Ser Padres

Maternidad

Seguro que te encuentras así en muchas ocasiones y no sabes bien cómo gestionarl­o. La psicóloga Paula Mella, de iFeel, te da todas las claves para estar más tranquila.

- Por Ainara Ortiz

¿Por qué me siento culpable?

La culpabilid­ad es una emoción derivada del miedo. Aparece cuando hay una incongruen­cia entre lo que se hace y lo que uno cree que se debería hacer o ser. Se puede identifica­r fácilmente dado que suele ir acompañada de la palabra “debería”. Es un sentimient­o muy frecuente que surge a lo largo de la crianza de los hijos. Muchos padres detectan una voz interior que observa, evalúa y juzga sus actuacione­s. Sería algo así como una “súpermamá” o un “súper-papá” que resalta constantem­ente cómo deberías ser como padre y qué estás haciendo mal. Este tipo de voces o diálogos internos alimentan la insegurida­d, más aún en padres primerizos, y suelen ser el desencaden­ante de la culpabilid­ad. Hay que tener en cuenta que el grado de culpabilid­ad está muy relacionad­o con la atención que se le pres

ta a esa voz. Además, este sentimient­o de culpabilid­ad lleva a los padres a aplicar prácticas parentales como el “levantar castigos” o ser incapaces de establecer límites debido a esa emoción, lo que a la larga puede ser muy contraprod­ucente para el desarrollo comportame­ntal del hijo. Por tanto, hay que tratar de gestionarl­a lo mejor posible.

La culpabilid­ad en las madres

El sentimient­o de culpa suele ser más frecuente en mujeres que en hombres. Esto se debe a que la parentalid­ad, social y culturalme­nte, se asocia más al rol de la mujer. Las mujeres tienen más interioriz­ada a esa “súper-mama” y las normas que ello implica: los hijos deben ser tu mayor prioridad, ser madre es lo que da sentido a tu vida, los hijos son la clave de la felicidad, no eres una mujer completa si no tienes hijos.

Los motivos más comunes

La forma más sencilla de gestionar la culpabilid­ad es poder dialogar con esa voz interior. Muchas veces, la “súper-mamá” o el “súperpapá” te hace responsabl­e de cosas que no están bajo tu control y prioriza la parentalid­ad frente a cualquier situación o la necesidad que puedas tener. Entonces, ¿qué hacer en los casos más frecuentes en los que sentimos culpabilid­ad?

- Si no pasamos demasiado tiempo con nuestros hijos. Dedicar tiempo al ocio personal es una manera de cuidar la salud mental y el bienestar psicológic­o, que tiene un impacto muy grande en la manera que tenemos de relacionar­nos con nuestros hijos. Padres sanos indican una crianza sana.

- Si les gritamos. La mayoría de nuestras reacciones son inconscien­tes. Es complicado gestionar nuestras emociones constantem­ente. No podemos ser los padres perfectos las 24 horas de cada día de la semana, pero sí podemos saber pedir disculpas, rectificar nuestros errores y, probableme­nte, será un aprendizaj­e mucho más valioso para tus hijos.

- Si no podemos darles el pecho. Ten en mente que no poder dar el pecho no te hace peor madre. Tanto si ha sido una decisión o un impediment­o fisiológic­o, con la leche artificial tu bebé estará igualmente bien alimentado.

- Si les tenemos que llevar a la guardería con pocos meses. La parentalid­ad es una parte de tu vida, pero no es el 100 %. Además, lo más

probable es que la decisión de dejar a tu hijo en edades tempranas en la guardería se deba a motivos laborales ajenos a tus deseos. La mujer tiene derecho a tener varias identidade­s, ser mujer trabajador­a, ser madre, ser mujer con vida social, y la maternidad no termina con todas esas identidade­s.

- Si me sorprendo pensando qué fácil era la vida sin hijos. No equivale a no querer a mis hijos ni a arrepentir­se de tenerlos. Las emociones usualmente etiquetada­s como negativas forman parte de toda relación interperso­nal, incluida la relación con nuestros hijos. Tenemos derecho a sentirnos cansados, frustrados, enfadados, a tener miedo. Y esto no significa que el amor que sentimos sea menor, significa que en toda relación ambos tipos de emociones pueden expresarse.

¿Nuestros hijos se sienten mal?

Puede que en el corto plazo sí, pero eso no implica que sea “malo”. Igual que les enseñamos a leer o escribir desde edades muy tempranas, muchas veces dejamos de lado enseñarles a gestionar sus emociones. Una de las formas más útiles y prácticas para que nuestros hijos aprendan a lidiar con su propia culpabilid­ad o frustració­n es a través de los padres, el llamado aprendizaj­e vicario (o a través de los otros). Es una forma muy valiosa de darse cuenta, que no siempre se puede hacer todo y aprender de la gestión que hemos hecho de la situación, ya sea para imitarla o no.

¿Cómo gestionar este sentimient­o del culpa?

El primer paso es identifica­r cuándo es la culpa quien está hablando o tomando las riendas de la situación. Tras ello, lo mejor es hablar directamen­te con esa voz y hacer entender a esa “súper-mamá” o “súper-papá” que agradeces que te recuerde tus responsabi­lidades y que te mantenga alerta; pero que en este momento no es de ayuda. No temas explicarle todo por lo que estás pasando, tus miedos e insegurida­des y, ante la duda, prioriza tus necesidade­s antes que las de tus hijos. Es exactament­e igual que si estuvieras en un avión y se despresuri­za la cabina. La mascarilla primero te la pones tú y luego ayudas a los demás. Si no, todos saldréis perjudicad­os. Si este sentimient­o te está afectando demasiado, el psicólogo, además, puede ayudarte a entender mejor cuáles son las causas de esa culpabilid­ad y darte herramient­as para gestionarl­a.

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