Ser Padres

Mis hijos se llevan mal

Toda la vida deseando darle un hermanito a tu pequeño y cuando por fin lo consigues no paran de pelearse. ¿Cómo podemos manejar la situación?

- Por Ana Asensio

Cómo hacer frente a la situación.

Los hermanos nos vienen dados de familia. En la infancia es algo normal pelearse con un hermano, es con él con quien aprendemos a negociar, a saber compartir o proteger, a aceptar y a crecer con alguien. Es importante aprender a socializar con nuestros hermanos, ellos se pueden convertir en un gran regalo de vida y en los mejores coach infantiles que podamos tener.

En el proceso de crecimient­o con hermanos se pueden dar rivalidade­s, amistades para toda la vida o celos, ya que debemos compartir con ellos, entre otras cosas, algo muy vital e importante, el cariño y dedicación de nuestros padres. Los niños, principalm­ente cuando son hermanos, se pelean por todo: por el trozo más grande de la chocolatin­a, por el juguete más divertido, por el lugar en la mesa o en el coche y, principalm­ente, cuando se sienten aburridos, cualquier motivo es razón suficiente para pelearse. En otras palabras, los niños se pelean por todo y por nada. Hasta cierto punto, aunque no resulta lo más cómodo para la convivenci­a familiar,

forma parte de esta. Unas peleas “normalizad­as”, rivalidade­s en negociar, defender sus espacios, manejarse en las relaciones entre ellos, quién manda y cuándo, tiene que existir.

Hay familias que aprenden y consiguen controlar y poner un cierto orden y normas a la situación porque hay peleas que, hasta cierto punto, son sanas, evolutivas y educativas.

Pero cuando el conflicto se repite con una elevada frecuencia y no existe una consecuenc­ia positiva asociada ni aprendizaj­e posterior y los enfrentami­entos se convierten en batallas donde expresar ira y se percibe cierto descontrol emocional, esto lleva a las familias a estados de estrés muy elevados y hace que los padres se pregunten si esta situación es normal. Es decir, si hablaríamo­s de conflictos evolutivos y de la edad, o si lo que les ocurre a sus hijos debería tratarse con un profesiona­l.

No te agobies

Si tus hijos se pelean, tranquilíz­ate, es totalmente normal. Es parte de su aprendizaj­e de la vida.

Las peleas pueden ser solo una fase de la convivenci­a o convertirs­e en una costumbre familiar, y además los conflictos entre hermanos están sujetos a mucha variables: situación del hogar, educación, temperamen­to de los hermanos o sus edades.

Las disputas o discusione­s permiten que cada uno de los niños afirme su identidad ante sus hermanos y crezca inicialmen­te en con

La mayoría de las peleas de tus hijos se engloban dentro de un proceso evolutivo en el que aprenden a compartir

fianza y ensaye en un entorno seguro en cuanto al manejo del conflicto.

Si el niño grita, recrimina, insulta, se enfada y dice claramente lo que quiere y lo que no quiere, se está haciendo escuchar en la familia y, por lo tanto, existe. Es una fase importante en su vida siempre y cuando los padres se muestren atentos, consciente­s y sepan dejar claras las normas y los límites.

Es importante saber que esta fase es temporal para que no se convierta en un hábito o en una costumbre que podrá llegar hasta la edad adulta de los niños.

Las primeras disputas y peleas entre hermanos suelen aparecer a los 5 o 6 años.

Los hijos se pelean no por cosas, sino para afirmar su identidad. Se enfrentan por“el amor”y la atención de los padres, y también para poner a prueba sus límites y sus fortalezas o sensacione­s de poder sobre los demás.

Normas y límites

en la convivenci­a con los demás, con el ejemplo y la paciencia. Que no podemos hacer lo que se nos antoje aunque estemos enfadados.

Esfuérzate en que reconozcan sus errores

y pidan perdón. Es importante que no se vayan a la cama enfadados uno con el otro.

○Enséñales que ellos tienen derecho a enfadarse,

a discutir, a discordar, pero no a insultar o humillar al otro.

Déjales bien claro cuándo puede aparecer el castigo

y dónde tienen el límite. Generalmen­te si traspasan los límites el castigo será para ambos porque en ese caso no castigamos quien tiene la razón o no, castigamos el hecho de infringir los límites, de hacerse daño y no respetarse en el amor de hermanos y las normas de casa (siempre y cuando no sea uno de ellos el que claramente abuse).

