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Antes todo esto era más serio. O lo parecía

- JOSEP LLUÍS MERLOS JLMerlos

ALGUIEN SE HA EMPEÑADO EN JODERNOS EL VERANO, en no permitir que nos pongamos aún las bermudas y las chancletas. Después de que Red Bull sonrojara a Ferrari en Budapest, la F1 se ha ido -en teoría- de vacaciones. Y, sin embargo, nadie recuerda un arranque de este período de `inactivida­d' tan movidito. Se ha hablado del `efecto mariposa' que supuso que Sebastian Vettel abriera una cuenta en las redes sociales para anunciar su retirada a final de temporada, lo que desencaden­ó un torrente de movimiento­s inédito. También algunas interaccio­nes que fueron auténticas meadas fuera del tiesto. Pero puede que todo comenzara con la guerra entre el equipo Chip Ganassi Racing y el McLaren Arrows por hacerse con los servicios de Alex Palou para el próximo curso. ¿En la Indy o en la F1? Ese es el despertar de la serpiente de este verano que luego hemos visto que tiene una cierta relación con algunos de los `protas' del sainete del estío: el anuncio del fichaje de Alonso por Aston Martin, cuando todos esperaban la renovación con su actual equipo; el ridículo de Otmar Szafnauer siendo incapaz de localizar al asturiano en Oviedo; el comunicado de Alpine con la futura incorporac­ión de Piastri -que ha pasado de no tener coche a disponer de dos monoplazas a su servicio para 2023-; el desmentido del australian­o al anuncio de los de Enstone (al parecer por supuestas negociacio­nes con varios equipos); el `padreo' de Mark Webber -mánager de Oscar- con esta formación; la sombra de Briattore planeando sobre tan cargado ambiente; las especulaci­ones sobre el papel de Alonso en el conflicto por el joven piloto, y finalmente (¡de momento!) la continuida­d de Alex Albon en Williams. Pero visto el ritmo y la cadencia de esta `canción del verano', creo que el `sotto fondo' de este enloquecid­o juego de las sillas musicales aún no ha terminado… aunque, en teoría, está prohibida cualquier `actividad' para la F1 en este paréntesis canicular.

Y hablando de música, “unos que vienen y otros que se van” como cantaría Don Julio en este agosto festivaler­o. Se va, en teoría, la F1, y regresa MotoGP en Silverston­e.

Los de las motos vuelven y Marc Márquez cuelga en las redes una fotografía en la que se le ve entrenando a tope en la piscina. Solo faltaba de fondo la banda sonora de `Tiburón' para mayor tembleque de algunos bañistas. Tradiciona­lmente el regreso a la actividad se producía en Brno, donde se consolidab­an los acuerdos de futuro entre pilotos, equipos y marcas, que se habían estado fraguando a la sombra de algún chiringuit­o estival.

Ahora llegamos al GP de la Gran Bretaña y con casi todo el pescado vendido. A falta de nueve carreras -un periquete, y no nos daremos cuenta y nos habremos plantado en Valencia en un santiamén-, está definida casi toda la parrilla de MotoGP del 2023. Viendo el careto avinagrado del siempre jovial Jack Miller en la World Ducati Week celebrada en Misano, a la que Jackass tuvo que acudir cumpliendo su contrato con su todavía actual marca, uno se pregunta: ¿con que ánimo afrontarán la segunda parte de la temporada los pilotos que saben que o ya no se juegan nada (Dovizioso, que cuelga el casco, o Morbidelli, que casi ya es un expiloto con sus rodillas más castigadas que las de Umtiti) o que el año próximo vestirán otros colores?

Personalme­nte estoy disfrutand­o con la temporada de MotoGP y niego totalmente a quienes dicen que “ahora las motos son más aburridas”. A mí no me lo parecen, sino todo lo contrario. Pero sí que estoy de acuerdo en que tal vez las carreras que tenemos por delante no necesitan de pilotos con el indicador de batería parpadeant­e. Espero que, en aras de la profesiona­lidad, su comportami­ento tenga el rigor que todos merecemos y esperamos. Seamos serios, por favor.

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