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“En la Antártida tienes la sensación de estar en las fronteras de la Tierra”

El explorador polar Ramón Larramendi, que ha dedicado su vida a adentrarse en algunas de las regiones más inaccesibl­es del planeta, ya prepara su próxima expedición

- TOM MORGENSTER­N

Aunque nació y creció en Madrid, su fascinació­n por la naturaleza más salvaje lo ha llevado viajar a las zonas más remotas de nuestro planeta. Con numerosas expedicion­es a sus espaldas, Ramón Larramendi se ha convertido en uno de los explorador­es polares más reconocido­s del mundo, con más de 33.700 kilómetros recorridos por el Ártico y la Antártida con su innovador Trineo de Viento.

¿Cómo llega uno a convertirs­e en explorador polar?

No es un camino fácil ni evidente. De niño iba a la montaña, pasaba tiempo en la naturaleza, y leía sobre estas zonas que me generaban una gran fascinació­n, por ser lejanas y misteriosa­s. Y a los diecinueve años hice mi primer viaje a Islandia, para recorrer el interior del territorio con esquís.

Y así empezó todo...

Al año siguiente, por cosas del destino, había un concurso en la radio que daba un millón de pesetas para la persona que presentase la mejor aventura. Así que, se me ocurrió presentarm­e con la travesía del casquete polar de Groenlandi­a, algo que no había hecho todavía ningún español.

Te presentast­e, y ganaste.

Sí, y me fui a Groenlandi­a. A partir de ahí todo llegó de forma natural... Conocí a un danés que me invitó a su casa el año siguiente y a conocer una pequeña comunidad de Groenlandi­a. Así, poco a poco, fui entrando en su mundo y fue creciendo mi fascinació­n por viajar a zonas remotas, a descubrir la naturaleza salvaje. Al final, se ha convertido en mi pasión y en mi vida.

¿Qué tienen los paisajes polares que te atraen tanto?

La naturaleza virgen. Tú ves todo este mundo que está super industrial­izado, en el que la huella del hombre está en todos los rincones. Y de repente, en las zonas polares te encuentras en un lugar gigantesco en el que no hay huella humana, un sitio que es naturaleza en estado puro, algo que se ha extinguido en el resto del planeta. Ese contacto con la naturaleza pura y salvaje forma parte de todo lo que me ha fascinado en las expedicion­es polares. Es la esencia.

¿Qué diferencia­s hay entre los diferentes paisajes?

Los casquetes polares son un universo en sí mismo. Es cierto que cuando lo desconoces, te puede parecer que es todo lo mismo, pero hay muchas diferencia­s. Hay zonas montañosas, de mar helado, de tundra, hay zonas de grandes glaciares gigantesco­s. Son terrenos muy diferentes y todos tienen sus particular­idades. Pero obviamente hay un elemento en común que es la mínima presencia del hombre y las grandes extensione­s de millones de kilómetros cuadrados.

Dime algo de cada uno.. ¿Groenlandi­a?

En Groenlandi­a tiene las cimas del casquete polar, de tres mil metros de altura. Por otro lado, tienes un glaciar de tres mil metros de profundida­d en el que no hay ningún resto de vida. Es el desierto total y absoluto, no hay nada, no se ve ni siquiera una roca. Luego, tienes el mar helado, que es muy distinto. La banquisa está llena de matices, tienes fauna, y es un entorno que parece blanco, pero lleno de riqueza y particular­idades, formas y colores diferentes.

¿Antártida?

Allí lo que pasa es que se amplifica la sensación de estar realmente en las fronteras de la Tierra, de estar en un planeta totalmente diferente, por lo absolutame­nte dramático. Además, las condicione­s son más duras que en Groenlandi­a.

¿Polo Norte?

Es el océano ártico, es un universo, un mundo del mar helado. Es el lugar más surrealist­a del mundo, porque tú vas sobre una masa de hielo que se está desplazand­o mientras tu avanzas, una masa que está viva. Puedes ver como se abren grietas, como chocan dos placas, y escuchar el hielo. Es estar en un mundo vivo, aunque tampoco hay ninguna roca, no hay ningún elemento exterior, tiene una magia diferente a la del glaciar, a la de los casquetes polares.

¿Una anécdota que te haya marcado?

Cuando empecé el viaje de catorce mil kilómetros por Alaska, intentando aprender todos los sistemas inuit de superviven­cia, salimos con un trineo de perros que no sabíamos cómo manejar. Salimos a la banquisa, con los perros en el hielo y las condicione­s cambiaron dramáticam­ente. De repente no había GPS y nos perdimos. Estuvimos tres días intentando encontrar el pueblo, casi no quedamos ahí y nos morimos de frío.

Pero lograsteis salir.

Sí, pero lo que quiero decir es que no puedes confiarte en nada, siempre tienes que estar preparado para lo que venga en todo momento, aunque todo parezca que va estar bien. No puedes contar nada más que contigo mismo, y cualquier cosa que parece sencilla nunca lo es. Es el espíritu del Ártico, tú estás solo, consciente de que estás solo y debes ser capaz de superar cualquier circunstan­cia en todo momento.

¿Cuál es tu próximo proyecto?

Será una travesía en Groenlandi­a, para esta primavera, con una versión avanzada del trineo del viento, el primer y único vehículo eólico para desplazars­e por el viento, por las superficie­s polares. Vamos a hacer un gran proyecto, una gran travesía de sur a norte, realizando investigac­ión científica, ya que este vehículo está diseñado para convertirs­e en una plataforma de investigac­ión.

¿Qué vais a investigar?

Vamos a tomar muestras de nieve relacionad­as para investigar sobre el cambio climático y sobre el clima de los últimos cientos de años. También tomaremos muestras de aire y de nieve, y haremos perforacio­nes en la nieve para medir el nivel de contaminac­ión y el clima.

En las zonas polares te encuentras en un lugar gigantesco en el que no hay huella humana

Mi próximo proyecto será una travesía de sur a norte, en Groenlandi­a, con el Trineo de Viento

 ?? ?? Ramón Larramendi, al mando de su Trineo de Viento // ©Tierras Polares
Ramón Larramendi, al mando de su Trineo de Viento // ©Tierras Polares

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