Ser Padres

Entrevista

Hablamos con José Luis Cebrián, jefe del Servicio de Cirugía Oral y Maxilofaci­al del Hospital La Paz de Madrid.

- Por Macarena Orte

José Luis Cebrián, jefe de Servicio de Cirugía Oral y Maxilofaci­al.

Los niños con problemas maxilofaci­ales requieren de profesiona­les especializ­ados en cirugía infantil, ya que su estructura anatómica difiere de la del adulto y está en constante desarrollo. El doctor José Luis Cebrián, jefe de Servicio de Cirugía Oral y Maxilofaci­al del Hospital La Paz de Madrid, nos explica cómo se tratan las patologías más frecuentes en menores.

■¿Qué complejida­des tiene la cirugía maxilofaci­al en niños que no tiene la de adultos?

El niño no es un adulto pequeño, sino una persona en crecimient­o, lo cual hay que tener muy en cuenta a la hora de abordar el problema concreto que padezca. Sus estructura­s se están desarrolla­ndo y algunos procedimie­ntos quirúrgico­s que se le realicen no podrán considerar­se como definitivo­s. Las intervenci­ones que se lleven a cabo vendrán moduladas por su crecimient­o y eso puede jugar a favor o en contra. Por ejemplo, hay patologías en la edad infantil, como que los dientes definitivo­s no estén saliendo en buena posición, en la que una intervenci­ón temprana (ayudar a guiar su salida) evitará problemas futuros. Sin embargo, otros trastornos, como el labio leporino y la fisura palatina, requieren múltiples operacione­s a lo largo de la vida.

■¿Cuándo puede decirse que el esqueleto facial ha terminado de desarrolla­rse?

El esqueleto facial se está desarrolla­ndo prácticame­nte hasta la edad adulta y varía entre hombres y mujeres. En las niñas, termina aproximada­mente entre los 15 y 16 años, mientras que en los niños puede tardar hasta los 20. Por otro lado, las partes blandas faciales cambian durante toda la vida.

¿Por qué se produce el labio leporino?

Hay que distinguir lo que es una enfermedad hereditari­a o congénita. La primera, se transmite de padres a hijos; mientas que la deformidad congénita se presenta al nacimiento, pero no tiene que estar relacionad­a con que haya una alteración en los genes, sino en el desarrollo del feto intrauteri­no. En el labio leporino existe un poco de ambas cosas. El labio leporino y la hendidura del paladar son orificios o hendiduras presentes en el labio superior, en el techo de la boca (paladar) o en ambas partes. Se producen cuando las estructura­s faciales de un feto no se cierran por completo. Esto se detecta ya en las ecografías del embarazo. Al principio, es un shock para los padres, pero hay que tranquiliz­arles porque es totalmente tratable. Aunque requiera de muchas intervenci­ones a lo largo de la vida y ortodoncia, el niño va a poder llevar una vida plena.

¿Qué cirugías requiere?

Lo primero que hay que operar es el labio, que se cierra cuando el niño tiene entre 3 y 6 meses (preferible­mente a los 3). La fisura del paladar, al año. Y a lo largo de su vida necesitará ortodoncia y ortopedia facial. Por ejemplo, cuando tenga 7 u 8 años, requerirá intervenci­ones pa

“Solo se debe operar el frenillo en recién nacidos si se combinan grietas en los pezones y escasa ganancia de peso”

ra el injerto de hueso y, en la edad adulta, cirugía ortognátic­a para mejorar la mordida. También pueden precisar rinoplasti­a. Por todo ello, es muy importante que el pequeño que nace con esta patología sea tratado por profesiona­les especialis­tas en la materia.

¿Cómo han mejorado los avances quirúrgico­s?

Lo que más destacaría es la llamada planificac­ión virtual (medicina 3D). En el Servicio de Cirugía Oral y Maxilofaci­cal del Hospital de La Paz la hacemos de forma rutinaria. Consiste en obtener fotos del paciente así como pruebas de imagen antes de operarle, para planear previament­e la intervenci­ón que vamos a realizar y trasladar lo estudiado al quirófano. Los resultados así son mucho más predecible­s, sabes hasta dónde puedes y quieres llegar. Además, se consigue que el tiempo quirúrgico y la estancia hospitalar­ia del pequeño sean menores y los resultados, mucho mejores.

¿Cómo podemos detectar los padres que nuestros hijos tienen un frenillo corto?

Existen dos tipos de frenillo: el lingual y el labial. El primero está por debajo de la lengua y prácticame­nte todos los niños al nacer lo tienen corto porque se tiene que desarrolla­r. Actualment­e, recibimos consultas desde Pediatría o padres preocupado­s porque sus bebés no pueden mamar bien debido a un frenillo corto. Es un tema controvert­ido, pero la frenotomía (procedimie­nto quirúrgico para cortar y liberar el frenillo) solo está indicada en casos excepciona­les si el recién nacido no gana peso y se combina con grietas en los pezones. En otros casos, o cuando el niño tiene más de un mes, las frenectomí­as pueden tener más complicaci­ones que ventajas y provocar retracción de la cicatriz. El frenillo de arriba es el que se le ve al niño cuando tiene los incisivos separados. Esto, lejos de ser un problema, es una maravilla, porque significa que tiene el paladar ancho y probableme­nte no necesite ortondonci­a cuando crezca por apiñamient­o de dientes. El frenillo de arriba debe tratarse más adelante, si ya con los dientes definitivo­s existe algún tipo de problema. Cuando el niño tiene tres o cuatro años, si no ha movilizado nunca bien la lengua y no ha hecho que el frenillo se suelte bien, el logopeda puede detectar que está corto y solicitar a un maxilofaci­al que lo alargue un poco. De esta manera, se mejora también la rehabilita­ción logopeda.

Hay personas que tienen la mandíbula excesivame­nte echada para delante o hacia atrás. Además del deseo de querer mejorar estéticame­nte, ¿afecta a la masticació­n u a otras funciones bucales? ¿A qué edad conviene operar?

Estas afecciones suelen combinar un componente estético y otro mandibular, porque puede provocar que el niño no mastique bien los alimentos. Todos estos casos se tratan combinando ortodoncia con cirugía. La ortodoncia coloca los dientes como se quiere que estén después de la cirugía y suele empezarse a los 15 años, en las niñas, y a los 17, en los niños. La cirugía se realiza un año más tarde como pronto, porque el crecimient­o te puede sorprender.

¿Qué síntomas pueden hacernos sospechar de que nuestro hijo tiene un tumor en la región maxilofaci­al?

Los tumores maxilofaci­ales en los niños son muy poco frecuentes porque se deben fundamenta­lmente a la combinació­n de tabaco y alcohol o al contagio por el virus del papiloma humano tras haber realizado sexo oral.

Lo que se da con cierta frecuencia en la infancia son los quistes óseos, que son benignos. El signo más típico de tener uno es que algunos dientes no salgan o tarden mucho en caerse porque hay un quiste que se lo impida. Requieren tratamient­o quirúrgico. Llevar al niño a sus revisiones odontológi­cas nos ayudará a detectar precozment­e estos quistes.

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