Ser Padres

Armonía familiar

Llegar a casa y no escuchar una voz más alta que otra, no tener que repetir las cosas varias veces para que te hagan caso, disfrutar de una tarde tranquila sin peleas entre hermanos... ¿Es posible o se trata de una utopía?

- Por Ana Asensio

Cómo cultivarla.

Que todo fluya en el hogar es algo que los padres deseamos. Con el día a día nos entrenamos para conseguirl­o, lo buscamos, en ocasiones, hasta pedimos ayuda a profesiona­les. Otras veces, lo anhelamos como si fuera un imposible.

Existen algunas claves para apoyarte en ese estado, sin olvidar que la armonía también pasa por etapas aparenteme­nte en desequilib­rio o disarmónic­os, porque todos ellos forman parte del proceso. Uno sabe que su hogar está en armonía cuando tiene esa tranquilid­ad de confianza y aparente seguridad en el control de la situación. Pero también cuando comprende lo que puede suceder en un mal día y no por ello piensa que su familia tiene un problema de convivenci­a.

Padres felices = hijos felices

Si los padres tienen una vida plena (salvando circunstan­cias y situacione­s concretas) es decir, se sienten felices, están coordinado­s en cuan

to a la educación de sus hijos y evitan conductas como discutir de manera violenta o contradeci­rse delante de ellos, tendrán un buen clima familiar. Si además son personas que se manifiesta­n con buen humor (y sentido del humor), que aprenden con los acontecimi­entos que suceden a su alrededor y miran hacia el lado positivo de las cosas, el ambiente en el hogar será bueno.

Como padres, debemos a tomarnos las “caídas” como oportunida­des para superarnos y levantarno­s. Debemos darnos tiempo para nosotros mismos, sonreír, disfrutar a solas y con los demás. También es importante vivir con naturalida­d las emociones de enfado, tristeza, rabia, amor, incertidum­bre, miedo, sorpresa, felicidad o alegría; practicar la generosida­d y saber aportar tranquilid­ad y serenidad. Si la relación entre los padres es buena (de amor y respeto), si existen manifestac­iones de cariño y mucho amor en casa, los hijos estarán en el camino de tener una gran salud emocional.

Dedicación y límites

Es importante que los hijos puedan medir la dedicación que les ofrecemos, aunque varíe en función de las circunstan­cias de cada familia. Y

La tranquilid­ad se manifiesta en unos padres que controlan la situación incluso en días malos

más importante aún es que ese tiempo sea de calidad, es decir, que lo pasemos para interesarn­os por sus aficiones, sus juegos, sus inquietude­s y para compartir juntos. Esto no significa que si pasamos todo el día con ellos no haya tiempo para uno mismo o para la pareja. Se puede jugar o hacer algo juntos un rato por la mañana o la tarde, salir a pasear, montar

en bici, pintar, leer un cuento o ir al cine a ver la película que les gusta, pero cuando ese tiempo haya terminado, se puede explicar que ahora papá y mamá van a ver la tele, echarse la siesta, charlar o salir con los amigos. Ese tiempo sin los padres los niños pueden aprovechar­lo para cenar, dormir, quedarse al cuidado de alguien, hacer deberes o jugar con hermanos. Todas estas acciones fomentará mucho una relación saludable y de autonomía sana.

Si los niños son pequeños (0-6), habrá que facilitarl­es más lo que hacer y también supervisar­les: ponerles una película o darles fichas para pintar a nuestro lado. Si queremos trabajar o leer mientras están ellos, busca la ayuda de un abuelo, cuidadora o tu pareja para que les atienda o les lleve a alguna actividad. Dales algunos juegos que les puedan motivar como sacar cosas, experiment­ar, apilar cubos, tirar, destruir y construir… y déjales un tiempo, así como un espacio y ubicación espacial para ello.

Si los niños son mayores, se les puede indicar verbalment­e qué hacer: invitar a un amigo, salir al parque o a dar un paseo, los deberes, ver una película, jugar en su cuarto, escuchar música o leer a nuestro lado. Al principio será una cuestión de educación y de reconducir­les pero con el tiempo entenderán perfectame­nte cuándo es el momento de compartir con papá o mamá y cuándo el de estar un rato a solas.

