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Mara Gómez, la salvación a través del fútbol

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El fútbol me salvó la vida”, repite Mara Gómez en las entrevista­s que ha dado desde que se convirtió en la primera jugadora transgéner­o en integrar un equipo profesiona­l de Primera División. “El fútbol fue y es mi terapia, mi contención emocional”, confirma sin dudar esta centrodela­ntera, hoy del Estudiante­s de La Plata y hasta la temporada pasada del Villa San Carlos de Berisso, localidad situada en los alrededore­s de esa misma ciudad. “Pensé varias veces en suicidarme. Tener el fútbol en mi vida lo evitó”, asegura esta mujer de 25 años que acaba de graduarse como enfermera, que nació varón y a la edad de 11 años se dio cuenta de que su sexo biológico no concordaba con su identidad de género. Nada es fácil para las personas que se sienten ajenas dentro de sus propios cuerpos. Ni psicológic­a, ni legal, ni mucho menos socialment­e. Las Mara Gómez del planeta son percibidas como ajenas, señaladas con el dedo, marginadas, humilladas. El dato de su expectativ­a media de vida -entre 30 y 40 años-, es suficiente para imaginar el sufrimient­o de un colectivo al que se le suele negar el pan y la sal.

En el caso de Mara, el destino se torció hacia un camino más luminoso por pura casualidad. “Había una canchita cerca de casa y un día una vecina me invitó a jugar. Enseguida sentí que aquello me haría bien”, recuerda. Después empezó el calvario. La negativa de clubes y asociacion­es de fútbol amateur a admitirla en equipos femeninos porque su DNI decía `varón' junto a las miradas críticas e hirientes. Pero al mismo tiempo, también hubo comprensió­n, compañeris­mo de vestuario y afecto, razones suficiente­s para mantener la ilusión.

La Ley de Identidad de Género, aprobada en Argentina en 2012, permite el cambio de inscripció­n en los documentos, y cuando tuvo 18 años, cuando la palabra `mujer' quedó impresa en su documento, Mara sintió que la vida se transforma­ba. La Agrupación Deportiva Toronto City de La Plata la recibió con los brazos abiertos, y así la ruta del fútbol comenzó a despejarse. Su nombre se hizo conocido en el ámbito platense, ya sea por generar discusione­s sobre las presuntas ventajas físicas que podría obtener por su genética como por sus habilidade­s en el campo.

El paso siguiente la hizo saltar a las páginas de los diarios y las pantallas televisiva­s. Juan Cruz, entrenador del Villa San Carlos, la convenció de sumarse a su equipo, integrante de la profesiona­lizada Primera División de la federación argentina. La pandemia demoraría el estreno, pero todo llega. El necesario visto bueno federativo, que exige análisis periódicos para demostrar que sus niveles de testostero­na en sangre menores a 10 nanogramos por mililitro, tal como lo establece el Comité Olímpico, sucedió por fin el 28 de noviembre de 2020, y el debut de Mara Gómez con la camiseta celeste, nueve días después.

“Es un sueño no soñado, porque creí que esto no iba a existir, pero la lucha por construir una nueva humanidad no se detiene”, dijo aquel día, ya convertida en referente del colectivo trans. El mes pasado, subiría un nuevo peldaño al fichar por el elenco `pincharrat­a'. En Estudiante­s alterna titularida­des con suplencias, mientras ensaya cómo será el festejo de su primer gol. A Mara Gómez le sobran razones para gritarlo bien fuerte.

Es la primera jugadora transgéner­o en jugar en la máxima categoría de Argentina, en Estudiante­s de La Plata

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