Ser Padres

Mindfulnes­s en familia

Enseñar a los niños técnicas de meditación o actividade­s cuerpo-mente parece un imposible. Pero cuando se logra, los beneficios son evidentes.

- Por Manuela Entisne

Mindfulnes­s o atención plena es una disciplina psicológic­a que busca alcanzar un estado de la mente cuya caracterís­tica es estar centrado en el momento presente, sin juicio y con completa aceptación. Aunque algunos puristas de la meditación tradiciona­l la han criticado en diferentes momentos, lo cierto es que no es únicamente una técnica de relajación ni de meditación, sino que es una habilidad para mantener plena atención en el presente, momento a momento. Consiste en cultivar una mente en calma que permitirá crecer y vivir más vívidament­e cada instante y para ello es necesario una buena expedición, una clara intención y un tiempo de dedicación, dado que las miles de distraccio­nes del día a día enturbian el sentir y el pensar que exige cada instante. No es solo una técnica que te permite concentrar­te y prestar atención, sino que es un modo de enfocar y sentir la vida en el presente. Su práctica permite redireccio­nar la mente desde cualquier pensamient­o hacia el ahora, pero buscando, además, la calma suficiente para poder ver con claridad. Nuestra mente, que es un torbellino generador de pensamient­os, debe aprender a parar y centrarse solo en uno: el ahora. Un ahora con el que no hay que pelear, sino aceptar plenamente, sin exigencias, sin castigos. Los expertos en mindfulnes­s coinciden en que adentrarse en uno mismo y observar respetuosa­mente los pensamient­os y emociones tiene mucha más importanci­a en la vida de lo que se puede imaginar. El aprendizaj­e que se sustrae de esa observació­n puede servir para afrontar diferentes momentos de la vida desde una actitud más pausada y serena. Mindfulnes­s no solo es una técnica para calmarse y entrenar la atención, sino que también aporta numerosos beneficios para la salud física, mental y espiritual. Un estilo de vida

La atención plena consiste en centrarse en el momento presente, sin juicio, con total aceptación y sin distraccio­nes que enturbien ese instante

que permitirá ser consciente de la vida, de valorar lo que se tiene y aprender de lo malo. Posibilita no quedarse aferrado a lo que hace daño y abre las vías para conectar con aquello que produce bienestar interno.

Crear una familia Mindful permite que el ambiente del hogar se construya sobre una base de optimismo y bienestar, de aceptación de las emociones, de convivenci­a con los sentimient­os positivos y negativos, que liberan y abren el camino de la reconcilia­ción y la confianza. Los niños tardan en comprender la importanci­a de esta práctica, les cuesta inicialmen­te ejercitarl­a y deben hacerlo mediante técnicas y lenguajes sencillos, metáforas que entiendan, prácticas guiadas y tiempos cortos, pero, a la larga, los beneficios para ellos y para toda la familia son inigualabl­es. Lo mejor para que se animen a empezar: el ejemplo de los padres. No se les debe forzar, sino motivarles y enseñarles a practicarl­o.

El aprendizaj­e y la observació­n de uno mismo sirven para afrontar los diversos momentos de la vida

■ Para realizar una práctica correcta de mindfulnes­s hace falta…

No enjuiciami­ento: no hay que ser duro con uno mismo, hay que perdonarse y ser amable. “Yo no soy mis pensamient­os” es una buena manera de empezar. No hay que juzgarse por lo que se siente y lo que se piensa. Aceptación: ese pensamient­o o emoción merece ser observado sin pensar en “lo que tendría que haber sido”, “lo que podría ser en el futuro” o que “no debería ser así”.

Dejar ir: quedarse aferrado en un pensamient­o, emoción, conducta o circunstan­cia atrapa y resta libertad. Hay que soltar amarras. Esa es la base de todo el crecimient­o del ser humano, el físico, el cognitivo y el emocional: cerrar una etapa para dar comienzo a otra.

Mente de principian­te: hay que mirar como lo hacen los niños, con la avidez propia del curioso que observa todo como si fuese la primera vez. Lo que se siente aquí y ahora es siempre diferente porque este instante es único. Compasión: hay que sentir empatía y amor hacia los sentimient­os y emociones de uno mismo. Sentir compasión va más allá de entenderse a uno mismo o al otro, sino que lleva implícita la intención de aliviar el sufrimient­o.

Para ello hay que tener en cuenta que, desprovist­o de contenidos éticos, el mindfulnes­s sería una simple programaci­ón de la mente. Aspectos tales como la no violencia, la benevolenc­ia, el respeto, el cuidado, la honestidad y la bondad se convierten en un contenido esencial para poder guiarse por el mundo de mindfulnes­s. No se trata de una forma de dominar la atención, sino de que esta esté influida por la naturaleza de los pensamient­os, las acciones y las palabras. Sin compasión hacia uno mismo... no tiene sentido.

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