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¿Quién manda aquí?

Existen varios modelos de gobernanza en Europa con los que conviven los clubes de la élite futbolísti­ca.

- ADRIÀ SOLDEVILA

En las oficinas del FC Barcelona se ha visto, en los últimos meses, un informe con los modelos de gobernanza que existen en el mundo del fútbol. El club azulgrana no se ha planteado en ningún momento –por lo menos con Joan Laporta en la presidenci­a– cambiar su estatus jurídico de asociación sin ánimo de lucro, propiedad de sus socios, pero hubiese sido negligente por parte de los nuevos gestores no querer conocer los tipos de gobierno con los que trabajan los principale­s clubes de la élite futbolísti­ca. Porque aunque no se hayan querido remover las aguas a nivel público, el club ha estudiado a su competenci­a para tener una visión completa de cómo funciona el fútbol actual.

El profesor Sean Hamil, miembro del comité del Máster Ejecutivo en Gobernanza del Deporte Global y colaborado­r de la UEFA, defiende que existen cuatro modelos de propiedad: clubes vinculados al Estado (habitual en los países del Bloque del Este cuando existía la URSS), asociacion­es deportivas (el caso del Barça o el Real Madrid), empresas de un solo propietari­o (Chelsea o PSG) y sociedades anónimas con varios accionista­s (mayorítari­as en el fútbol profesiona­l español). Dentro de cada una de dichas opciones existen varios modelos distintos.

Porque la Sociedad Anónima del Bayern de Múnich no funciona de la misma manera que la del Benfica o la del Manchester City. Y mucho menos que los clubes de accionaria­do popular, de los que hablaremos en un futuro Sport Dossier.

Mucho se ha hablado del modelo del Bayern, un club de sus socios que posee el 75% de las acciones de una sociedad mercantil que gestiona el negocio del fútbol y en la que su CEO es el exguardame­ta Oliver Kahn, que heredó en julio de 2021 el cargo ostentado durante 19 años por la también leyenda Karl-Heinz Rummenigge. Esa sociedad también es propiedad, a partes iguales, de tres grandes empresas bávaras: Adidas, Allianz y Audi. Cada una de ellas dispone del 8,33% del accionaria­do. El resto de deportes profesiona­les y amateurs dependen del club, que funciona exactament­e igual que otras entidades deportivas y que es propiedad de más de 290.000 socios. “La ley alemana dice que, como mínimo, los clubes de fútbol deben tener el 50% más un voto de la sociedad anónima para que los socios mantengan el control [a excepción del Leipzig, el Bayer Leverkusen o el Wolfsburgo, que son propiedad de una

empresa]. El Bayern se blindó y por estatutos no puede tener menos del 70% de acciones de la Bayern München AG”, cuenta a Sport Dossier el periodista Marc Mayola, socio del club muniqués que, como el Barcelona, aprueba sus cuentas anuales en una asamblea en la que –a diferencia del club catalán– “pueden participar todos los socios que así lo deseen

con antigüedad mínima de un año”. En esa misma asamblea, si la ocasión lo requiere, los socios aprueban los cambios de presidente. Sin elecciones ni candidatur­as. El consejo propone al sustituto y la asamblea le ratifica. Así sucedió en 2019, cuando Herbert Hainer recogió el testigo de Uli Hoeness.

Una organizaci­ón similar existe en el Benfica. El club polideport­ivo portugués, el segundo con más socios del mundo (244.000), posee el 64,65% de las acciones de la Sociedad Anónima Deportiva (SAD) que gestiona el negocio del fútbol. Las dos principale­s diferencia­s con el Bayern, tal y como cuentan desde la entidad lisboeta, es que en el Benfica sí hay elecciones a la presidenci­a cada cuatro años –las últimas las ganó Rui Costa– y que el club dispone de varias sociedades además de la SAD vinculada al fútbol. Todas ellas, dedicadas a distintas áreas de negocio: servicios médicos, correduría­s de seguros, inversione­s inmobiliar­ias, productora­s de contenidos audiovisua­les, adquisició­n de empresas extranjera­s o inversione­s en

relacionad­as con el fútbol.

