Mindfulness en familia
Enseñar a los niños técnicas de meditación o actividades cuerpo-mente parece un imposible. Pero cuando se logra, los beneficios son evidentes.
Mindfulness o atención plena es una disciplina psicológica que busca alcanzar un estado de la mente cuya característica es estar centrado en el momento presente, sin juicio y con completa aceptación. Aunque algunos puristas de la meditación tradicional la han criticado en diferentes momentos, lo cierto es que no es únicamente una técnica de relajación ni de meditación, sino que es una habilidad para mantener plena atención en el presente, momento a momento. Consiste en cultivar una mente en calma que permitirá crecer y vivir más vívidamente cada instante y para ello es necesario una buena expedición, una clara intención y un tiempo de dedicación, dado que las miles de distracciones del día a día enturbian el sentir y el pensar que exige cada instante. No es solo una técnica que te permite concentrarte y prestar atención, sino que es un modo de enfocar y sentir la vida en el presente. Su práctica permite redireccionar la mente desde cualquier pensamiento hacia el ahora, pero buscando, además, la calma suficiente para poder ver con claridad. Nuestra mente, que es un torbellino generador de pensamientos, debe aprender a parar y centrarse solo en uno: el ahora. Un ahora con el que no hay que pelear, sino aceptar plenamente, sin exigencias, sin castigos. Los expertos en mindfulness coinciden en que adentrarse en uno mismo y observar respetuosamente los pensamientos y emociones tiene mucha más importancia en la vida de lo que se puede imaginar. El aprendizaje que se sustrae de esa observación puede servir para afrontar diferentes momentos de la vida desde una actitud más pausada y serena. Mindfulness no solo es una técnica para calmarse y entrenar la atención, sino que también aporta numerosos beneficios para la salud física, mental y espiritual. Un estilo de vida
La atención plena consiste en centrarse en el momento presente, sin juicio, con total aceptación y sin distracciones que enturbien ese instante
que permitirá ser consciente de la vida, de valorar lo que se tiene y aprender de lo malo. Posibilita no quedarse aferrado a lo que hace daño y abre las vías para conectar con aquello que produce bienestar interno.
Crear una familia Mindful permite que el ambiente del hogar se construya sobre una base de optimismo y bienestar, de aceptación de las emociones, de convivencia con los sentimientos positivos y negativos, que liberan y abren el camino de la reconciliación y la confianza. Los niños tardan en comprender la importancia de esta práctica, les cuesta inicialmente ejercitarla y deben hacerlo mediante técnicas y lenguajes sencillos, metáforas que entiendan, prácticas guiadas y tiempos cortos, pero, a la larga, los beneficios para ellos y para toda la familia son inigualables. Lo mejor para que se animen a empezar: el ejemplo de los padres. No se les debe forzar, sino motivarles y enseñarles a practicarlo.
El aprendizaje y la observación de uno mismo sirven para afrontar los diversos momentos de la vida
■ Para realizar una práctica correcta de mindfulness hace falta…
No enjuiciamiento: no hay que ser duro con uno mismo, hay que perdonarse y ser amable. “Yo no soy mis pensamientos” es una buena manera de empezar. No hay que juzgarse por lo que se siente y lo que se piensa. Aceptación: ese pensamiento o emoción merece ser observado sin pensar en “lo que tendría que haber sido”, “lo que podría ser en el futuro” o que “no debería ser así”.
Dejar ir: quedarse aferrado en un pensamiento, emoción, conducta o circunstancia atrapa y resta libertad. Hay que soltar amarras. Esa es la base de todo el crecimiento del ser humano, el físico, el cognitivo y el emocional: cerrar una etapa para dar comienzo a otra.
Mente de principiante: hay que mirar como lo hacen los niños, con la avidez propia del curioso que observa todo como si fuese la primera vez. Lo que se siente aquí y ahora es siempre diferente porque este instante es único. Compasión: hay que sentir empatía y amor hacia los sentimientos y emociones de uno mismo. Sentir compasión va más allá de entenderse a uno mismo o al otro, sino que lleva implícita la intención de aliviar el sufrimiento.
Para ello hay que tener en cuenta que, desprovisto de contenidos éticos, el mindfulness sería una simple programación de la mente. Aspectos tales como la no violencia, la benevolencia, el respeto, el cuidado, la honestidad y la bondad se convierten en un contenido esencial para poder guiarse por el mundo de mindfulness. No se trata de una forma de dominar la atención, sino de que esta esté influida por la naturaleza de los pensamientos, las acciones y las palabras. Sin compasión hacia uno mismo... no tiene sentido.