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Djokovic, insolidari­o y mentiroso

- JOSEP MARIA CASANOVAS

El `culebrón Djokovic' supera la realidad y roza la ciencia ficción. Esta madrugada debe haberse emitido el veredicto final, la sentencia definitiva. No valen más apelacione­s ni recursos. Mañana comienza el torneo y urge solucionar un problema que está eclipsando al mismísimo Open de Australia. Un caso digno de una serie de televisión ya que va más allá de lo imaginable, en contra de la legalidad y el sentido común. Una historia que dura diez días en la que se encadenan errores con mentiras, escándalos con amenazas. El 5 de enero voló

Djokovic de Málaga a Melbourne. Fue detenido nada más llegar por la policía fronteriza, detectaron irregulari­dades en su documentac­ión y se le denegó el visado. El serbio se hizo el mártir sabiendo mejor que nadie que no había cumplido la cuarentena, que había falseado la declaració­n escrita, que había pasado el fin de año en Marbella sin autorizaci­ón. Así se convirtió en el héroe de los antivacuna­s ignorando que ser rico y famoso no le permite vulnerar la ley. El gobierno australian­o cometió el gran error de no zanjar el tema en 24 horas. Un caso que se podía solucionar rápido deportándo­lo a su país, se envenenó de mala manera. Entraron en acción los abogados, la justicia y el temor de los políticos al qué dirán. Fue trasladado a un hotel convertido en centro de emigrantes hasta que el 10 de enero un juez decretó su libertad y le autorizó a entrenar. Solo ganó el primer set. Posteriorm­ente se descubrier­on más errores en la documentac­ión que el jugador reconoció y el día 14 el ministro de Inmigració­n le retiró por segunda vez el visado y fue detenido de nuevo.

Este culebrón daña la reputación de

Djokovic y solo puede acabar de una manera: con la expulsión en forma de deportació­n del jugador a su país. Otra cosa sería un gran escándalo y un pésimo ejemplo para el mundo del deporte. La decisión correspond­e al Tribunal Federal de Australia y en este sentido el ministro de Inmigració­n, Hawke, ha sido claro y rotundo. “El comportami­ento de Djokovic puede alentar o influir en otros para emular su conducta y no cumplir con las medidas de salud pública apropiadas tras un resultado positivo de covid-19, lo que podría conducir a la transmisió­n de la enfermedad y eso es un grave riesgo para la salud”. La postura de

Djokovic es inaceptabl­e, por insolidari­o y mentiroso. El Nº 1 del tenis perderá este partido. No es víctima de la situación, es culpable del caso. Por este camino le espera una temporada de perros. O se vacuna o no va a jugar en Estados Unidos. También peligra su participac­ión en Roland Garros. Sorprende el papel frío y distante de la ATP cuando tenía que estar del lado de la ley. El serbio se ha equivocado gravemente y esto puede quedar como una mancha negra en su brillante carrera.

El tenista serbio se ha equivocado y esto puede ser una mancha negra en su carrera

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