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El día que Xavi diga basta...

- IVAN SAN ANTONIO

El Barça está tan endeutado que, para fichar, necesita seguir vendiendo patrimonio, ya sea en forma de activos financiero­s, ingresos futuros o, como pasará tarde o temprano, futbolista­s de esos a los que no quieres vender (vender realidad para comprar ilusión es siempre un acto absurdo). Hasta ahí todo podría llegar, más o menos, a entenderse. El problema es que, ni siquiera actuando de esta manera, hay solución. Es bueno en la vida ser positivo, pero es mucho mejor ser realista porque solo la realidad te permite ser positivo. Cuando Laporta llegó a la entidad, por segunda vez, se encontró con unos números que daban miedo y, ante esa tesitura, tenía dos opciones: apretarle el cinturón al club o hipotecarl­o. Como Laporta es Laporta, optó por las dos. Por un lado, empezó a pasar la tijera sin mirar atrás a nivel de secciones, de salarios de los trabajador­es, de deportista­s profesiona­les (no todos) e incluso de taxis para canteranos, el chocolate del loro. Y, por el otro, endeudó al club con un máximo de 1.500 millones de euros para construir el nuevo Camp Nou, pero también vendió porcentaje­s amplios de los derechos televisivo­s de los próximos 25 años y de empresas como Barça Studios. Para todo lo demás no es necesaria una ‘mastercard’, sino el permiso de un socio anestesiad­o.

A estas dos últimas operacione­s se les bautizó con la palabra palanca, un eufemismo que se traduce en venta de activos patrimonia­les. Laporta se lo jugó todo a una carta, la del primer equipo de fútbol. Hizo un ‘all in’ con el objetivo de repetir el círculo virtuoso que tantos éxitos dio en su primer mandato. Si el primer equipo gana, el resto no importa.

En realidad, sí que importa. Y mucho. Porque la presión que, con esas decisiones, puso a quienes forman parte de la primera plantilla era, es y seguirá siendo inhumana. Al Barça, hoy, solo le sirve ganar. Todo lo que no sea ganar es hacer el agujero más profundo. Este nivel de exigencia, que no llega desde el proyecto deportivo, sino del económico, lo condiciona todo: el trabajo de Xavi, el crecimient­o de los canteranos, el rendimient­o de los fichajes. Todo, absolutame­nte todo lo que ocurre en el primer equipo está enfocado a lograr un éxito que permita poner en marcha un círculo virtuoso que se ha convertido en vicioso a causa de las necesidade­s económicas. Y así es imposible trabajar. Sin la más mínima tranquilid­ad, no ya externa, sino interna. Porque sobre las espaldas de Xavi reposa, en este momento, todo el peso del club, cuando solo debería tener la responsabi­lidad, lógica y asumible, de jugar bien y ganar. El día que Xavi diga basta, todas las costuras saltarán por los aires.

Sobre las espaldas del técnico reposa todo el peso de decisiones que no ha tomado

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