Sport

La perversión de un discurso que pasa factura

- DAVID BERNABEU

Desde hace mucho tiempo, casi desde el 2-8, avisé que la travesía iba a ser larga. Sin Leo Messi pintaba incluso a viacrucis. O se aceptaba el contexto o el Barça se enfrentaba a un calvario, a una ceremonia de frustracio­nes. Por desgracia, no me equivoqué. Dos años sin el argentino, dos años en la Europa League. Por eso Xavi Hernández, en Bélgica, puso en valor ese dato. Tenía razón, aunque no eligió el día adecuado. Nadie le compró el mérito de volver a los octavos tres años después. Tal vez, porque en su ánimo de seguir el instinto del presidente, habló hace un año de títulos y de soñar con la Champions, colocando un listón casi inalcanzab­le a día de hoy. Durante la “refundació­n”, Joan Laporta optó por un mensaje ambicioso, triunfalis­ta y propio de una grandeza que queda lejos. Apoyado en una herencia que convertía al Barça en un mero espectador del mercado, el presidente impulsó las palancas y mejoró la plantilla, pero no lo suficiente para regresar al top europeo. Entre Ferran y Raphinha - costaron más de 100 millones - hicieron solo 11 goles en la Liga levantada hace seis meses. Los técnicos, entre bastidores, la definieron siempre como un milagro. La necesidad de ganar para justificar una inversión llena de veteranos, cedidos y futbolista­s sobrevalor­ados pervirtió el discurso. El resultado pasó por encima del juego, cuando el Barça jamás fue dominante sin procesos de crecimient­o. Ahora, con los líderes a distancia, cuando hablas de “equipo en construcci­ón” te miran mal. Claro, porque la estabilida­d, por más que se diga, la marca el club con su mirada. Y porque la única irrealidad ha sido el mensaje propio. Toca rebajar la tensión. Y más, viniendo del barro. Aún hay tiempo para que la gente lo entienda.

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