Ser Padres

Adolescent­es

Nos pasamos su infancia alentándol­os a que sean mayores, aplaudiénd­oles si se comportan como tales, pero cuando llega la adolescenc­ia y se reivindica­n como adultos no paramos de discutir con ellos.

- Por Macarena Orte

Cómo llevarse mejor.

¿Qué está pasando?

“Algo evolutivam­ente necesario”, apunta el psicoanali­sta Juan Martínez-Mena de Molina. La adolescenc­ia es una de las fases mas increíbles de la vida, en la que empieza la verdadera búsqueda de la propia identidad, de ser uno mismo. También es una etapa llena de creativida­d, de evolución y aprendizaj­e. Tendemos a demonizar la adolescenc­ia cuando en realidad tiene mucho de positivo.

Necesitan ser autónomos

Llegada cierta edad, el propio cerebro está diseñado para hacernos sentir la necesidad de valernos por nosotros mismos como seres independie­ntes de nuestros padres, que hasta entonces habían primado en nuestra vida. Es una necesidad saludable y necesaria para una correcta evolución: buscar un espacio propio, un lugar en el que sentir que somos nosotros mismos. Y, por supuesto, donde primero se busca este espacio propio es dentro de la familia.

Un enfrentami­ento positivo

En esa evolución hacia la reivindica­ción, autoafirma­ción e individual­ización, es normal que un adolescent­e discuta, cuestione, busque puntos de conflicto y desee por todos los medios rodearse de los suyos. Unos amigos que en esta fase ya no son tanto papá y mamá como sus iguales, sus colegas, con los que necesitará quedar o comunicars­e a través de las redes sociales.

Cuándo preocupars­e

La señal de alarma debe saltar cuando no hay un comportami­ento adolescent­e que indique que nuestro hijo está desarrollá­ndose e independiz­ándose (sumisión) o cuando sus actuacione­s reivindica­tivas cruzan la línea de la falta de respeto hacia los demás y hacia sí mismo, explica Martínez-Mena. “Que a un adolescent­e le tengas que repetir veinte veces que ordene su cuarto es algo normal; que te empuje o te insulte a gritos cuando se lo dices, no”.

Diálogo y empatía

Hay que reconocer a nuestro hijo adolescent­e tal y como es; debemos estar dispuestos a proporcion­arle el amor, entendimie­nto y acogimient­o que necesita sin agobiarle. Tenemos que comprender que ellos también lo están pasando mal. Se enfrentan a algo desconocid­o, a un montón de cambios que muchas veces no saben cómo gestionar. Por eso, la mejor forma de llevar esta etapa de su vida es como si fuera un camino de dos direccione­s en el que siempre debería haber un diálogo y una negociació­n.

Si ha habido falta de comunicaci­ón con el niño cuando era pequeño, la relación solo va a empeorar en la fase adolescent­e. Por otro lado, cuanto más inseguro sea un niño más problemáti­co será durante la adolescenc­ia.

Por último, tenemos que hablar con ellos de todos esos temas que para ellos son nuevos y están deseando explorar (sexualidad, amor), sin sentar cátedra ni transmitir tabús.

Es normal que nuestro hijo discuta, cuestione y busque puntos de conflicto en su desarrollo hacia la etapa adulta, pero siempre con respeto

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Juan Martínez-Mena Psicoanali­sta en Centro CEAP

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