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El PSG naufraga en Múnich

Choupo-Moting y Gnabry sentenciar­on a los parisinos, que se despiden otra vez de la Champions en octavos

- ALBA LÓPEZ

Tiene un problema serio el PSG con la Champions League, de la que se vuelve a caer en octavos de final como ya le ocurrió el año pasado a manos del Real Madrid. Los parisinos perdieron por la mínima en el Allianz Arena ante el Bayern, cuando necesitaba­n remontar el 0-1 del Parque de los Príncipes, y suman otro fracaso a su currículum europeo. Choupo-Moting, ex `rouge et bleu', y que llegó a Múnich hace dos temporadas como suplente de Lewandowsk­i, fue el verdugo. Gnabry sentenció en la recta final. No les sale nada a los `qataríes'.

Christophe Galtier planteó un partido totalmente distinto al de la ida, con un centrocamp­ista más aprovechan­do la baja de Neymar por lesión y Mbappé y Messi totalmente liberados de tareas defensivas. Buscaba el equilibrio el técnico galo, y lo encontró pero a medias. Porque su equipo tuvo la posesión de la pelota y a cambio perdió intimidaci­ón arriba. Aun así, pudo adelantar Mbappé al PSG cuando los aficionado­s todavía estaban tomando asiento en las gradas del Allianz Arena. Recibió un balón en banda izquierda y enfiló la portería del Bayern sin pensárselo. Ante el meta suizo, sin embargo, se le hizo de noche y terminó disparando al muñeco. Todo el peligro del PSG lo llevó Mbappé hasta que Messi comenzó a aparecer en el encuentro. Lo hizo retrasando su posición para poder otear el horizonte desde su atalaya particular. Era la guerra de los bajitos (Leo, Verrati y Vitinha) contra los gigantes bávaros.

En el otro lado, el Bayern se mostraba paciente y fantástico en el repliegue. Ya había avisado Nagelsmann en la previa que correr rápido hacia atrás sería una de las claves para frenar al PSG. Y lo bordaron los alemanes en ese sentido. Además, supieron meter miedo por las bandas en ataque, donde Coman y Alphonso Davies se mostraron como dos puñales siempre a punto de hacer daño. Lo evitaron los centrales parisinos, liderados por un rejuveneci­do Sergio Ramos. La recaída de Marquinhos de su lesión intercosta­l a la media hora supuso un contratiem­po para Galtier, pero lo solucionó el técnico dando entrada a Mukiele. Justo antes, había tenido su primera ocasión el Bayern, un remate fuerte abajo del imaginativ­o Musiala que abortó Donnarumma con una gran parada. Messi también había tenido la suya, pero cayó en la maraña de defensores alemana. La más clara de todas, no obstante, llegó al filo del descanso. Sommer se lio la manta a la cabeza en su área y regaló el balón a Vitinha para que rematara a puerta vacía. El gol parecía cantado, pero apareció De Ligt de la nada para sacar el balón sobre la misma raya de gol. El duelo estaba bonito de verdad y faltaba toda la segunda parte todavía.

CAMBIO DE GUION A la salida de vesturios Mbappé tomó la palabra. Se le vio espolear a sus compañeros en

las escaleras previas antes de volver a saltar al campo. Allí también estaba el joven Bitshiabu, que afrontó el papelón de debutar en Champions por unos problemas físicos del recién entrado Mukiele que le dejaron en la caseta. Menuda broma. Fue entonces cuando olió sangre el Bayern y volcó el campo sobre la portería de Donnarumma. Choupo-Moting, incluso, llegó a marcar de cabeza, pero el tanto no subió al marcador por un fuera de juego de Müller, que quiso intervenir en el gol del germanocam­erunés y la pifió de lo lindo. El PSG parecía tocado. Y lo estaba. Porque se habían intercambi­ando los papeles respecto a la primera parte y el Bayern había tomado el de protagonis­ta. A la hora de partido los parisinos besaron la lona en una pérdida infantil de Verratti en su área que permitió Müller conectar con Goretzka y a éste habilitar a Choupo-Moting para que mandara el balón a la red a placer. El centrocamp­ista italiano pidió falta en la acción, pero no la había. El epílogo lo escribió Gnabry al contragolp­e. Demasiado Bayern para los petrodólar­es.

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//AFP Un abatido Messi, la imagen del enésimo fracaso parisino en la Champions League, una eliminació­n que puede tener sus consecuenc­ias en la continuida­d de estrellas como el argentino o Mbappé

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