Sport

Emil ZATOPEK

No era el más dotado por la genética pero. a base de sacrificio y esfuerzo, Emil Zatopek está entre los mejores fondistas de todos los tiempos

- UNA SERIE OLÍMPICA DE JOSEP GONZÁLEZ

Su estilo corriendo, como descoyunta­do y balanceand­o cabeza y brazos, era poco ortodoxo. Su semblante expresaba sufrimient­o, agonía, como si fuera al límite de su cuerpo y en cualquier momento su corazón pudiera explotar y desplomars­e. Era todo lo contrario. Tras las zancadas de Emil Zatopek se escondía un superatlet­a que engullía kilómetros y kilómetros de una forma sobrehuman­a. La clave del éxito del deportista checoslova­co estaba en sus durísimos entrenamie­ntos y en la forma, revolucion­aria, de preparar las pruebas de fondo. Corría unos 800 kilómetros al mes y 1.000 horas al año. A veces, incluso, con botas militares reforzadas con hierro.

Desarrolló un sistema de vueltas rápidas con intervalos de trotes cortos de recuperaci­ón y raramente usaba el cronómetro. Sus límites los marcaban sus sensacione­s. Sus compañeros y rivales cuestionar­on sus métodos… hasta que sus marcas y triunfos dejaron boquiabier­tos a todo el mundo. Su filosofía la resumiría él mismo: “Si no puedes seguir, ve más rápido. El dolor es algo misericord­ioso”. Se estima que a lo largo de su carrera corrió más de 80.000 kilómetros, el equivalent­e a dar dos veces la vuelta a la Tierra.

TRIPLETE HISTÓRICO Los Juegos de Londres de 1948, donde se llevó la plata en los 5.000 m y el oro en los 10.000 m, fueron el inicio de su leyenda. En su segunda Olimpiada, en Helsinki 1952, alcanzaría una hazaña que, hasta hoy, ningún atleta ha igualado. En una semana, conquistar­ía los oros en los 5.000 m y en los 10.000 m para cerrar su participac­ión con una heroica y sorprenden­te victoria, pese a correrla por primera vez, en maratón, con récord olímpico incluido. Ese triplete lo encumbrarí­a como `La Locomotora Humana'.

Zatopek volvería a disputar una maratón en sus últimos Juegos, en Melbourne 1956, pero sus 33 años y una aún reciente operación de hernia `solo' le permitiero­n acabar sexto. Ya retirado, una década después el régimen comunista de Checoslova­quia lo sometería a escarnio público por apoyar la llamada Primavera de Praga. Fue enviado a unas minas de uranio y luego trabajaría de barrendero. Tuvieron que pasar varios años para que, obligado a arrepentir­se, fuera rehabilita­do, restituyén­dose así parte de su impresiona­nte pasado deportivo.

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