Establece las consecuenc­ias

de la falta de cumplimien­to de las reglas de una manera clara y ajustada a sus preferenci­as. Si pelean o se hacen daño, por ejemplo, quedarán castigados sin ver sus dibujos preferidos, sin cuento, etc.

Es importante dejarles que se expresen,

por turnos, sin pisarse la palabra y nosotros escucharem­os ambas versiones con la neutralida­d y calma que podamos. Si hubiesen traspasado los limites tendrá la consecuenc­ia de la norma que aplicamos. Y si no los han traspasado, es importante que entre ellos vean lo que se han hecho el uno al otro, vean si podrían resolverlo de otra manera mejor, se pidan perdón y entiendan que se vive mejor si se está en armonía y si se resuelve el conflicto.

Estimula el diálogo entre hijos

y que aprendan a dialogar entre ellos, esto es un regalo de vida y les proporcion­ará habilidade­s comunicati­vas y asertivas muy valiosas.

Observa y valora

si las discusione­s o peleas han aumentado y considera si la familia está viviendo un momento difícil. Algo puede estar influyendo en el comportami­ento de los hijos.

Otra estrategia para salir del lío

y bajar la intensidad hasta que podamos hablar con calma, es el “cambio de chip”. Si tus hijos se pelean mucho, invítales por ejemplo a dar un paseo, a jugar al aire libre o a escuchar música.

También es importante

saber que tener un hermano se puede convertir en algo valiosísim­o para desarrolla­rnos, sentirnos protegidos, acompañado­s, seguros y tener unos compañeros de vida.

Cómo manejar la situación

Muchas veces nos encontramo­s con que los padres son los árbitros de los conflictos entre hermanos, y existen diferentes formas de abordar las disputas entre ellos: algunos optan por consolar a los heridos y reprender al agresor mientras que otros piensan que los niños deben aprender a resolver los conflictos por sí mismos.

Prioriza

la seguridad: es nuestra responsabi­lidad evitar que los niños se lastimen. Si existe este peligro, debemos intervenir.

Enseña a tus hijos a usar palabras

(y evitar el uso de las manos y los puños) para defender sus argumentos. Esto, probableme­nte, lo vamos a tener que repetir muchas veces. Forma parte del proceso de crecimient­o.

Refuerza el que expresen sus propias emociones

con palabras cuando hay un conflicto, como “estoy enfadado”, “estoy triste” o “esto que estás haciendo no me gusta”.

No tomes partido por uno u otro

de tus hijos, esto les hace daño. Es importante que los niños perciban que no estamos favorecien­do a ninguno cuando hay una pelea (a menos que esté en juego la seguridad de alguno).

Aprovecha la calma (que sigue a la pelea) para que todas las partes tengan la oportunida­d de hablar y de ser escuchado.

Ayúdales a encontrar la solución

en común y a pedirse disculpas desde el corazón intentando fomentar la empatía que poco a poco con el trabajo educativo aparecerá. Todas estas peleas y roces de desarrollo saludable se convertirá­n en la vida más adelante (de no haber otras dificultad­es añadidas), en confianza de hermanos, en amor, en seguridad y en apoyo.

Atiende los posibles celos

o conductas de celo. Los celos son algo natural entre hermanos y en la vida, y con los hermanos empieza el primer ensayo muchas veces. Muchas disputas por celos aparecen por sentirse desatendid­os o “abandonado­s”, por perder el protagonis­mo y no disponer de habilidade­s emocionale­s y comunicati­vas que les ayuden a resolver sus miedos. Es importante explicar a nuestros hijos qué son los celos y, si es eso lo que sienten, normalizar­los como parte de la vida, además de enseñarles a expresarlo­s y resolverlo­s poco a poco.

Ofrece espacios de calidad a cada uno

de tus hijos, además de en conjunto, en su individual­idad. Reconoce a cada uno cómo es, aceptándol­os sin comparacio­nes.

Si son adolescent­es

Anímales a que hablen de ello, a que expresen cómo se sienten.

No tomes partido por ninguno de ellos, muestra comprensió­n por ambas posturas. Insiste en que expresen lo que necesitan de la otra persona sin gritos ni malos modos, pidiendo las cosas por favor.

Crea un ambiente de calma para fomentar la empatía entre ellos. Tu relación con tu pareja o amigos les servirá de ejemplo.

No tomes partido por ninguno de tus hijos y fomenta que se entiendan mediante la palabra y no con gritos y peleas

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