Vinicius es un problema
Vaya por delante mi enorme admiración por el Vinicius futbolista. Un jugador absolutamente desequilibrante. Uno de los mejores jugadores del mundo en su puesto. Un futbolista que ha crecido sorprendentemente desde su llegada a España hasta hoy. Aún recordamos cómo su compañero Benzema pedía que no le pasaran balones porque era absolutamente inoperante.
En sus comienzos su puntería era carne de meme y sorna porque sus disparos se marchaban muy desviados de la portería contraria, pero él no se vino abajo. Y hay que reprobar los insistentes cánticos racistas que recibe de casi todas las gradas de equipos rivales. No, no debe ser fácil ser Vinicius, pero él mismo se ha forjado un personaje que se ha convertido en el más odiado de las aficiones que se enfrentan al Madrid y posiblemente el jugador más rechazado del fútbol español. Es Vinicius contra todos. Es joven, hasta este verano no cumplirá 23 años, y por tanto tiene tiempo de aprender pero si a esta edad, con 22 años, es un volcán incontrolable no quiero ni imaginar en lo que se puede convertir si sigue por este camino en apenas dos o tres años.
A la marca `Liga' le interesan jugadores tan grandes como Vinicius, cuantos mejores futbolistas y más espectáculo haya en el terreno de juego, mejor para todos. Y en ese sentido, Vinicius sería una bendición para la Liga española. El problema es lo que rodea al espectáculo y lo que genera además de lo que ofrece futbolísticamente. El brasileño se pierde un partido sí y otro también, especialmente los que se juegan lejos del Bernabéu en mil y una batallas y enfrentamientos. Sin ir más lejos, en Montilivi, se encaró con la grada, a la que afeó sus cánticos señalándose el escudo de campeón. Se enzarzó con la casi totalidad de jugadores del Girona, se encaró constantemente con el árbitro e incluso con algunos compañeros que daba la sensación que le dejaban por imposible. Era Vinicius contra todos, Vinicius contra el mundo. Incluso la pasividad de Ancelotti ante el devenir de los acontecimientos, sin intervenir, sin sustituirle, parecía más un castigo que otra cosa. Le da por imposible e incorregible. No fue expulsado, incomprensiblemente, tras un empujón a un jugador del Girona al que tiró impunemente al suelo delante del árbitro del partido. No quiero ni imaginar si Gavi hubiera hecho la mitad de lo que hizo el brasileño; no llega ni al descanso.
En la balanza habría que poner todo lo positivo que pone en práctica, que no es poco y que le ha convertido en el jugador más desequilibrante del actual Real Madrid por encima de Benzema, y todo el ruido y la crispación que genera y que terminan sacándole del partido a él y, por extensión, al resto de sus compañeros.
Ha llegado un punto en el que Vinicius resta más que suma en muchos de los partidos. Se descentra, se crispa y descentra y crispa a los suyos mientras los rivales van a la suya. Vinicius se encara contra todos y se pierde en mil batallas, mientras Castellanos va marcando goles, uno tras otro y ajusticiando al Madrid.
No quiero imaginar si Gavi hubiera hecho la mitad de lo que hizo el brasileño frente al Girona