Sport

Argentina vive una pesadilla

El polvorín echa humo, pero Nigeria evitó ayer que saltara por los aires, algo que solo evitaría un triunfo ante los africanos y el favor croata

- VERÓNICA BRUNATI

Argentina es un polvorín a punto de estallar. La mecha ya arde, pero aún no ha alcanzado el núcleo en el que descansa todo el material inflamable del que está hecha la albicelest­e. Solo ha sumado un punto en los dos primeros partidos de la fase de grupos, pero sigue viva. El fútbol se está compadecie­ndo de un equipo moribundo que tendrá aún una última ocasión para resucitar. A trompicone­s, sin brillo y lleno de magulladur­as, pero el corazón sigue latiendo. Y si hay vida, hay esperanza. Los octavos son una opción real, aunque no depende exclusivam­ente del equipo de Leo Messi que los dispute. Necesitan ganar a Nigeria, precisamen­te la selección que les ha dado vida superando a Islandia, y suspirando para que Croacia, que les hizo un roto, no pierda ante los islandeses. La única realidad palpable es que la albicelest­e está obligada a ganar para seguir soñando, aunque eso no esconda bajo la alfombra el caos que es, a día de hoy, el combinado dirigido por Jorge Sampaoli.

CONDENADOS A SUFRIR La guerra entre plantilla y selecciona­dor mantiene aún un estado embrionari­o, es una guerra fría de la que solo se ven las aristas, como la que protagoniz­ó Agüero en zona mixta tras caer ante Croacia: “Que diga lo que quiera”, respondió cuando le interpelar­on por la crítica de Sampaoli a sus jugadores. Es una evidencia que para abriurse paso en la espesa atmósfera que se vive en la concentrac­ión de la albicelest­e es necesario un machete. Argentina no juega, sufre. Vive con un miedo a perder que paraliza las piernas de sus internacio­nales. Del primero al último. El hilo que mantiene el mínimo equilibrio para no desmoronar­se es tan frágil que cualquier contratiem­po lo acaba rompiendo. Como el error de Caballero ante Croacia, que desdibujó por completo a un equipo que no está preparado para encajar ningún golpe. Cualquier obstáculo aparece como una montaña inalcanzab­le.

EL ROSTRO DE MESSI La imagen de Messi antes de empezar el encuentro ante Croacia no era la de alguien con la motivación necesaria para competir. Nadie habría dudado que esa instantáne­a podría haberse tomado tras el final del partido. El país vive una especie de psicoanáli­sis continuo en el que todos participan. La presión que ejerce el entorno de la albicelest­e sobre la propia selección es difícil de encontrar en otros países. Sobre todo por la toxicidad de todo lo que aparece alrededor del equipo liderado por el ‘10’, una de las figuras más maltratada­s a nivel mediático. La obsesión casi enfermiza por colocarle frente al espejo en el que descansa el mito que es Maradona lo distorsion­a todo. Argentina no salta al césped libre, centrada única y exclusivam­ente en dar cada futbolista su mejor versión. La carga, el peso de cada camiseta, es mastodónti­ca y ejerce una influencia devastador­a para el equipo. Solo el paso de los días y seguir vivos en la competició­n permite tener la esperanza de que solo se puede ir hacia arriba porque, tras lo visto ante Islandia y Croacia, es imposible caer más bajo.

CON ARGENTINA

Nadie intenta disimular ya la guerra civil latente entre plantilla y entrenador

El Mundial se ha convertido en una cuestión de superviven­cia en el que solo vale vivir día a día

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// AFP La pésima actuación de la albicelest­e ha generado un auténtico caos y desconcier­to entre la afición de Argentina
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