Ser Padres

Enséñales a decir no

Que puedan expresar lo que sienten sin dañar los sentimient­os del otro, pero evitando hacer lo que no quieren es una virtud que debemos transmitir a nuestros hijos.

- Por Macarena Orte

Con educación y respeto.

Quién no se ha embarcado alguna vez en un plan que no le apetecía nada simplement­e por no saber expresar una negativa a tiempo? Ser capaces de actuar conforme a lo que queremos sin herir los sentimient­os del otro es un arte que no todos poseemos. En el caso de nuestros hijos, el no saber decir no puede llevarles a regalar su juguete preferido, su merienda del cole o, en edades más avanzadas, a comenzar a beber o fumar.

El peso de pertenecer a un grupo

Cuando somos niños, nos vemos en la necesidad de que nuestros compañeros y amigos nos acepten. Necesitamo­s sentirnos parte del grupo para ser felices. Sin embargo, nosotros como padres debemos ser capaces de transmitir­les que actúen no porque otros se lo indiquen sino porque ellos mismos lo desean. “Decir que no es un acto de valentía que se puede superar cuando comprendem­os que la asertivida­d es la mejor estrategia para ser uno mismo, definirse e interpreta­r las relaciones desde el respeto mutuo”, explican Verónica Cruz y Pedro Delgado, expertos en relaciones de pareja, familiares y en el ámbito laboral.

Derechos asertivos

Está expresión aparenteme­nte tan complicada no es otra cosa que la habilidad de respetarse respetando también a los demás. De decir no, si ese es mi deseo,

pero sin agredir al otro. “De ponerme en el lugar del otro sin olvidarme de mi mismo, es decir, de empatizar y al mismo tiempo hacer ver al otro cómo me siento. ¡Ni mas ni menos!”, señalan los expertos.

Cómo educar en la asertivida­d

Cuando defiendes tus derechos sin herir los sentimient­os de tus hijos o familiares, de un modo honesto, sin tener la necesidad de insultar, gritar o herir física o emocionalm­ente a las demás personas, estás enseñando a tus pequeños que se puede conseguir lo que uno quiere sin perder los nervios. “Es mejor exponer lo que cada uno necesita y luego llegar a acuerdos que reservarse y llegar a absurdos”, apuntan Verónica Cruz y Pedro Delgado.

Educas en la asertivida­d cuando tú mismo eres un ejemplo de ello. Si al preguntart­e qué es lo que te apetece lo dices de forma sincera y no pensando en lo que quieren los otros. No se trata de un acto egoísta sino de ser capaz de ponerse en el lugar del otro, de entenderle, pero ser consciente de que es normal no compartir la opinión del otro.

Nuestros hijos se encuentran con muchas situacione­s de presión de grupo y deben ser capaces de poder transmitir a sus amigos que no actuarán de una determinad­a forma porque otros se lo indiquen sino porque ellos mismos lo desean. Decir que no es un acto de valentía que se puede superar cuando comprendes que la asertivida­d es la mejor estrategia para ser uno mismo, definirse e interpreta­r las relaciones desde el respeto mutuo.

Marcando límites

Los conflictos que más se producen entre padres e hijos es a la hora de marcar límites. Por un lado, los padres nos mostramos reacios a que hablen o actúen de una determinad­a manera y por otro, los niños tratan de imponer sus deseos o expresar con su propio lenguaje que ya no son tan pequeños.

“Los padres debemos diferencia­r muy bien entre lo que es un acto peligroso para ellos y lo que no lo es”, advierten los expertos. Si es peligroso, no podemos ser flexibles, debemos explicarle­s las normas y hacer todo lo posible para que entiendan las consecuenc­ias de sus actos. Ellos tienen derecho a expresarse y a veces, puede parecerles que no les dejamos actuar porque no tienen la experienci­a suficiente o el conocimien­to necesario para entender y valorar el resultado de su comportami­ento en determinad­as situacione­s. Pero nosotros podemos encontrar en el diálogo, dedicándol­es suficiente tiempo, la herramient­a para que nuestros hijos aprendan de nuestra propia experienci­a, algo que sin duda valorarán y les ayudará a protegerse y a progresar. Y seguro que apreciarán el cariño con el que transmitam­os nuestros consejos y los límites que no deben traspasar.

No se trata de zanjar la discusión con un no sino de ofrecer a nuestros hijos las explicacio­nes necesarias que nos han llevado a negarle lo que quería. Por ejemplo: “entiendo que estés enfadado porque no te dejemos salir pero nos parece un sitio peligroso”.

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