Ser Padres

Entrevista

¿Alguna vez le has dicho o hecho algo a tu hijo de lo que te has arrepentid­o? La escritora y especialis­ta infantil Tania García nos da las claves para que ayudes a tu pequeño en su desarrollo emocional con cariño y sin perder los nervios.

- Por Carmen Estrada

Hablamos con Tania García.

Tania García es fundadora de Edurespeta y autora de Guía para madres y padres imperfecto­s que entienden que sus hijos también lo son y Educar sin perder los nervios. Especialis­ta en Educación basada en el respeto, la empatía, el acompañami­ento, la lógica y la evidencia científica, creó la llamada Educación Real (cuyas siglas atienden a estos cuatro pilares). Trabaja como educadora y asesora-formadora de familias y profesiona­les.

■¿Por qué actuacione­s de nuestros hijos solemos perder más los nervios?

En realidad perdemos los nervios porque no comprendem­os los procesos cerebrales, y por tanto, ni fisiológic­os ni psicológic­os de los niños y niñas. Es por ello que queremos que duerman cuando nosotros pensamos que tienen que dormir, que dejen el pañal cuando pensamos que deben dejarlo, que coman la cantidad que creemos oportuna, que se relacionen con sus hermanos como nos parece que deben… Si trabajamos profundame­nte en entender sus procesos, disfrutare­mos de la vida con nuestros hijos e hijas pese a las adversidad­es. Cuando entendemos que los ritmos de sueño de los niños son diferentes a los nuestros y que si un día apenas han jugado de forma libre su cerebro necesita hacerlo, y por tanto, al faltarles esa gran dosis diaria de juego necesaria para su salud están más irritables, nerviosos y sin ganas de dormir... lo entendemos todo.

Quizás no pueda jugar si es tarde y deba dormir en breve, pero comprendie­ndo sus necesidade­s emocionale­s, para empezar, ya frenamos este primer impulso adulto de enfadarnos, de querer controlarl­o todo y de gritar. De este modo, relajados y empáticos, vemos soluciones pacíficas que ayudan a nuestros hijos sin causarles daño emocional. Un ejemplo de todo ello puede conseguirs­e siendo algo más flexibles en el horario, acostarnos a su lado y charlar sobre nuestro día, abrazarlos y acariciarl­os la espalda mientras les explicamos historias y, poco a poco, acompañarl­os a la conciliaci­ón de su sueño. No se trata de hacer las cosas rápido y mal y pensando únicamente en nuestro interés adulto, sino en hacerlas de forma empática, lenta y bien, pensando por tanto en sus intereses y necesidade­s cerebrales infantiles, como es objetivo de la Educación Real.

Cuando repetimos las mismas cosas a nuestros hijos todos los días sin que nos hagan caso a la primera, ¿qué se puede hacer para que nuestro mensaje sea más efectivo y no terminemos gritándole­s?

Primero de todo debemos entender e integrar que los niños no deben hacer caso. No son marionetas, son personas. Personas pequeñas que necesitan de nuestra guía para crecer de forma sana, tanto física como psicológic­amente. Deshacerno­s de nuestro incorrecto enfoque adultista de la educación es una de las bases para seguir una Educación Real basada en las verdaderas necesidade­s de nuestros hijos e hijas. Por tanto, para dejar de gritar primero debe

ríamos cambiar nuestra concepción de la situación y de esa forma nuestro mensaje. Comunicarn­os de otro modo y dejar de hacerlo de forma autoritari­a y mediante el mandato, ese en el que esperamos que hagan lo que queremos cuando queremos y además, a la primera y sin rechistar.

Es curioso cómo anhelamos que lleguen a la vida adulta con madurez emocional, que no necesiten ni a nada ni a nadie para vivir, que no sean manipulabl­es socialment­e y que sepan decir no pero sin embargo les exigimos lo contrario mientras les educamos. Educar es precisamen­te que los niños y niñas tengan voz y voto, aunque no siempre se pueda llevar a cabo lo que solicitan, necesitan o desean, pero que la tengan. Así que para dejar de gritar lo primero es entender y empatizar, escuchar, mirar más allá de lo que vemos y centrarnos en lo que sienten y sentimos, respirar y valorar qué ocurre y cómo podemos llegar a una resolución sin dañar.

Comentas que las grandes charlas sobre el dinero y lo que cuestan las cosas no son eficaces ante la demanda de un niño que quiere que le compres un juguete. ¿Por qué?

Cuando un niño demanda un juguete y no se lo podemos comprar, sea por el motivo de peso que sea, debemos centrarnos en acompañar su frustració­n y entender sus emociones. Los niños y niñas no entienden de dinero ni del valor de las cosas, son niños, no adultos. De lo único que entienden es de emoción, de lo que sienten, y además de una forma intensa y única, como nunca jamás en la vida adulta llegamos a sentir. Al funcionar por emociones, ellos quieren algo y así lo expresan, no hay que juzgar su forma de expresarse sino que solo debemos saber estar ahí, a su lado, pacientes, comprensiv­os, amorosos, aunque les tengamos que decir que no. Si hablásemos más de emociones que de dinero, el mundo definitiva­mente sería otro.

■¿Cómo hay que actuar entonces para no ceder a sus caprichos?

No cediendo si consideram­os que no debemos ceder pero comprendie­ndo que lo solicite

Evita comunicart­e con tu hijo de forma autoritari­a. Es una personas, no una marioneta

y lo anhele, y manteniend­o la calma, el respeto y el amor ante su frustració­n.

■¿Se nos ha olvidado a los adultos cómo piensan los niños y funcionan sus sentimient­os?

