El día que el Barça entró en `shock'
El 1 de marzo de 1981, un suceso conmocionó al fútbol español: Quini, Pichichi de la Liga, fue secuestrado. La policía lo liberó 25 días más tarde
En la España de hace 40 años se daban golpes de estado y se secuestraba a jugadores del Barça: lo que hoy resulta inconcebible ocurrió con apenas una semana de diferencia en 1981. El secuestro de Quini, del que hoy se cumplen 40 años, fue un episodio que el paso del tiempo transformó en anécdota pero que en su día fue una bomba.
En la noche del 1 de marzo de 1981, Quini se dirigía al aeropuerto de El Prat para recoger a su esposa, Mari Nieves, que viajaba desde Asturias.
Había sido un buen día: horas antes, el Barça había goleado (60) al Hércules y acechaba el liderato de la Liga, en manos del Atlético. Quini había firmado dos goles y era Pichichi de la Liga. Camino del aeropuerto, el delantero asturiano se detuvo en una gasolinera. Allí, a punta de pistola, le asaltaron dos personas. Cuando su mujer llegó a casa dio la voz de alarma y se activaron los dispositivos policiales. Fue Alexanko el encargado de poner la denuncia, a las 02.30 de la madrugada. El Grupo Omega de la Policía Nacional en Barcelona, encargado de investigar atracos, se encargó del caso. Al principio no fue fácil. “No eran delincuentes comunes, no tenían antecedentes, no sabíamos nada de ellos”, contó años después Juan Martínez Ruiz, uno de los policías encargados del caso. Efectivamente, luego se supo que los secuestradores eran tres jóvenes de Zaragoza desesperados por el paro: Fernando Martín Pellejero, Víctor Manuel Díaz Esteban y José Eduardo Sendino Tejel. No tenían antecedentes penales.
El Barça pidió aplazar su siguiente partido, precisamente ante el Atlético en el Calderón. “Además de piernas, tengo corazón”, proclamaba Schuster. Simonsen, asustado, reconoce que se plantea trasladar a toda su familia a Dinamarca. Zuviría, también asustado pero más bravucón, dice a los periodistas: “Si vienen a por mí, les recibo con una escopeta”.
Después de decenas de llamadas telefónicas entre los secuestradores y el domicilio de Quini, el caso empieza a resolverse. Los secuestradores no tenían experiencia y no tardaron en caer en su propia trampa: cuando llamaban por teléfono hablaban con María Nieves en conversaciones de media hora y le preguntaban incluso cómo iba de ánimos. La policía estrecha el círculo y acuerda el pago de un rescate. El Barça deposita 100 millones de pesetas (600.000 euros) en una sucursal de Credit Suisse en Ginebra. Su fichaje había costado 82 millones de pesetas. Cuando uno de los secuestradores (Díaz Esteban) viaja a Suiza para retirar la primera cantidad, es detenido y revela el paradero de Quini: estuvo retenido 25 días en un zulo de la calle Jerónimo Vicens de Zaragoza, bajo un taller de reparación de motos. Cuando la policía lo liberó, Quini se tapaba la cara con el colchón. “Lo que más recuerdo de aquel episodio es que él pensaba que le íbamos a matar”, rememoraba años después Paco Álvarez, el jefe de aquel operativo policial.
Tres jóvenes de Zaragoza, en paro y sin antecedentes penales, raptaron a Quini después de un Barça-Hércules