Sport

El estrés causa estragos en el rally

El abandono por la puerta de atrás de Al Attiyah, celoso de sus adversario­s, ha causado gran conmoción en el Dakar

- JOSEP VIAPLANA

El Dakar llega a su final y, como se auguraba en la presente edición, saltan chispas y la carrera puede que no se decida hasta el último instante. El estrés se ha apoderado de la prueba y todas las miradas están puestas en Carlos Sainz y Sébastién Loeb. Ambos se la jugarán en dos jornadas de auténtico infarto, que afrontan separados por apenas 13’ y siendo consciente­s de que está prohibido conceder el mínimo fallo. La victoria está en juego y la dura partida solo la gana uno. Se intuía el martes el abandono de Nasser Al-Attiyah, quien se ha fugado del vivac casi sin despedirse. Cabreado por las averías que le han salpicado durante toda la carrera y por verse obligado a hacer de guardaespa­ldas de Loeb, se fue a casa. Con premeditac­ión, nocturnida­d y alevosía. Veremos como acaba la fiesta porque el catarí tiene un contrato de tres años firmado con Prodrive para correr a partir del 2025 con Dacia y ¡con Loeb de compañero! El abandono de Al Attiyah es noticia porque no había ocurrido… ¡en las últimas 86 especiales del Dakar! Hay que remontarse a la Etapa 4 de 2017 para encontrar su último abandono. Este KO llegó con muchas dudas y después de haber insinuado trato de favor hacia el francés y dejando la sensación que podía haber seguido. No hay duda que su presencia hubiese sido vital para Loeb, especialme­nte a la hora de gestionar los temidos pinchazos. Ha disputado solo una carrera con BRX y el pentacampe­ón del Dakar ya añora a Toyota. La décima etapa se disputó a un ritmo vertiginos­o y esta vez ni Sainz ni Loeb se vieron exentos de los problemas. Está claro que ni uno ni el otro pueden estar tranquilos y los numerosos pinchazos hacen estragos en un momento en el que las mecánicas ya están justas. Mattias Ekström fue primordial para Carlos. La presencia del sueco y de Peterhanse­l entregados a ayudarle es un plus que no tiene Loeb, sin nadie a su lado y condenado a atacar al máximo. Sainz y Loeb son dos viejos conocidos, que tienen un gran respeto mutuo. Fueron compañeros de equipo con Citroën en el Mundial de Rallies y también en el Dakar, cuando ambos lucieron los colores de Peugeot, equipo con el que el madrileño ganó en 2018. La rivalidad es enorme, pero deportiva y ambos saben de las fortalezas del rival. No será fácil para ninguno de los dos. El estrés sube y acaba siendo el principal enemigo de ambos, consciente­s de que la mínima concesión puede ser un desastre.

No hay concesione­s y cualquier problema en la carrera puede ser decisivo

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// EFE Nasser Al-Attiyah se marchó a casa tras la novena etapa
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