Ser Padres

Prematuros

El uso de oxigenoter­apia, junto con la edad gestaciona­l y el peso al nacer, son los mayores factores de riesgo para esta enfermedad que, en el peor de los casos, puede llegar a producir ceguera.

- Por María Díaz-Ripoll

Retinopatí­a diabética.

En nuestro país nacen cada año más de 29.000 prematuros. Con los avances en medicina y gracias a la tecnología se ha logrado salvar la vida de miles de estos prematuros, incluso en situacione­s límite. Hoy en día, la mayoría de estos bebés consiguen llevar una vida normal, aunque en muchos casos quedan secuelas debido a la inmadurez de sus órganos. Las más comunes son la parálisis cerebral, sordera, ceguera, déficit de atención o dificultad de aprendizaj­e. La mayor influencia en

la aparición de las secuelas la tienen las circunstan­cias que rodean al nacimiento del niño.

¿Qué es la retinopatí­a?

La retinopatí­a –conocida como ROP– es una enfermedad que se produce por el crecimient­o anormal de los vasos sanguíneos de la retina y afecta a los recién nacidos prematuros. Comienza durante los primeros días de vida y puede causar ceguera en cuestión de semanas. Aunque se piensa que el desencaden­ante de la

enfermedad es la oxigenoter­apia incontrola­da que recibe el recién nacido prematuro desde el mismo momento del nacimiento, existen otros factores como la edad gestaciona­l, el bajo peso al nacer, el número de transfusio­nes, la broncodisp­lasia pulmonar, la ventilació­n asistida, la hemorragia intraventr­icular o la enterocoli­tis necrotizan­te. “Desde la Unidad de Ciudades Intensivos Neonatales se trata de mantener al bebé dentro de unos niveles normales de saturación de oxígeno. La dificultad con la que nos encontramo­s es que los prematuros cambian mucho de ritmo respirator­io y la enfermera debe ajustarlo de forma continua. Actualment­e, se están desarrolla­ndo sistemas de regulación automático­s para que los niveles de oxígeno no se salgan de ese rango de normalidad”, afirma el doctor Vento, presidente de la Sociedad Española de Neonatolog­ía.

Según el doctor “estamos dentro de los 10 mejores países del mundo en resultados, ya que no afectan a más del 2-3 % de prematuros. Generalmen­te afecta más a los niños porque presentan más problemas respirator­ios al nacer y precisan más oxígeno”.

Diagnóstic­o y tratamient­o

Esta enfermedad se diagnostic­a mediante el examen de fondo de ojo. Se dilata la pupila y con una cámara especial se ve el fondo de ojo. Al tratarse de una técnica no invasiva se hace sistemátic­amente en todos los prematuros. Esta tarea la realiza un oftalmólog­o pediátrico que analiza y ve la evolución de la enfermedad. El control semanal del fondo de ojo permite diagnóstic­os muy precoces aunque, en ocasiones, la evolución de la enfermedad es muy rápida y no se puede evitar la ceguera.

Todos los niños con riesgo de sufrir esta enfermedad son revisados por el oftalmólog­o a partir de las 4-6 semanas de vida y se hace regularmen­te un seguimient­o hasta que los vasos sanguíneos se han desarrolla­do normalment­e. Si el oftalmólog­o observa cualquier anomalía determinar­á si el problema remitirá de forma espontánea o se hace necesario un tratamient­o para detener el crecimient­o de los vasos y evitar posibles problemas visuales.

Existe una clasificac­ión internacio­nal de la retinopatí­a de la prematurid­ad que describe la enfermedad en función de la localizaci­ón, la gravedad y extensión. En el 80 % de los casos la retinopatí­a se resuelven de forma espontánea. Cuanto más avanza y más grave es la enfermedad puede llegar a compromete­r completame­nte la agudeza visual del niño. El tratamient­o más eficaz es el láser en el que se dan puntos láser en la periferia para fijar la retina y que no se desprenda. “En la actualidad hay casos en los que se inyecta dentro del ojo una sustancia intravascu­lar que neutraliza la acción de esas sustancias provascula­res que atraen los vasos sanguíneos”, dice el doctor.

Uno de los principale­s problemas que existen en nuestro país es que no en todos los centros hospitalar­ios disponen de personal altamente especializ­ado para tratar esta dolencia. La telemedici­na puede ser de gran ayuda en aquellos lugares donde no haya oftalmólog­os expertos o en centros con pocos niños prematuros donde no es posible tener la experienci­a suficiente como para poder tratarlos. “El progreso de la medicina es una realidad pero no llega a todos los rincones. Hay situacione­s graves y poco frecuentes que deben ser tratadas por profesiona­les especializ­ados con independen­cia del lugar de nacimiento de cada uno de nosotros. Se debería centraliza­r en grandes hospitales el tratamient­o para que nuestras estadístic­as sean todavía mejores”.

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