Sport

La principal virtud que debe tener un directivo del Barça

- TONI FRIEROS

Desde 1981 he conocido a todos los presidente­s y directivos del FC Barcelona. Y a todos ellos les une el mismo denominado­r común: su amor y pasión por el Barça. Con el paso de los años, la experienci­a me ha enseñado que la primera gran virtud que debe/debería atesorar un directivo del Barça es tener la suficiente personalid­ad como para saber irse al día siguiente si cree que lo que está haciendo su presidente o si lo que ocurre en el club, no casa con sus principios o no se ajusta a su idea de lo que es servir a la institució­n. La fidelidad a un presidente nunca debe estar por delante de los intereses del club. Jamás. Los directivos se deben a sus socios aunque, visto lo visto, esta frase ya es puro eufemismo. Una junta directiva es una amalgama de muchas personalid­ades y perfiles diferentes. Los hay discretos y los hay que aman la exposición pública.

Los hay más implicados y menos, quienes saben expresar sus discrepanc­ias en las juntas y los que dicen amén a todo. Reconozco que he coincidido mayoritari­amente con directivos abnegados, entregados de cuerpo y alma al club de forma altruista (como no podría ser de otra forma) y poniendo su granito de arena a costa de hacer un gran sacrificio personal, familiar y económico. Nadie les obligaba, es cierto, pero es justo saber reconocerl­o. Por otra parte, en vez de ser una virtud, creo que es una pésima noticia que un directivo o el presidente se pase la vida en el club, porque denota que el modelo de gestión no es el correcto. Lo que ocurre hoy en el Barça, por lo tanto, es un caso excepciona­l.

Un directivo no tiene nada que ganar salvo el orgullo y la satisfacci­ón personal de contribuir a mejorar el club de su vida: ni uno solo debe quedarse un minuto más del necesario donde no esté a gusto o donde vea cosas extrañas. Menos aún cuando está tipificada la administra­ción desleal y la apropiació­n indebida y algunos han tenido que pasar por el duro trance de una acción de responsabi­lidad o demandas judiciales. Desde Núñez hasta Laporta, todos los presidente­s, sin excepción, han sufrido bajas en sus filas. Perdón, Sandro Rosell no, se marchó él mismo como consecuenc­ia de las derivadas del ‘caso Neymar’. A Núñez se le fueron Sixte Cambra y Ramon Fuster.A Gaspart, entre otros, Llauradó, Rovira, Fernández, Alemany, Masfurroll… A Laporta le abandonaro­n primero Rosell, Bartomeu, Monés, Moix, Faus y después los Soriano, Ingla, Murtra, Vicens, Rovira, Vilaseca, Cambra, Vives Fierro... Tampoco se salvó Bartomeu como presidente: Faus, Mestre, Arroyo, Susana Monje, Tombas, Pons, Silvio Elías, Teixidor, Casalmigli­a, Rousaud… Y en el último mandato de Laporta dimitieron Giró

y Llauradó.

A todos ellos, sin duda, les dolió dejar el club de sus amores, pero seguro, seguro, seguro, que prevaleció una máxima: allí donde no estoy a gusto, me voy. Y a los que se quedan, un consejo que siempre da Toni Ruiz, exdirector de comunicaci­ón del FC Barcelona: nunca hagan ni consientan nada que no puedan explicar.

Han de estar dispuestos a marcharse del club si ven cosas que no les gusta

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