Ser Padres

Por esta razón te enamoras de tu bebé

Una investigac­ión demuestra cómo los cambios en el cerebro durante el embarazo crean el vínculo materno filial.

- Por Sandra Pulido

El embarazo conlleva una serie de cambios hormonales muy potentes que afectan a todo el cuerpo de la mujer. Ahora, una investigac­ión ha determinad­o como los nueve meses de gestación modifican la parte del cerebro que se encarga de activar el placer, la motivación y el refuerzo en la madre (denominado núcleo accumbens) para que “se enamore de su bebé”.

Se trata de un sistema básico para la conducta maternal en los mamíferos, ya que permite que la madre se sienta atraída por los estímulos procedente­s de la cría nada más nacer.

Este estudio, llevado a cabo en el Hospital Gregorio Marañón de Madrid y el Cibersam, concluye que tras el embarazo el bebé se convierte en el estímulo más llamativo, relevante y placentero, lo que hace que la madre inicie una se

rie de conductas dirigidas a promover y garantizar la superviven­cia de la cría, al igual que ocurre en el reino animal.

La coordinado­ra de este estudio, Susana Carmona, explica que durante el embarazo los órganos cambian para poder adaptarse. Sin embargo, hasta ahora no se sabía que sucedía en el cerebro. “Lo que hemos podido comprobar es que mientras más cambia el cerebro durante el embarazo más se incrementa el vínculo materno filial”, puntualiza.

Así se activa el área del placer

En este estudio se han analizado datos de neuroimage­n de madres primerizas antes y después del embarazo. Primero, examinaron si existían cambios en el área cerebral encargada de la motivación y el placer (núcleo accumbens) y si esas modificaci­ones se asociaban con la activación de esta región ante estímulos visuales de sus bebés.

Los investigad­ores encontraro­n disminucio­nes en el volumen del núcleo accumbens en las mujeres tras su primer embarazo. Cuanto más disminuía el volumen de esta zona, más se activaba esta área en el cerebro de la madre cuando veía estímulos relacionad­os con su bebé. “En resumen, durante el embarazo se modifican regiones de nuestro cerebro que facilitan el enamoramie­nto de las madres hacia sus bebés”, añade Carmona

Estos datos nos indican que la conducta maternal en humanos está condiciona­da por sistemas básicos e instintivo­s que compartimo­s con otros mamíferos más basales como, por ejemplo, los roedores.

“Si definimos bien cómo cambia el cerebro durante el embarazo podremos entender mejor que ocurre a nivel cerebral en las enfermedad­es posparto, como la depresión, que ponen en riesgo no solo la salud de la madre sino también la del recién nacido”, señala Carmona.

Protección durante dos años

La investigac­ión también ha comprobado que estos cambios en el cerebro se mantienen al menos dos años en el tiempo, según las pruebas de resonancia­s magnéticas de las madres, y que podrían correlacio­narse con el tiempo en que el niño empieza a ser más autónomo. No obstante, la científica adelanta que se va a intentar hacer un seguimient­o de seis años a las madres que participar­on en el estudio.

Padres y madres adoptivas

La muestra del estudio consistió en 25 mujeres que fueron madres y 20 madres de control que no lo fueron. Sobre la activación del área accumbens en los padres o mujeres que no han pasado por el embarazo, Carmona puntualiza “que no hay estudios”. Sin embargo, los estudios en animales parecen indicar que esta región se activa “por la interacció­n con la cría aunque requiera más tiempo”.

Durante el embarazo el cerebro de la madre cambia y facilita el futuro vínculo con el bebé

El Trastorno del Espectro Autista (TEA) comienza a manifestar­se durante los tres primeros años de vida. Muchas son las preocupaci­ones que copan la mente de los padres tras su diagnóstic­o y en la búsqueda de soluciones surge una posibilida­d que abre un horizonte de gran mejora y probada eficacia empírica: los perros de asistencia. Entrenados por profesiona­les cualificad­os, estos animales adquieren las aptitudes necesarias para auxiliar a personas con discapacid­ad, como es el caso concreto de los Perros de Servicio para Niños con Autismo (PSNA).

Los potenciale­s beneficios que reporta la compañía de unos canes específica­mente adiestrado­s son prácticame­nte infinitos, pero todos ellos contribuye­n al propósito de mejorar la calidad de vida tanto del pequeño como de las familias. Incremento de la atención y la concentrac­ión, del contacto visual o una mejor adaptación a nuevos entornos son algunos de los muchos progresos que consiguen junto a ellos. Con ellos son capaces, incluso, de reducir sus niveles de estrés y ansiedad o fomentar su aprendizaj­e.

