Mi hijo no se relaciona
Es probable que sea tímido o introvertido. Pero si ves que no juega ni charla con amigos y que sufre, hay que averiguar qué le causa el problema y, si es necesario, hablar con un psicólogo.
Cómo actuar.
Las primeras interacciones son muy tempranas: desde el primer mes de vida ya empieza a sonreír y a hacer gestos casi instintivos. Es a partir del segundo mes cuando lo hace más conscientemente: sonríe cuando está bien, empieza a extrañar, se sorprende, le gusta escuchar la voz de las personas que le están cuidando... A partir de los 3 años es cuando empieza a compartir juegos con otros niños”, explica la psicóloga Graci Molines.
¿Tiene algún problema?
En líneas generales, “debemos sospechar que puede tener algún problema cuando no se relaciona en ningún círculo social: en el co
legio, en la familia extensa, con los niños del barrio, hijos de los amigos de los padres, etc. Cuando observamos que el ‘no relacionarse’ le produce malestar o sufrimiento y/o está acompañado de otra serie de síntomas físicos o psicológicos. Entonces, es conveniente consultar al pediatra para descartar cualquier problema físico y despejar cualquier duda”, recomienda Diana Vilar, también psicóloga.
¿Hay problemas en casa?
Cuando un niño está mal en el hogar tiende a retraerse, manifiesta retraso en el aprendizaje, problemas emocionales, se muestra irascible con sus iguales e incluso suele tener comportamientos violentos, porque cree que esa es la manera normal de relacionarse. A menudo, llega a pensar que tiene la culpa de la mala situación en el hogar y puede sufrir una depresión.
¿Qué más puede aislarle?
Fobia social. Se manifiesta con sudoración, palpitaciones, tensión muscular, disfunciones intestinales y enrojecimiento de la piel. En ocasiones, puede llegar a confundirse con un ataque de pánico. Quiere estar en lugares donde se siente seguro y con personas conocidas, de su entorno. La manifiesta ante adultos y ante niños de su misma edad.
Ansiedad por separación. Quien la padece sufre un temor desproporcionado al separarse de la persona de referencia o incluso del hogar, angustia o miedo excesivos a perderse, a alejarse de su zona, a que le pase algo a la persona de apego, a dormir fuera de casa, pesadillas recurrentes con el tema de la separación, dolores de cabeza, náuseas, dolor abdominal cuando anticipa la separación...
Trastorno del espectro autista. Se caracteriza por problemas al interactuar con otras personas, intereses restringidos y movimientos repetitivos. El diagnóstico temprano es vital para su tratamiento.
Altas capacidades. Se descubre en bebés muy precoces que aguantan la cabeza antes de cumplir el mes de vida, que dicen su primera palabra antes de los cinco meses y que con seis meses ya responden a su nombre. Pueden tener hipersensibilidad emocional y sensorial y, en ocasiones, también hipersensibilidad psicomotriz (son muy movidos, se agotan muy difícilmente). Además, tienen mucha memoria y ofrecen resistencia a la autoridad. Su incomprensión puede llevarles a sentirse aislados, frustrados y marginados. Por esa razón, prefieren estar a su ritmo aunque sea en soledad.
¿Puede ser solo timidez?
La timidez es frecuente en la infancia, por lo que resulta muy importante reconocer sus aspectos positivos. “Los niños tímidos, antes de actuar, observan la situación, la evalúan, la analizan y, después, pasado un tiempo, actúan o se unen al grupo. Es muy importante la reacción de padres y madres ante esta situación. Deben respetar la propia personalidad del niño, sus tiempos y su maduración y no sobredimensionar el problema, entendiendo que con la edad aprenderá a relacionarse mejor y mostrar su apoyo y confianza, reforzando así su autoestima”, concluye Vilar.