El Barça sube el volumen
El equipo barcelonista es de los más tranquilos de la Liga. Se altera poco, pero un clásico es especial. Y mucho más cuando está Gil Manzano de por medio
Los suplentes se hartaron de aguantar a un Ramos que actuó como el ‘sheriff’ de Valdebebas
El atípico clásico de Valdebebas fue de enorme intensidad y tensión. El partido se fue calentando a medida que pasaban los minutos hasta el punto de convertirse en una olla de grillos en el último tercio. El pequeño Alfredo di Stéfano se convirtió en una caja de resonancia mayúscula con los suplentes de ambos equipos y resto de miembros del staff apiñados en la parte superior de la tribuna para protegerse de la lluvia muy alterados por el polémico desenlace. Quien se escuchó desde un primer instante fue Sergio Ramos. Como si fuera el `sheriff' del condado daba consignas a sus compañeros e incluso se atrevió a mandar a sus rivales, como cuando pidió a Alba que lanzara un balón fuera para atender a un compañero. “Tírala fuera, Jordi”, gritó. Y Alba, deportivamente, accedió.
En cualquier caso, tanto Ramos como Carvajal, que estaba a su lado, no pasaron los límites en el primer tiempo, pese a que su voz retumbaba constantemente. El único exceso fue en las protestas por el choque entre Lucas Vázquez y Sergio Busquets, que acabó con la lesión del gallego. Allí se iniciaron las presiones blancas al colegiado.
El barullo se hizo grande en el segundo tiempo. El Barça acorraló al Madrid, redujo distancias y cualquier detalle podía decantar la balanza. En este punto, los suplentes barcelonistas entraron en acción y no permitieron que
Ramos dominara la escena a su antojo.
Piqué, pero especialmente un
Riqui Puig fue el más activo en la grada y Piqué estalló por el escaso tiempo de descuento
comprometido Riqui Puig se volcaron con sus compañeros. “Bé Òscar, bé”, se escuchó en catalán a Riqui animando a Mingueza para que siguiera subiendo por la banda. Igualmente, cada balón recuperado era jaleado desde la grada del Di Stéfano y ya apenas se escuchaba a Ramos.
EL POSIBLE PENALTI El tono fue subiendo y todo estalló a raíz del posible penalti no señalado sobre Braithwaite en la recta final.
“¡Ya está bien!, “¡Qué vergüenza!”, “¡Penalti, penalti!” gritaron en algunas de las expresiones reproducibles de un indignado banquillo blaugrana. Todos ellos levantados y con los brazos levantados. La indignación era máxima y se escuchó un desesperado: “¡Ya era hora!” cuando el colegiado enseñó la segunda tarjeta amarilla a Casemiro. Las constantes faltas del madridista, que solo dejaron de ser impunes en los últimos minutos, eran discutidas con vehemencia desde el bando culé. Piqué, que había vivido relativamente tranquilo, estalló cuando el colegiado levantó la cartulina con solo cuatro minutos de añadido. “¡Son cinco minutos!, “¡cinco minutos!”, fue la petición enfurecida desde la banda más repetida, aunque nadie entendió tan poco descuento cuando se perdieron unos tres minutos solo cuando el pinganillo del árbitro se estropeó. Gil Manzano siguió a su aire y finiquitó el partido sin mayor dilación.