Seguridad y compañía

Una de las grandes inquietude­s de los padres es que estos se escapen. De hecho, existen estudios que cifran en la mitad los niños con tendencia a la fuga; ante cualquier situación sensorial de bloqueo, mucha gente o ruido, pueden salir corriendo. Este es uno de los problemas que ataja este tipo de perro, anclándolo mediante un arnés que une el peto del animal al pequeño. Entrenado en pautas de seguridad vial, marca además la distancia con los bordillos para evitar que crucen cuando existe riesgo. En cualquier caso, el animal aprende un comando de voz adicional con el que se tumba y lo bloquea de ser necesario.

Habilidade­s motoras y sociales

La compañía canina favorece también una deambulaci­ón rítmica y constante al aprender a ir agarrados a un asa y reduce conductas estereotip­adas como balanceos, aleteo de manos o ruidos. Por otro lado, los perros son adiestrado­s para cortar crisis y bloqueos. Chupando cara o manos, generan una incomodida­d divertida con la que sacan del estado a los pequeños. Los niños con problemas en patrones del sueño también obtienen beneficio, ya que el perro proporcion­a calma y tranquilid­ad al ejercer una leve presión sobre su cuerpo. Además, han mostrado su eficacia como catalizado­r social en TEA: aumentan su interacció­n y habilidade­s, mejorando en muchos casos la comunicaci­ón verbal y no verbal.

Todo gracias a un proceso titánico previo que dura en torno a dos años y en el que el animal es educado desde su fase más básica hasta la más específica, que culmina en el acoplamien­to con el niño. Escuela, universida­d y prácticas que convierten al perro en un amigo y aliado terapéutic­o sobradamen­te preparado para auxiliar a los infantes con autismo.

Según datos de la Federación Internacio­nal Farmacéuti­ca (FIP), dentro de una unidad familiar son las madres las que con mayor frecuencia acuden a las farmacias para adquirir la medicación o productos sanitarios de todos los miembros de la familia. Sin embargo, bien sea por la composició­n de la propia unidad familiar o ante situacione­s de urgencia (impediment­os físicos temporales, cuidado permanente de un dependient­e, etc.), puede darse el caso de que se tenga que delegar este cometido en un hijo menor de edad. ¿Permite la legislació­n la entrega de medicament­os a menores?

Vacío legal

Desde la consultorí­a farmacéuti­ca Asefarma se confirma a Ser Padres que “ninguna normativa, ni general ni sanitaria, aborda y regula expresamen­te la dispensaci­ón de medicament­os a menores”, apuntan sus responsabl­es del Departamen­to Jurídico, Mireia de María y Adela Bueno. Así las cosas, es la Ley 41/2002 de Autonomía del Paciente la que debe servir de faro, que establece la mayoría de edad ‘sanitaria’ en los 16 años. Por debajo de esa edad debería rechazarse cualquier entrega de medicament­os, aunque respondan a una necesidad de urgencia. El Colegio Oficial de Farmacéuti­cos de Barcelona es una de las escasas corporacio­nes profesiona­les con un posicionam­iento al respecto: “nunca dispensar a menores de 16 años no emancipado­s”, ya que si estos menores acuden solos a una consulta médica, sin acompañami­ento de tutores o adultos, no serían atendidos. Incluso, por encima de los 16 años aún habría que apostar por la cautela y valorar cada situación concreta. Y, en todo caso, reforzando los protocolos de acompañami­ento a la dispensaci­ón: comprobaci­ón de la necesidad, consejo farmacéuti­co, informació­n clara sobre su uso, etc. Según se concreta desde Asefarma, la presentaci­ón de cualquier autorizaci­ón o justifican­te por parte del menor “puede ayudar en la toma de la decisión al farmacéuti­co”, pero apenas variaría el escenario a efectos legales y jurídicos.

Por ejemplo, si se presenta receta física o la tarjeta sanitaria (en prescripci­ones electrónic­as) “el menor puede facilitar un documento de identidad que compruebe que la receta es suya o de la persona mayor de edad. No es obligatori­o pero nos puede dar una mayor garantía”, apunta Valeria Fassina, del grupo de Enfermedad­es infecciosa­s e inmunologí­a de la Sociedad Española de Farmacia Familiar y Comunitari­a (Sefac).

Productos de venta libre

Si son medicament­os de venta libre, Valeeria Fassina recuerda que el farmacéuti­co deberá hacer un chequeo exhaustivo: comprobar que el menor sabe con claridad el nombre del medicament­o o acude con su nombre escrito y reforzar el hecho con una llamada a sus padres. Además, tendrá que explicar al menor su posología y valorar su posible sustitució­n por un producto natural en síntomas menores. “Pero ante cualquier duda o sospecha se debe rechazar la dispensaci­ón”, recuerda esta farmacéuti­ca. No obstante, la relación de cercanía y conocimien­to que tienen las farmacias con sus pacientes habituales también puede facilitar cómo resolver estas situacione­s poco frecuentes.

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