Sport

La valentía de los futbolista­s (y los aficionado­s) de Irán

La selección iraní, a excepción de dos jugadores, secunda las protestas de su pueblo contra la represión de los ayatolás

- SERGIO R. VIÑAS

El concepto de la libertad es muy relativo. Para un occidental, es evidente que en Qatar no la hay, por mucho que sus dirigentes hayan construido una especie de `Show de Truman' durante el Mundial para simular con grandilocu­encia que sí. Para un iraní, en cambio, este país es un espacio de liberación en el que poder expresarse, con el único y lógico miedo de sentirse observado por el régimen totalitari­o de Alí Jamenei y de las consecuenc­ias que eso le pueda acarrear en su regreso casa.

Es, en el fondo, una lección de vida: por muy mal que estés, siempre hay alguien que está peor que tú. Y en Irán están mal, muy mal. Lo están desde que hace 45 años triunfó la Revolución Islámica que instauró la dictadura de los ayatolás, pero lo está especialme­nte ahora, con el pueblo alzando la voz contra el régimen, recibiendo como respuesta una cruda represión.

Y, en ese contexto, Irán disputa un Mundial de fútbol, que arrancó con una abultada derrota por 6-2 frente a Inglaterra el pasado lunes. “Nuestra selección no es tan mala deportivam­ente, pero mentalment­e no están preparados. Todos estamos muy preocupado­s por lo que pasa en nuestro país y ellos todavía más, porque se saben muy observados”, comenta un periodista iraní minutos antes del Alemania-Japón disputado en el Estadio Khalifa, mismo escenario que el del debut iraní.

“NO ES NUESTRO HIMNO” Allí, el día del debut, cuando sonó el himno de Irán, los jugadores se mantuviero­n en un reivindica­tivo silencio, mientras desde las gradas sus seguidores mezclaban el bullicio con los peinetas, apoyando el gesto de los futbolista­s y llamando la atención del mundo. “No es nuestro himno nacional, es el del régimen”, despacha el periodista, cuyo nombre, como el de todos los que aparecen en este reportaje, ha de permanecer en el anonimato. Todos temen las represalia­s. Este viernes, frente a Gales (11.00 horas), tampoco entonarán el himno impuesto por la teocracia.

De los 25 convocados por Carlos Queiroz para la cita de Qatar, solo dos apoyan, o al menos no censuran, a los ayatolás: Vahid Amiri y Mahdi Torabi. El resto secundan la contestaci­ón popular desatada tras la muerte bajo custodia policial de Maha Amini, una chica de 22 años detenida por la policía del régimen por no llevar correctame­nte puesto el velo. Desde entonces, ONGs internacio­nales estiman que han fallecido alrededor de 400 personas en sucesos vinculados a las protestas populares.

“Las condicione­s de nuestro país no son las adecuadas, nuestra gente no es feliz. Estamos aquí, pero eso no significa que no debamos ser su voz”, afirmaba estos días el capitán Ehsan Hajsafi. Palabras que encuentran el respaldo de los aficionado­s: “Están siendo valientes, porque todo lo que digan tendrá consecuenc­ias cuando regresen a Irán. No les encarcelar­án, pero pagarán un precio por apoyar al pueblo”.

CRÍTICAS CONTRA QUEIROZ “Ni siquiera te imaginas lo que han estado viviendo de puertas adentro estos chicos en los últimos días. Digan lo que digan, la gente quiere matarlos. ¿Te imaginas estar en un momento de tu vida en que digas lo que digas eres asesinado?”, proclamaba Carlos Queiroz, un selecciona­dor que no despierta grandes simpatías en Irán (selección a la que ya dirigió entre 2011 y 2019), acusado de ser connivente con el régimen, cuanto menos de equidistan­te.

Una percepción que se reforzó tras sus declaracio­nes tras la derrota frente a Inglaterra: “Vinimos aquí para jugar, pero no es lo único que nos rodea en este momento. Voy a ser claro: no necesitamo­s de los hinchas que solo apoyan al equipo cuando ganamos, se pueden quedar en casa”. De hecho, durante el partido contra Inglaterra, ya con 6-1 en el marcador, el exentrenad­or del Real Madrid salió del banquillo para pedir apoyo a sus seguidores. Estos respondier­on con alaridos, algunos de ellos de buen tono, otros de ellos acompañado­s de su pulgar apuntando al suelo.

En el otro lado de la balanza, Queiroz convocó finalmente para el Mundial al goleador Sardar Azmoun (que ante Inglaterra fue recibido con una atronadora ovación por su gente cuando salió desde el banquillo) pese a las presuntas presiones de la dictadura debido a su posicionam­iento público en contra de la represión: “No puedo quedarme callado con lo que ha sucedido con Mahsa Amini. Si el castigo es ser expulsado de la selección nacional, es un pequeño precio a pagar por un solo mechón del pelo de una mujer iraní”.

“No queremos a Queiroz y no es una cuestión de ganar o perder. No está junto al pueblo, a diferencia de la mayoría de nuestros jugadores que están saliendo valientes”, expresa una joven, desprovist­a del velo obligatori­o en Irán, que pasea por las calles de Doha en la previa del duelo frente a Gales. Para ella, estar estos días en Qatar supone poder expresarse libremente y disfrutar de su libertad. Quien lo diría.

El selecciona­dor, Carlos Queiroz , es acusado de connivente con el régimen iraní: “No le queremos”

“Las condicione­s de nuestro país no son las adecuadas, nuestra gente no es feliz”, afirmaba el capitán Hajsafi

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//AFP Protestas de aficionado­s iraníes contra el régimen de los ayatolás el pasado lunes en el encuentro de su selección ante Inglaterra

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