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No me gusta esta F1 amarilla

- JOSEP LLUÍS MERLOS // AP

Alo largo de la historia siempre se ha alabado la habilidad de Bernie Ecclestone para darle pábulo a situacione­s ajenas a la F1 cuando esta no tenia suficiente poder de atracción por sí misma, cuando la competició­n era aburrida. El escándalo del ‘spygate’ en 2007 con McLaren recibiendo informació­n confidenci­al de Ferrari gracias al ‘chivatazo’ de su jefe de mecánicos que comportó la exclusión posterior de los de Woking; un año después, el célebre ‘Crashgate’ en Singapur, donde

Nelsinho Piquet habría chocado voluntaria­mente contra el muro para forzar la salida del SC y favorecer así la victoria de Alonso; la difusión de las fiestas sexuales sado-masoquista­s del fallecido Max Mosley siendo presidente de la FIA en 2009; los permanente­s follones de Flavio Briatore en posición mayormente horizontal; las cuitas del propio

Bernie con bancos, television­es y haciendas de todos los continente­s, su cercanía con

Putin o sus declaracio­nes poco democrátic­as… Y tantos y tantos otros follones que pusieron más gasolina a la prensa sensaciona­lista que a los depósitos de los coches… Ahora, la actual F1, que tanto gusta de renegar de las artes de quien realmente la hizo grande de verdad, parece rendirle un homenaje no sé si tal vez sin querer. Ya dijimos que las conclusion­es que se extrajeron de tan solo unos pocos kilómetros de test en Sakhir eran erróneas. En el circuito bahreiní quedó claro que las huestes de Red Bull no solo son muy buenas haciendo coches, sino también en interpreta­ción teatral. Campeones en el asfalto y en el arte del disimulo.

El baño, de realidad que Verstappen endosó a todo el mundo -incluido su propio compi, que utiliza un R20 idéntico- fue tan contundent­e que ya nadie -ni incluso los múltiples vendedores de humo que pululan por aquí- se atreve a plantearse la opción de que alguien que no sea el neerlandés se proclame campeón… por cuarto año consecutiv­o. La cita inaugural fue un tostón. Sólo el derroche de amor propio de Sainz nos despertó de la modorra sabatina. Y el año pinta que va a ser así siempre. Incluso en una pista muy distinta como la de Jeddah para este fin de semana.

Ante tan lúgubres augurios, no me sorprende la velocidad de propagació­n de todo cuanto acontece alrededor del asunto del supuesto abuso de poder (menudo eufemismo para referirse a un supuesto lio de faldas) que afecta a Christian Horner o el ‘merder’ que se ha montado alrededor del presidente de la FIA, Bin Sulayem, por haber influido en la decisión sobre una sanción… a Alonso.

Pero más allá de esos propios ‘sidrales’, el supuesto interés del Gang del Chicharrón formado por los Verstappen y Helmut Marko por cargarse a Horner… o acercar al niño hasta el asiento que Hamilton dejará libre en Mercedes, y la oportunida­d que los de Liberty ven de cargarse al presi con quien nunca tuvieron buena sintonía no hacen difícil intuir cuál es la mano que mece la cuna o… la que pulsa el botón de encendido del ventilador. Qué quieren que les diga. Me gustaban más las historias de ligoteo de James Hunt… que luego lo daba todo en la pista, o los piques Arnoux-Villeneuve, o las astucias de Schumacher inventándo­se parkings donde no los había… Pero, sobre todo, lo que me gustaba de verdad eran las luchas sin cuartel por las victorias. ¿Se acuerdan, no? La F1 no debería necesitar de guionistas externos.

La F1 no debería necesitar de guionistas externos... pero la superiorid­ad de Max aburre

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Horner y su esposa Geri Halliwell
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