Slow parenting
Esta filosofía que podría traducirse como criar a tus hijos de forma tranquila o lenta ha calado hondo en los países anglosajones y también en algunos de América Latina. ¿Sabes cómo introducirla en tu familia?
Paternidad con calma.
El Slow Parenting, o Paternidad Lenta es un estilo de crianza que promueve la educación basada en los ritmos naturales de los propios niños, un modelo de aprendizaje opuesto a la adquisición rápida de conocimientos que impera en la sociedad actual. Esta propuesta educativa nace de una serie de artículos escritos por el periodista canadiense Carl Honoré, donde cuestiona la obsesión por la aceleración en la adquisición de conocimientos y de aprendizajes que existe en la actualidad en las sociedades occidentales. Tendemos a olvidar los ritmos naturales de los propios niños en lo referente a la exploración, la adaptación al entorno, la comunicación y el aprendizaje de destrezas emocionales tan importantes como la tolerancia a la frustración, la focalización de la atención y la adquisición de autonomía.
Las claves del movimiento Slow
La “cultura fast” (rápida), a la que refiere Carl Honoré, promueve la obsesión por la cantidad y la velocidad en detrimento de la calidad y el ritmo, que perjudica la consecución de objetivos. Francisco de los Santos Hurtado, psicólogo especialista en Clínica y Educación y director del Centro de Psicología y Pedagogía ABC (www. centroabc.es) manifiesta que “la competitividad excesiva y las expectativas rígidas de perfección tienen un efecto perjudicial en el desarrollo y potenciación de habilidades en los niños”. Les afecta a nivel emocional y motivacional (muy poca tolerancia a la frustración), en su atención, focalización, concentración y creatividad.
“A un niño al que se le impone un ritmo de aprendizaje excesivamente rápido, y más propio del mundo adulto, en el que un fallo o fracaso se le hace ver como un contratiempo o, peor aún, como inadmisible, se le está privando de la adquisición de destrezas naturales que serán de enorme importancia en la edad adulta”, asegura De los Santos.
Estrategias para bajar el ritmo
En ese mundo tan competitivo, al que todos intentamos adaptarnos, surgen corrientes como el slow parenting que abogan por los beneficios que tiene enseñar a los niños que es más valioso hacer las cosas lo mejor posible y cumplir nuestros objetivos que llegar el primero. Los padres deben saber que los niños necesitan explorar y experimentar. Es parte del proceso evolutivo de desarrollo y aprendizaje que se enfrenten a sus propios sentimientos, a las limitaciones del entorno, pero también a sus amplias posibilidades poniendo énfasis en el desarrollo de su inteligencia emocional, sin huir de los llamados sentimientos negativos (tristeza, miedo, ira) innatos, y de los que necesitan aprender. Cuando se impone un ritmo de aprendizaje en el que se resta importancia a la exploración de posibilidades, al ensayo y error, a la experimentación, a la adaptación, al sentimiento de frustración cuando las cosas no se consiguen a la primera, “se limita enormemente la autonomía de los niños, y con ello, también sus posibilidades de desarrollo de su potencial”, asegura este experto.
El exceso de extraescolares
La presión hacia los niños se está notando también en las jornadas escolares, que son cada vez más largas. Y es que muchos niños están cargados de muchas extraescolares a la semana para que su jornada escolar sea tan larga como la laboral de sus padres. Sin embargo, lejos de aprender más, los niños están empezando a sufrir las consecuencias del estrés.
El psicólogo Francisco de los Santos explica que “si el exceso de extraescolares limita o incluso elimina la posibilidad de algo tan importante como es el juego libre en los niños, estamos limitando su potencial de aprendizaje. Y si además, los niños viven las extraescolares como una imposición, como algo que no les motiva, lo vivirán con presión, y no con disfrute, como sería deseable, y es posible que se “desconecten” de la experiencia, es decir, que no la vivan, ni experimenten o atiendan”.
Hijos felices
Debemos guiar a los niños para que descubran sus propias limitaciones y potencialidades, dotarles de posibilidades, y enseñarles con el ejemplo, ya que aprenderán más que con lo que se les dice. Debemos evitar decidir por ellos y fomentar su curiosidad por conocer, por preguntar y preguntarse a ellos mismos.