BARÇA: POLÍTICO Y DEMOCRÁTIC­O

En el Barcelona, a diferencia de las Sociedades Anónimas y de los clubes con un propietari­o único que ejecuta sin fiscalizac­ión, la gobernanza está marcada por varios factores que impactan en la gestión del club. Hasta ahora, las juntas directivas debían avalar el 15% del presupuest­o anual para, en el caso de generar pérdidas, restablece­rlas con su patrimonio personal. Y sin cobrar. Con la nueva Ley del Deporte, ese 15% dejará de ser obligatori­o y cada club escogerá su modelo de control económico. Pero es evidente que los avales han condiciona­do históricam­ente las decisiones de los directivos, que tienen la última palabra por encima de los profesiona­les. “Los directivos del Barça quieren participar y gestionar. Como han avalado creen que tienen derecho a hacerlo. Se meten en decisiones ejecutivas sin tener la capacidad técnica para hacerlo”, comenta a Sport Dossier una voz que ha participad­o en clubes con distintos modelos de gobernanza. Otro de los factores es aquello que se podría calificar como el trabajo político. Según la misma fuente,

“el Barça se parece a una administra­ción pública. Tiene dos cuentas de resultados: una económica y otra de votos. Si gestionas el Barça no puedes contar solamente si ganas o pierdes dinero y partidos, sino también si ganas o pierdes apoyos entre la gente que te votará”. De ahí la calidad democrátic­a del club, que puede cambiar de presidente cuando sus socios lo consideren convenient­e, ya sea a través de elecciones convencion­ales o mediante un voto de censura con el apoyo mínimo del 66% de los votantes. En las sociedades, esto no sucede. El propietari­o o accionista­s pueden mantenerse en el cargo tanto tiempo como lo deseen.

CLUBES-ESTADO Y SU CAPITAL

El presidente de La Liga, Javier Tebas, denuncia desde hace años las facilidade­s financiera­s de los teóricos clubes-Estado. Su discurso se centra en dos entidades: el Paris Saint-Germain y el Manchester City. Sin embargo, en la élite europea solamente existen dos clubes gestionado­s por un país: el PSG, propiedad del fondo soberano de Catar, y el Newcastle United, adquirido por el fondo soberano de Arabia Saudí. El Manchester City es propiedad del conglomera­do empresaria­l City Football Group, cuyas acciones pertenecen a Abu Dhabi United Group (77%), una empresa privada del Sheikh Mansour –miembro de la familia real de Abu Dhabi–, a China Media Capital (13%) y a Silver Lake (10%). Es decir, el City no es propiedad de ningún Estado ni tiene las inyeccione­s de capital que sí logra el PSG de manera encubierta a través de cobrar publicidad de varias empresas públicas de Catar.

Lo que sí puede hacer el Manchester City, de la misma manera que el Bayern o el Benfica, es pedir dinero a los accionista­s. Silver Lake invirtió 500 millones de dólares cuando compró el 10% de las acciones de City Football Group y Adidas, Audi y Allianz también pusieron 75, 90 y 110 millones respectiva­mente en el Bayern cuando entraron en el accionaria­do. ¿Por qué Allianz pagó más? Porque el valor del Bayern subió con los años. Pero los ingresos de una Sociedad Anónima o de una asociación deportiva no son distintos. De hecho, el Barça facturaba antes de la pandemia 1.000 millones de euros. Y siendo un club de sus socios. El PSG, ese club-Estado con tantas ventajas, factura 600 millones de euros.

Bayern, City o Benfica son SAD, pero tienen modelos distintos

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La propiedad del Barça es de sus más de 140.000 socios, que tienen en su mano la continuida­d de la junta directiva. // VALENTÍ ENRICH
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El Manchester City forma parte de un conglomera­do que posee otros diez clubes de fútbol, como el Mumbai City FC. // AFP
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Karl-Heinz Rummenigge fue CEO del Bayern durante 19 años, hasta julio de 2021. // EFE

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