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EL VESTUARIO ESTÁ PICADO

El efecto estimulant­e del 2-4 conseguido en el estadio Benito Villamarín el pasado domingo es diez veces superior del que habría supuesto un relajado triunfo en el mismo escenario. La plantilla celebró el triunfo como si fuera un título

- TONI JUANMARTÍ

Nadie puede morir dos veces. Y a este vestuario, cuerpo técnico incluido, se le ha matado desde la debacle en la final de la Supercopa de España ante el Real Madrid. Hasta el pasado domingo, el grupo vivía medio moribundo anímicamen­te. Sin embargo, lo vivido en el Benito Villamarín ha servido para despertar del coma a la plantilla del Barça. Picados en el orgullo, fuentes del vestuario admiten que las miradas al suelo de los últimos días son ahora gasolina para rebelarse ante quienes les daban por muertos. “Nos han querido enterrar antes de tiempo”, cuentan.

El humillante KO en Arabia Saudí frente al eterno rival desató la caja de los truenos. Cayó estopa por todos lados. No se libró nadie. Incluso entró en escena el nombre de Thiago Motta como posibile sucesor de Xavi. El entorno del técnico, por cierto, califica de falta de respeto la aparición de dicho rumor. De los jugadores también se dijo de todo e incluso en muchas tertulias se rezaba para que alguien colocara encima de la mesa 80 o 90 millones de euros por pesos pesados como Araujo o Frenkie de Jong.

Xavi lo admitió en público. “El vestuario está tocado”, dijo. Con el paso de los días, claro, no queda otra que pasar página. Pero fuentes directas del vestuario cuentan a SPORT el decaído ambiente que ha reinado en los últimos días en el vestuario. Los niveles de ilusión rozaban el cero.

Pero el fútbol es caprichoso y lo que quizá no daría una contundent­e victoria por 0-3 sí lo da un agónico triunfo en el último suspiro. Emocionalm­ente, la montaña rusa vivida en Sevilla sirvió para resucitar a un grupo deprimido. Derrotar con comodidad al elenco de Manuel Pellegrini habría sido algo como “hoy hemos cumplido pero a ver cuándo damos otra de arena”.

El efecto estimulant­e del 2-4 en Heliópolis es 10 veces mayor del que habría supuesto un relajado triunfo. Tras ir ganando 0-2, el equipo tuvo que volver a ganar el partido. Y lo hizo en el último suspiro, cuando se veía al borde de oficiosame­nte abandonar en la carrera por el título.

RABIA Y ORGULLO En el vestuario, la victoria se celebró como si fuera un título. Hubo abrazos por doquier, algún que otro golpe a la pared y, sobre todo, gritos. Muchos gritos. De rabia y orgullo la mayoría de ellos. La plantilla llegaba a Sevilla afectada por las críticas pero también picada por el pobre rendimient­o ofrecido ante el Real

EN LA CASETA ADMITEN QUE EL AGÓNICO TRIUNFO EN SEVILLA LES HA DESPERTADO DEL GOLPE SUFRIDO EN LA SUPERCOPA

EL DUELO COPERO EN BILBAO ES AHORA UN DOBLE O NADA: ASALTAR SAN MAMÉS CATAPULTAR­ÍA LA MORAL DEL GRUPO

Madrid en la final de la Supercopa de España.

De alguna forma, en el vestuario creen que, de ganar en Bilbao, este puede ser el punto de inflexión que les haga despegar de cara al tramo decisivo de la temporada. Saben que la batalla de San Mamés será durísima, pero avisan. “¿Y si ganamos al Athletic, qué? Algunos nos han querido enterrar antes de tiempo...”, cuentan con un tono que vuelve a desprender la fuerza necesaria para luchar por títulos. Con la mentalidad adecuada puede que los grandes equipos te ganen igualmente, pero sin la cabeza en buen estado seguro que ni siquiera puedes intentar dar la sorpresa. Para más inri, situacione­s individual­es como las de Ferran Torres, Joao Félix, Lamine Yamal o Pau Cubarsí aún añaden más energía positiva.

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// VALENTÍ ENRICH El equipo, celebrando uno de los goles en el Benito Villamarín

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