Instinto maternal
Muchos expertos dicen que no. Entonces, de qué se trata: ¿Es un impulso? ¿Un deseo? ¿Un sentimiento?
¿Existe?
Hay mujeres que dicen que decidieron ser madres cuando el instinto maternal llamó a su puerta, otras que afirman haber tenido ese deseo desde siempre y otras que no lo han sentido, ni lo sentirán. ¿Existe verdaderamente esa llamada? También hay quien afirma que el verdadero instinto maternal aparece en cuanto ves la carita de tu hijo, aunque, en realidad, ese torrente de sentimientos que nos despierta el recién nacido tendría más que ver con el vínculo y el amor que sentimos hacia él. ¿Qué es entonces el instinto maternal? ¿El deseo de tener hijos? ¿Ese sexto sentido que afirman tener muchas madres para detectar que su bebé las necesita? ¿Es algo reservado solo a las mujeres o los hombres también sienten algo especial que les lleva a ser padres?
La realidad es que los expertos no se ponen de acuerdo ni en cómo definirlo. En general, los autores aseguran que si entendemos como instinto maternal la idea de que todas las mujeres quieren ser madres, este no existe.
La psicóloga Natalia Valverde, experta en maternidad del Centro Calma de Madrid, opina que «si, por el contrario, nos referimos al instinto como la cualidad que tenemos todas para cuidar al bebé sin experiencia previa, acertamos». Lo que sí se puede asegurar que es instintivo es el sentimiento de protección.
¿Impreso en los genes?
Según explica la psicóloga: «Para algunos estudiosos del tema, tener hijos sería la meta por excelencia de las mujeres y donde encontrarían su máxima plenitud. Otros, sin embargo, piensan que el deseo de tener hijos es algo que nos viene dado por la sociedad».
La reconocida filósofa y feminista francesa Elisabeth Badinter, madre de tres hijos, afirmó taxativamente en 1981 que «al contrario que los animales, los humanos no poseen instinto maternal y que este es un mandato cultural».
Más recientemente, la socióloga israelí Orna Donath ha desatado un encendido debate en las redes sociales con su libro Madres arrepentidas. Orna, de 41 años, harta de que le digan que se arrepentirá de no haber tenido hijos, ha declarado también que «el instinto maternal no existe y que hay una fuerte presión social para ser madre». La sociologa afirma que «el sentimiento de protección que desarrollamos con un bebé no tiene por qué ser equivalente al instinto maternal y que, en todo caso, si existiera no sería algo exclusivo de las mujeres, pues la prueba está en las parejas gays que adoptan hijos». El debate está servido. Más cerca de nosotros, Natalia Valverde opina que lo biológico y lo cultural son las dos caras de la misma moneda: «Por un lado está nuestro instinto de procrear, de perpetuar nuestra estirpe. Las mujeres venimos al mundo preparadas para quedarnos embarazadas y cada mes, desde la menarquia a la menopausia, la menstruación nos lo recuerda. Por otro lado, qué duda cabe, la presión social está ahí y parece que el mensaje es que si no tienes hijos, no eres normal y algo te pasa…».
La doctora Ersilia González Carrasco, pediatra y jefa de Neonatología en el Hospital Severo Ochoa también opina que el papel de la biología es indiscutible, «ya que al fin y al cabo somos animales con roles de reproducción para la supervivencia de la especie».
Mar Escarpa, responsable de matronas del mismo hospital, añade que «como dice la antropóloga Sarah Blaffer, en las mujeres este instinto es una respuesta biológicamente condicionada por las creencias, la cultura y la sociedad. Por eso, hoy en día, cada vez son más las mujeres que ven el hecho de convertirse en madres como una elección y no como algo ya dado e incuestionable dentro de sus vidas».
Un vínculo único
La otra acepción del instinto sería la que lo entiende como vínculo y que tiene que ver con lo que el pediatra y psicoanalista inglés Donald Winnicott llamó «preocupación maternal primaria», que es un estado emocional en el que la madre reciente no hace más que pensar en su bebé. Además, le aparece una sensibilidad especial para detectar lo que le pasa y así poder calmarle y darle lo que necesita («¡Es increíble, me despierto segundos antes de que mi pequeño llore! Parece que tuviera un sexto sentido», dicen muchas madres). Y todo surge de manera espontánea, sin preparación previa.
«Esto suele ocurrir así la mayoría de las veces, pero puede ser que la madre no sienta una unión especial con el recién nacido o perciba que no le entiende- explica Natalia Valverde-. Pero, normalmente, con el tiempo, va conociendo a su hijo y lo va queriendo cada vez más».
La jefa de Neonatología en el Hospital Se
Los científicos creen que las células receptoras de oxitocina, situadas en el área del cerebro, están involucradas en la regulación del comportamiento materno
vero Ochoa también opina que el instinto maternal tendría, en realidad, más que ver con el vínculo y el sentimiento de protección hacia los hijos que con el deseo de ser madre: «El vínculo madre-hijo (o padre-hijo) es un instinto biológico que garantiza la supervivencia y la protección de la especie. Es algo inconsciente. No se provoca, sino que ocurre. De hecho, los lazos emocionales son cruciales para el desarrollo del bebé porque capacitan a los padres para preocuparse por su cuidado» explica la pediatra.
Quizá, por ello, se han escrito ríos de tinta acerca de la importancia de fortalecer este vínculo desde la gestación (hablando al feto, poniéndole música, acariciando la tripa…) y, sobre todo, no despegándose del bebé desde el mismo momento en que nace.
El ginecólogo francés Michel Odent, conocido por impulsar la necesidad de que madre e hijo hagan piel con piel ya en el paritorio, asegura que esta práctica favorece enormemente el vínculo y además ayuda a iniciar la lactancia.
Y en todo este proceso de apego, en el que la madre y el bebé se van enamorando uno del otro día a día, también juegan un papel muy importante las hormonas y más concretamente la oxitocina, que provoca placer y bienestar en la mujer y un amor intenso por su hijo.