Se chupa el dedo
Muchos niños pequeños se meten los pulgares en la boca. ¡Incluso pueden hacerlo desde el vientre materno! Les hace sentirse felices y seguros, pero llega un momento en el que hay que ayudarles a dejarlo.
Descubriendo el mundo Los bebés empiezan
a chuparse el dedo en el útero. Al nacer, siguen con el pezón materno y la tetina. Después, reconocen sus dedos, la mantita o el puño de tela de su pijama... y así van aprendiendo que existen diferentes texturas, formas y sensaciones. En los primeros meses de vida, las percepciones que obtienen los bebés a través de la boca les proporcionan una información más eficaz que cualquier otro sentido.
Nuestros pequeños pueden chuparse el pulgar cuando están cansados, hambrientos, aburridos, estresados o cuando están tratando de calmarse o dormir. Es un acto completamente normal y no debemos regañarles por ello. La mayoría dejará de hacerlo con 3 o 4 años.
Un acto reflejo
“Todos los bebés presentan el reflejo de succión en el momento del nacimiento”, explica el doctor José Enrique Sánchez Martínez, pediatra y neonatólogo del Hospital Vithas Parque San Antonio de Málaga. Se trata de un acto arcaico que activa la respuesta de succionar en el momento en el que un objeto entra en contacto con los labios del recién nacido. Este suele durar hasta los cuatro o seis meses de vida. La succión tiene una función emocional que reproduce el mismo placer que sienten cuando maman de su madre: alimentación, seguridad, calor, cariño y tranquilidad.
Un universo de sensaciones
Durante los primeros meses, el bebé explora el entorno a través de la boca. Está necesidad de exploración es la que lleva al niño a meterse en ella objetos o partes del cuerpo como las manos o los pies.
Existen recién nacidos que desde los primeros meses de vida se chupan el dedo o el chupete con gran avidez cuando se van a dormir, están frustrados o se encuentran ansiosos por algo.
Cuando se convierte en hábito
A medida que el niño va introduciendo sólidos en su alimentación y adquiriendo la capacidad para masticar, suele ir desapareciendo de forma natural su necesidad de succión. Además, con 3 o 4 años encontrará otras maneras de consolarse. Si esto no sucede, el acto de chuparse el dedo habrá dejado de tener esa función reflejo para haberse convertido en un hábito. Si esto ocurre, debemos intentar que nuestro hijo abandone poco a poco esta práctica sin reñirle ni castigarle. Simplemente, animándole con distintas herramientas.
Siempre con cariño
Si tu hijo se siente presionado a parar de chuparse el dedo es posible que quiera hacerlo incluso con más insistencia. Lo primero que debemos entender es que para nuestros pequeños ese hábito se ha convertido en la forma que tienen de encontrar consuelo y es normal que les cueste abandonarlo.
Renunciar a esta costumbre puede ser bastante difícil de conseguir. Empieza explicándole que muy pronto (con 5 o 6 años) comenzarán a salirle sus dientes permanentes y puede estropearse la boca.
Técnicas que funcionan
Si sabes reconocer qué situaciones lo provoca, busca otras maneras para que el niño encuentre consuelo y se sienta seguro. Ofrécele un juguete o un animal de peluche cuando veas que tiene sueño y ponle a dormir la siesta antes, para que no llegue a la cama demasiado irritado. También es muy útil que le leas un cuento y le hagas mimos para entretenerle sin desvelarlo.
Ten mucha mano izquierda porque, si insistes demasiado en el asunto, puede que aumente su interés por chuparse los dedos. Ayúdalo a que hable de sus frustraciones y a que esté tranquilo para que su necesidad de meterse el pulgar en la boca se reduzca.
Pide ayuda
Recurre al odontólogo o al médico de atención primaria de tu hijo para que hablen con él respecto a suspender el hábito y que le explique las razones para hacerlo. Coméntales si consideran necesario que utilice un vendaje o protector del pulgar para ayudarle; o aparatos dentales si los dientes y la boca ya han resultado afectados (puede pasar a partir de los tres años de edad).