Emociones
No se trata de buscar la felicidad a toda costa, sino de saber gestionar lo que sentimos en cada momento para estar en equilibrio.
Todas son buenas.
Mar Romera, una experta en educación emocional contra la búsqueda de la felicidad por encima de todo, afirma: “Yo no quiero que mis hijas sean felices, yo quiero que vivan todas las emociones”. Estas palabras, provocadoras, las pronuncia, rotunda, esta maestra o, como a ella le gusta llamarse, “seño” o “hacker de la educación”. Los niños viven sus sentimientos con gran intensidad porque su cerebro emocional es desproporcionalmente grande en comparación con el racional. No pueden refrenar o disimular sus emociones. Los niños pequeños, además, son incapaces de expresar sus sentimientos con palabras.
Vivir todas las emociones
“Yo quiero que mis hijas estén tristes cuando pierden a alguien, porque si no serían psicópatas. Yo quiero que mis hijas sientan enfado cuando alguien las pisa, porque si no serán mujeres maltratadas. Quiero que mis hijas sientan asco para rechazar aquello que no deben acoger”.
Aprendizaje versus felicidad
Para esta experta, es urgente “entrenar todas las plataformas emocionales y quitar de nuestra vida la intencionalidad de que queremos la felicidad para nuestros hijos”, porque “la felicidad es el sentimiento que se ancla en la emoción de la alegría, que viene de la dopamina”. Mar Romera advierte que “la dopamina crea adicción y a veces la buscamos fuera, cuando ya no tenemos la capacidad de entrenarla desde dentro” y, en lugar de buscar la felicidad y la alegría por encima de todo, recomienda a padres y madres buscar “la acetilcolina para el aprendizaje y la vida amorosa en familia desde la curiosidad y la admiración, donde los referentes fundamentales serán mamá y papá u otros, y en ellos debemos anclar el vínculo. El amor no se ancla en la alegría, se ancla en la admiración”.
Clases de emociones
Mar Romera cree también que debemos tener claro que “gracias a la neurociencia sabemos que no hay emociones buenas ni malas, lo más que podemos decir es que hay emociones agradables y desagradables. Las emociones no son cultura, son química”. Y en su libro La familia, primera escuela de emociones, Mar habla de 10 emociones básicas: “las desagradables serían el miedo, la rabia, la culpa, la tristeza y el asco. Como emoción neutra está la sorpresa. Y en las emociones agradables tenemos la alegría, de la que tanto se habla, pero hay más: la curiosidad, la seguridad y la admiración”. Para educar, nos cuenta Mar, los mejores ingredientes emocionales son la curiosidad, la admiración y la seguridad y añadir una pizca de alegría. Es lo que esta experta llama CASA.
Entrenamiento y equilibrio
En una etapa en la que por fin se reconoce la importancia de las emociones en nuestra vida (Mar llega a decir que “con las emociones se mueve el mundo”), la experta advierte de que “las estadísticas nos dicen que uno de cada cuatro niños en la próxima década sufrirá un trastorno de salud mental”. Parece importante apostar por una “estructura emocional equilibrada”, porque “la calidad de mi vida depende de la calidad de mis pensamientos, no de mis circunstancias. Y mis pensamientos dependen de la plataforma emocional en la que los emito, por lo que es importante entrenar todas las emociones”. Defensora de la infancia, considera que con la sociedad actual “no estamos teniendo en cuenta las necesidades de los niños, que son muy simples: jugar. Les hemos robado los espacios, les hemos robado el tiempo, la posibilidad de crear, porque incluso les hemos robado los juguetes. El tiempo está absolutamente limitado y programado y el niño necesita tiempo para jugar. El juego en el niño es el elemento básico, pero es su juego, no el juego que nosotros, los adultos, nos hemos inventado”. Además, reivindica que “los niños tienen derecho al juego”, pero además tienen derecho a la participación, a opinar sobre los asuntos que les afectan”, y por tanto apuesta por “una educación con la infancia”.
Si le preguntamos cuál es el mayor reto para padres y madres de hoy en día, contesta sin dudar que “necesitamos recuperar y controlar el tiempo de ahora. Nos está pasando un poco como a los hombres de gris de Momo, se están llevando el tiempo. En el momento de la mayor comunicación mundial, vivimos la mayor incomunicación en casa, en los grupos de iguales… Necesitamos tiempo para pasear, para observar la naturaleza, tiempo para llorar y estas lágrimas tienen que ser en familia. “Mis hijos tienen que ver que no soy insensible porque tengo prisa”.
Los mejores ingredientes emocionales son la curiosidad, admiración, seguridad y alegría