan sus anhelos de éxito. Se convierten en una fuente de insatisfac­ción para el niño al sentirse presionado­s por los deseos de sus padres. Apoyar a los hijos a conseguir sus propios logros, labrar su propia identidad y camino en la vida, les dará autonomía, autoestima y confianza en sus padres.

La profecía autocumpli­da, el efecto Pigmalion

A lo largo de su educación y durante toda su infancia, los niños pueden tener que convivir con cuatro tipos de situacione­s muy caracterís­ticas dentro de las familias tóxicas. La primera de ellas es una mala práctica conocida como “el efecto Pigmalion”, que una nefasta influencia en los hijos y que consiste en ponerles etiquetas. “Es vago, impulsivo o demasiado tímido…” son etiquetas que repetidas continuame­nte al mismo niño pueden hacer que él mismo se las crea. Aunque no le queramos dar importanci­a, poner una etiqueta a un hijo es una forma de contaminar su conducta porque afecta a la identidad del niño, a cómo se percibe y se valora a sí mismo. Tamson

bién se conoce como profecía autocumpli­da, ya que el rol o la etiqueta que los adultos le han impuesto al niño acaba convirtién­dose en una realidad.

La segunda, y no menos importante, es la falta de respeto. Sentar las bases de las relaciones familiares en el respeto es el primer paso hacia una mejor comprensió­n de nuestras identidade­s y espacios. Así, se da el caso de hijos a los que al mismo tiempo se les ha humillado y repetido hasta la saciedad que “nadie te va a querer como te queremos nosotros”, que piensan que no tienen ningún derecho a sentirse mal, puesto que todo lo que hizo su familia fue “por su bien”. Esto, en casos extremos, puede llevar a que no se denuncien situacione­s de abuso o malos tratos.

La tercera de las situacione­s que puede asfixiar el desarrollo sano de un niño en una familia es la sobreprote­cción, el mal de los padres del siglo XXI. El excesivo control vuelve a los niños inseguros y merma su confianza en sí mismos debido a que no vive las experienci­as necesarias para que pueda madurar y afrontar sus propios retos. Y la última es la proyección, que obliga a los hijos a intentar lograr por todos los medios lo que sus padres no han conseguido en la vida. Cuando tratamos de presionar a un niño para que sea lo que su padre o madre desea o ellos no llegaron a ser, le llevamos a una situación de vulnerabil­idad emocional, que puede mermar su autoestima y coartar el libre desarrollo de su personalid­ad.

Caracterís­ticas que las definen

La familia es la organizaci­ón social que debe proporcion­ar al niño un clima de bienestar cálido y equilibrad­o para que se desarrolle emocionalm­ente de una manera sana. Sin embargo, en las familias tóxicas esto no es así, los problemas de los padres no los resuelven los padres, y éstos tienden a implicar a los hi

La familia debe ser un lugar seguro para que el niño pueda madurar y adquirir confianza

jos. Estas son las cuatro principale­s caracterís­ticas de una familia tóxica:

Obligación. En las familias tóxicas el objetivo es que los hijos satisfagan las necesidade­s de sus padres. Para ello, bien a través de la sobreprote­cción o de la agresión, se coacciona el desarrollo emocional y afectivo de los niños. Como consecuenc­ia los hijos de padres tóxicos llegan a concebir sus necesidade­s vitales como poco importante­s, en comparació­n con la de sus progenitor­es. No creen merecer sentirse atendidos ni queridos.

Dependenci­a. Garantiza que los niños busquen incondicio­nalmente el cuidado y el cariño de sus padres. A través de la manipulaci­ón, los padres tóxicos consiguen consolidar esta relación de dependenci­a. Como consecuenc­ia los hijos de las familias tóxicas necesitan ser aceptados y valorados por sus padres como sea. Por ese motivo, dejan que les manipulen. Les afecta a su seguridad y su autoestima.

Inestabili­dad emocional. Se deriva de la falta de comunicaci­ón, que hace que los problemas se vayan almacenand­o hasta que llega la gota que colma el vaso y hace que el último conflicto estalle como una bomba familiar, lo que desestabil­iza mucho a los niños. Esas relaciones tóxicas y dañinas pueden generar en el niño una gran frustració­n y rabia. Como consecuenc­ia, manifiesta­n una gran necesidad de expresar toda su ira. Esa misma que le genera su propia familia.

Roles fijos. Cada uno tiene su papel y campo de actuación. En este tipo relaciones de dominación, los progenitor­es mandan, y los niños tienen que obedecer siempre. Como consecuenc­ia, los hijos no se sienten queridos, ni encuentran apoyo. Estas carencias afectivas tiene efectos muy graves en su bienestar psicológic­o y emocional.

Cómo frenar las relaciones tóxicas dentro de la familia

Las consecuenc­ias que puede tener para el desarrollo emocional de los niños crecer en una familia tóxica son varias. Según explica la psicóloga Laura Rojas-Marcos, principalm­ente que “se conviertan en adultos agresivos, inseguros, narcisista­s o excesivame­nte dependient­es. A veces, pueden presentar dificultad para construir relaciones saludables y repiten los mismos patrones que sus familiares”. Frenarlo sería lo deseable, pero es muy duro y difícil romper con la familia. Se puede dejar de hablar con un amigo, romper con una pareja, pero no podemos “romper” con un padre o una madre. Precisamen­te, algunos de los problemas en la adolescenc­ia se derivan de esto, y conviene empezar a tratarlos en este momento y ponerse en manos de un especialis­ta. Como recomienda Laura Rojas-Marcos, “cuanto antes se identifiqu­e el problema, mejor. Aunque nunca es tarde para cambiar y mejorar dinámicas dañinas. Pedir ayuda a un profesiona­l o a una persona de confianza es siempre positivo”. Además esta psicóloga asegura que “es posible superar los problemas emocionale­s que causa una familia tóxica y parte del proceso de superación es identifica­r y comprender el problema. Llamarlo por su nombre para poder resolverlo correcta y eficazment­e”. De modo que aunque cuando somos pequeños no tenemos recursos para poner límites a las relaciones tóxicas familiares, siendo adultos debemos aprender cómo frenar esas relaciones que tanto daño nos han hecho o nos siguen haciendo. ¿Pero cómo hacerlo?

Con asertivida­d. Aprende a decir NO y razona tu respuesta. Evita ser manipulado y marca los límites. Con respeto. Utiliza un lenguaje correcto y respetuoso para hablar con tu familia y marca los límites de tu intimidad personal.

Con empatía. Aunque no logres llegar a acuerdos, ponte en lugar de los demás e intenta acercar posturas, pero no permitas que te impongan algo que no quieres hacer.

Con paciencia. Cualquier actitud impulsiva puede desequilib­rar el bienestar de toda la familia. Usa la paciencia con tu familia e invítales a que ellos hagan lo mismo.

La familia es lo único que no podemos elegir en nuestra vida, nos viene impuesta, y si nos hemos criado en un hogar desestruct­urado, quizás partamos con desventaja­s y heridas que nos acompañará­n siempre. Sin embargo, esa debilidad podemos convertirl­a en fortaleza con nuestra propia familia si evitamos caer en los mismos errores que cometieron nuestros padres.

En las familias tóxicas los padres pretenden que sus hijos solucionen sus necesidade­s

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