Educar a un líder
¿Nace o se hace? Aunque algunos rasgos son genéticos, otros se pueden enseñar. Destacar en el grupo es mucho más que dirigir o mandar, es también inspirar a otras personas para dar lo mejor de ellas a esta sociedad. Como padres podemos ayudar a formarlos.
La sociedad necesita líderes comprometidos que hagan del mundo un lugar mejor. Personas que piensen en el bien de los demás, que promuevan corrientes de pensamiento o proyectos de emprendimiento. La educación puede ayudar a formarlos.
Existen una serie de características básicas necesarias para poder ejercer el liderazgo. Responsabilidad, autonomía, independencia, empatía, capacidad de diálogo, justicia y confianza para saber delegar parte del trabajo son algunas de las más significativas. La mayoría de estas cualidades no son innatas, se pueden aprender y se pueden educar. Sin embargo, quizás haya una sola que esté escrita en el ADN, el carisma, que es la que caracteriza a los líderes más emblemáticos. El psicólogo Gerardo Castaño Recuero afirma que “la realidad es que hay muchos tipos
liderazgos y en su mayoría tienen que ver con nuestro carácter natural. Y como todo en psicología, el resultado depende de una combinación entre lo que traemos de serie (carga genética) y lo que vamos aprendiendo del entorno (educación).
Los niños sienten una gran fascinación por los líderes. Desde que son pequeños se fijan en el capitán de su equipo de fútbol, en su propio entrenador, en su tutora, en su monitor de campamento, y como no, en su padre o en su madre como ejemplos cercanos a seguir. Gerardo Castaño asegura que “los líderes, por lo general, van a tender a ser más autónomos e independientes. Van asumir más responsabilidades, aunque no siempre del mismo tipo. En la perspectiva de un niño, lo más probable es que se traduzca en que puede que tenga más facilidad para hacer trabajos o deportes de equipo y quizás en tener más amigos, o gente que confíe en ellos. En la medida en que logre sus objetivos, mejorará su autoestima y la valoración que de él tengan los demás”.
Rasgos que se pueden educar
Evidentemente, la mejor forma de educar es con el ejemplo, pero “no se trata de dar una imagen de padre o madre líder en el trabajo, si luego descuidamos a nuestra familia. Debemos dar una imagen de liderazgo en el trabajo, en la familia y en la sociedad. Es bueno promover en los niños la idea del trabajo en equipo, las metas comunes, el bien de todos, más que la competitividad y la meritocracia personal”, afirma el psicólogo.
Las actividades grupales fomentan la cooperación y no tanto los éxitos personales, enseñan al niño la generosidad. En general, es bueno fomentar en el niño la generosidad y evitar actitudes de competitividad y egoísmo.
Para educar a un buen líder en la familia, es importante darle mucho amor para que desarrolle una buena autoestima. Así lo razona el psicólogo Gerardo Castaño, quien defiende que “lo más importante es asegurarse de que el niño es querido y consciente de ese amor. Pasar tiempo con los hijos, demostrarles cariño y afecto para que los niños crezcan sintiéndose más valiosos, queridos y queribles, y por tanto más seguros”.
Y por último, lo más importante es educar al niño en una serie de valores positivos. “Proponer metas y objetivos realistas, fomentar la cultura del esfuerzo, aceptar el fracaso y la capacidad de superación, incentivar la lectura y la creatividad, enseñar a escuchar y a expresarse debidamente, fomentarán un buen desarrollo de su autoestima y confianza en sí mismo”, señala el psicólogo Gerardo Castaño.
■Errores que hay que evitar
La hiperpaternidad y la sobreprotección infantil suelen generar una sensación de inseguridad y miedo en los niños, que les puede restar sentido de liderazgo. Gerardo Castaño explica que “al encontrarse ante situaciones nuevas, por lo general, se van a sentir abrumados y les va a costar reaccionar antes, porque de alguna forma, esperan que alguien les pueda ayudar a salir del paso. Por aclarar, pedir ayuda ante dificultades que no sabemos resolver no es ningún problema y de hecho es una gran cualidad, pero la sensación de inseguridad y de incapacidad para manejar las situaciones sí que es problemática. En este sentido, la misión de los padres es edude
Para ser un buen líder el niño debe aprender a trabajar en grupo y a escuchar a los demás
car a los hijos para que puedan ser autónomos, independientes y responsables”.
Ahora bien, los niños pueden aprender y desarrollarse para superar ese tipo de influencias paternas negativas. “Desde luego, si no se les sobreprotege, les va a ser mucho más sencillo, pero esto no quiere decir que el niño está echado a perder porque de pequeño le hayan sobreprotegido. Es importante que al niño no le falte tiempo de calidad con sus padres, ni se negocie con el amor y el cariño. Nada de ser pasivoagresivo con el niño, ni hacer comentarios comparativos con otros niños, amigos, o familiares. Todo lo que ayude a validar y afianzar la seguridad del niño será positivo, pues se traducirá en una mayor autoestima”, aclara.
■La motivación
La sobreprotección o la ausencia de metas y valores positivos pueden crear dependencia y falta de autoestima. “Podemos citar comportamientos paternos negativos como no dejar que se enfrente a problemas, resolverle nosotros todos los conflictos o darles premios y elogios, cuando no se los merecen”, señala el psicólogo.
Por otro lado, debemos ser realistas en relación a las expectativas que ponemos en nuestros hijos. Gerardo Castaño concluye que “los padres no pueden usar a los hijos como instrumentos donde volcar sus frustraciones. Si apuntamos a la luna con sus aspiraciones laborales cuando ni siquiera saben lo que quieren ser de mayores, al final lo que hacemos es cortar su trayectoria con nuestras expectativas desmesuradas. En su psique, cuando no consiguen triunfar a la primera, ellos lo vivirán como un fracaso, y de ahí viene luego la autocrítica y el autocastigo. Por tanto, lo mejor es evitar proyectar en el niño la idea de que va a ser un gran líder. Es importante que nos centremos en que entiende lo querido y valioso que es para nosotros y que reciba una educación con valores positivos, porque eso le va a dar la seguridad y confianza que necesita para triunfar en lo que sea que emprenda porque lo va a hacer desde su propio criterio y no desde el nuestro. Y esto supone muchas veces verlos tropezarse y tener que levantarse y no hacer mucho más que asegurarnos de que no se han hecho mucho daño y de que siguen siendo queridos, pese a que se hayan caído”.