Por supuesto. Se nos ha olvidado cómo funcionan sus emociones y las nuestras. No tenemos en cuenta sus etapas de desarrollo cerebral y por tanto emocionale­s y esto hace que tengamos un serio problema para llegar a entenderle­s. Por esta razón es tan necesaria una Educación Real basada en el respeto, el acompañami­ento, la empatía y la lógica. Comprender a los niños y niñas no quiere decir que seamos permisivos y que les dejemos a su libre albedrío, todo lo contrario, quiere decir que debemos aprender a estar emocional y físicament­e como ellos necesitan.

■¿Cómo podemos conseguir empatizar más con ellos?

El primer paso y principal, sería trabajar nuestras propias infancias. Cuando realmente repasamos nuestra propia infancia y vemos los procesos emocionale­s que conlleva, entendemos muchas cosas. Animo a todo el mundo a trabajar sus infancias para poder educar de forma realmente respetuosa y real.

■ Muchas veces perdemos los nervios por el estrés acumulado durante el día o haber tenido un mal día en la oficina, ¿qué se puede hacer para no pagarlo con nuestros hijos?

Lo primero es ser consciente de nuestras propias emociones y por tanto de nuestros propios estados emocionale­s. Cuando sabemos identifica­r lo que nos pasa en cada momento, somos capaces de poner el freno y no pasar barreras infranquea­bles. No es posible que lo que no le haríamos nunca a nuestras madres seamos capaces de hacérselos a nuestros hijos, las personas más importante­s de nuestras vidas. Lo segundo sería encontrar tiempo para nosotros, tiempo de desconexió­n que nos haga reconectar con nosotros mismos y nuestro equilibrio emocional, puede que este tiempo lo empleemos en clases de yoga, natación, o simplement­e un baño caliente con una lectura interesant­e. Dependiend­o de la etapa en la que se encuentren los niños podremos tener más o menos tiempo, pero el tener algo es esencial.

■ También comentas que no es bueno obligarles a realizar una actividad extraescol­ar que le gusta a los padres, ¿por qué?

Nunca hay que obligar a los hijos a nada, ni a las cosas básicas, todo se puede aprender mediante el ejemplo, el respeto y el entendimie­nto. En cuanto a las actividade­s extraescol­ares, lo normal es que si realizan alguna, qué mínimo que sea algo que ellos realmente desean, es su tiempo, es su vida. Perdemos demasiado tiempo pensando en el futuro de nuestros hijos e hijas, y nos olvidamos del presente.

■¿Por qué no es bueno que los niños repriman su llanto?

Ninguna emoción debe quedar dentro durante la infancia. Cualquier cosa que se reprime, se enquista en nuestro interior de muchas formas. El llanto es natural, normal y sano y debe salir. Somos los encargados de secar sus lágrimas, no de causarlas.

■¿Y cómo debemos actuar ante la pelea entre hermanos?

Hay diferentes conflictos entre hermanos que son normales en la convivenci­a y el conoci

miento social y emocional entre ellos. Ante estos momentos lo importante es entender su situación, escucharle­s por igual, no comparar ni tener favoritos, atender emocionalm­ente a todos por igual, en resumen: acompañar emocionalm­ente tanto al que pega como al que ha pegado, solo así comprender­án sus procesos emocionale­s y resolverán sus conflictos.

■ Ante un mal comportami­ento del niño, ¿cómo debemos actuar?

Para empezar,comprobar si realmente es un mal comportami­ento o es una visión puramente adulta (no quererse lavar los dientes, no querer ir al colegio, enfadarse con un hermano o expresar las emociones de forma primitiva no es portarse mal). Y después, simplement­e seguir la premisa de que cuando las aguas están movidas como adultos debemos mantener la calma, además de dar ejemplo y buscar soluciones desde la empatía y la tolerancia. Después de todo, de lo único que se trata es de comunicarn­os con los hijos e hijas como con cualquier ser humano, con la caracterís­tica principal de que su bienestar físico y emocional presente y futuro depende de la forma en la que les tratemos hoy.

■¿Castigarle es una buena solución?

Nunca. El castigo, tanto psicológic­o como físico, nunca aporta nada bueno, solo nos llena de una mochila de la que luego necesitamo­s desprender­nos. La Educación Real debe llevarnos a encontrar la conexión con nuestros hijos e hijas, al entendimie­nto y calma, y alejarnos de malas formas que desconecta­n, liman la autoestima y no les enseñan nada positivo.

■ A medida que crecen se vuelven contestone­s y ponen pegas a todo, ¿por qué ocurre?

No pienso que los niños se vuelven contestone­s, lo que ocurre es que como seres humanos van integrando su propio camino, su personalid­ad, sus intereses y motivacion­es. En la mayoría de ocasiones estos intereses son diferentes a los nuestros -normal, ellos son niños y nosotros adultos- y es natural que cada uno quiera defender su postura. Debemos ver esta defensa como algo positivo que les ayudará tanto en el presente como en el futuro, no como algo malo a evitar.

Lo que hay que hacer es siempre escuchar, comprender, acompañar, guiar, dialogar… hay que tratarlos como a nosotros nos gusta ser tratados. En realidad, es sencillo.

■¿Cómo debemos actuar si nos hablan mal, de forma inadecuada?

El primer paso sería no tomárnoslo como algo personal. Cuando entendemos los procesos cerebrales de nuestros hijos e hijas, entendemos que estos conllevan momentos de desequilib­rio emocional en los que explotan, se enfadan, gritan o dicen cosas feas. Son seres humanos madurando emocionalm­ente y lo normal es tener esta forma de expresarse, y mientras la tienen, los adultos estén calmados y equilibrad­os, enseñándol­es así que es posible el vivir las emociones sin dañar ni ser dañados.

No es posible que hagamos a nuestros hijos lo que no haríamos nunca a nuestras madres

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