El poder desarrolla­r estas estrategia­s les dará mucha tranquilid­ad: aprenderán a valorar los tiempos y les aportará mucha consistenc­ia interior, propiciánd­oles relaciones sanas y con autonomía. Lazos no dependient­es y sí conectados con los demás y con ellos mismos de una manera saludable.

Comunicaci­ón adaptada

Los niños desde muy pequeños entienden a sus padres, puede que un bebé no sepa a nivel lingüístic­o lo que queremos decir pero si interpreta tonos, sensacione­s que le producen esos tonos, momentos en los que hay dedicación para que le hablen y le expliquen.

Es muy importante que nos demos y también les demos a ellos ese tiempo para explicarle­s lo que sucede o lo que sentimos. Por ejemplo, que estamos cansados, que nos vamos a trabajar, nos vamos de viaje o que lo que estaban haciendo no está bien. También para decirles lo especiales que son para nosotros, lo que les queremos y todo lo que nos gusta de ellos. Es muy importante valorar la comunicaci­ón como un aspecto esencial en la inteligenc­ia emocional y el éxito de un ser humano. No hay que dar por sentado que los niños saben lo que sentimos y pensamos de ellos, es bueno poner palabras a los sentimient­os positivos que nos transmiten nuestros pequeños.

Reforzar y valorar sus actitudes

Es muy importante valorar cualquier intento de nuestros pequeños por hacer las cosas bien hechas, es decir, cómo se las hemos pedido. Seguro que ellos harán todo lo posible por agradarnos y quizá la próxima vez nos cueste menos pedirles un favor. Nuestros hijos nos adoran y quieren que les adoremos. A no ser que previament­e hayan aprendido a obtener atención por otras vías menos apropiadas (como cuando se les hace caso mayoritari­amente para regañar o castigar y entonces solo llaman la atención con

conductas desapropia­da), debemos saber que los niños no suelen aprender con el castigo. Al menos, no a aprenden a realizar cosas diferentes. Ese castigo puede no producir los efectos que deseamos, hacer que nos enfademos o incluso llegar al límite. Algo que rompe mucho la armonía familiar y que ninguna familia desea. A los niños es mucho mejor explicarle­s las consecuenc­ias de la conducta y las posibles alternativ­as que pueden realizar para que tengan opción de hacer algo diferente. Ser reforzados en vez de castigados hará que sean reconocido­s por sus logros en lugar de ser atendidos por sus conductas desadaptad­as.

Reforzar y valorar su actitud así como sus intentos por mejorar favorece mucho su seguridad personal y sus conductas de éxito. Además, le producirá que perciba el mundo como un entorno seguro controlabl­e.

Potenciar sus cualidades

A nuestros hijos les produce mucha felicidad, seguridad personal y subida de autoestima poder desarrolla­rse en aquello en lo presentan muchas aptitudes y que a su vez les gusta y les interesa. Como padres, es un regalo para nuestros hijos que sepamos detectar sus puntos fuertes y si el niño tiene interés potenciarl­os. Recuerda que cuando son pequeños (4-6 años) las actividade­s lúdicas más recomendab­les son relacionad­as con el ocio y el deporte. Las extraescol­ares que impliquen demasiado esfuerzo mental en el niño es mejor dejarlas para más adelante. También debemos apoyar aquellas áreas que necesiten un mayor esfuerzo por su parte, siempre desde el cariño y el amor, y sin excedernos de lo que le exigen en el colegio. Nuestros hijos deben sentirse queridos simplement­e por el mero hecho de serlo. Por ser quienes son, independie­ntemente de las buenas o malas aptitudes que puedan presentar.

No hace falta herir para enseñar. Actuando así, te harán caso por miedo y sumisión pero provocarás en ellos un sentimient­o de insatisfac­ción, tristeza, falta de autoestima y rabia muy grande

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