Sport

Nadie hace caso a Johan Cruyff

- IVAN SAN ANTONIO

El Barça es el único club del mundo capaz de convertir lo que debía ser un trámite en una crisis. La derrota en Amberes, obviamente intrascend­ente desde el resultadis­mo más radical, no puede ni debe analizarse exhibiendo la clasificac­ión de forma pragmática porque todo lo sucedido antes y después del partido aporta demasiada informació­n como para correr un estúpido velo. Culpar al recurrente y siempre fiel enemigo externo de la gestión realizada de forma interna solo sirve para reforzar lazos y cohesionar al grupo cuando las cosas van bien. En cambio, esta anacrónica estrategia resulta ridícula cuando la tensión se genera desde dentro. No fue la prensa quien cambió de un día para el otro la lista de convocados, ni fue la prensa quien contradijo las versiones de Xavi y Deco. Ni, por supuesto, fueron los medios los que pidieron a Laporta que abandonara el despacho para vestirse de entrenador. Tiene razón Xavi cuando se queja de la crítica feroz y enfermizam­ente exigente con el juego del equipo. También cuando recuerda de dónde viene el equipo y de los obstáculos que los enemigos reales colocan con precisión en el camino de los blaugranas. Todo eso es induscutib­le. Tanto como considerar un error mayúsculo permitir injerencia­s y justificar­las. Se equivoca el presidente gravemente y se equivoca el técnico. También se equivoca Deco no ejerciendo de filtro entre los despachos y el banquillo. Cada uno debe asumir su responsabi­lidad, aunque los porcentaje­s se repartan de forma muy diferente. Porque en todo este asunto, Xavi ha sido el único que ha demostrado ser un hombre de club, fiel al Barça. Y, paradójica­mente, ese ha sido su gran error: intentar minimizar las consecuenc­ias de una injerencia grosera. Xavi ha priorizado la paz aceptando lo inaceptabl­e, pero el resultado ha sido exactament­e el que quería evitar. La única forma que tiene Xavi de triunfar en el Barça es pensando única y exclusivam­ente en sí mismo, con el egoísmo implícito del cargo. “La única manera de sobrevivir es, si puedes, mandar al presidente a hacer puñetas”, avisó Cruyff al propio Xavi. Ni el presidente ni el director deportivo ni, por supuesto, los futbolista­s. Mandar es incompatib­le con contentar a todos los que te rodean. Xavi debe ir hasta el final con su idea, con su plan, con su manera de entender el fútbol. Un trabajo que, en el Barça, es imposible ejercer sin tensiones. Xavi debe seguir su camino sin mirar atrás, caiga quien caiga, guste o no guste a quienes están por encima suyo y a quienes están por debajo. Se puede ganar y se puede perder, pero lo único que no puede permitirse Xavi es caer por errores ajenos. Todos se llenan la boca con Cruyff, pero nadie sigue sus consejos.

Xavi debe ir hasta el final con su idea porque incluso perdiendo habrá ganado

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