Sport

El PSG, un club acomplejad­o y envidioso

- ALFREDO MARTÍNEZ

Envidioso, sin historia, sin tradición, sin ni siquiera el glamour que se le presume a la ciudad que lo acoge, París. El PSG parece un club acomplejad­o. Recela de la grandeza del Barcelona porque envidia su historia, las estrellas que han llevado su escudo. Porque hay cosas, aún hay cosas, que no se pueden pagar con dinero, ni por los clubs estado. La historia, el palmarés, el sentimient­o y la tradición de los clubes centenario­s como el Barcelona, El pasado miércoles volvió a recibir el Barcelona un trato hostil por parte de un sector de la afición francesa. Es la nueva rivalidad europea pero sobre todo un extraño odio de aficionado­s extremos franceses que no tiene proporción.

Es difícil saber la génesis de todo aunque, evidenteme­nte, el punto de inflexión debe ser la humillació­n europea, la más grande de la historia y aquel increíble 6-1 coronado con el mágico gol de Sergi Roberto. Dolió y dolió mucho. Un club que fue incapaz de valorar que el mejor jugador de todos los tiempos se pusiera su camiseta. Tuvieron a Messi y ni siquiera supieron disfrutarl­o. Messi aborreció el trato que le dispensaro­n algunos ingratos seguidores del club parisino.

El propio Neymar, uno de sus jugadores franquicia en los últimos tiempos, mostró su alegría y casi mofa por el éxito de Raphinha y el Barcelona en el choque de ida.

Por desgracia para ellos, tienen un estadio pequeño, ruidoso pero sin la grandiosid­ad o magnitud que tenía el Camp Nou o presuponem­os que tendrá el nuevo estadio culé. Es un querer y no poder en todos los órdenes deportivos. Compiten en una liga menor, totalmente desequilib­rada, por más que los puristas del fútbol galo renieguen de la llamada liga de granjeros. Pero de ahí a equipararl­a con nuestra liga, media un abismo.

Me atrevería a decir que esa animadvers­ión de la afición y de la directiva parisina no tiene reciprocid­ad en la afición azulgrana. No es el rival histórico, no tiene el pedigrí suficiente. Es un nuevo club poderoso pero no hay tantas batallas encarnizad­as como contra el Madrid, el Bayern o el Manchester United. Si hay un efecto reacción de los aficionado­s culés ofendidos, lógicament­e por la hostilidad cada vez que los ultras parisinos y algunos menos ultras repiten aquello del “Puta Barça” (con perdón), pero no rivalidad de tradición deportiva.

Las directivas están en bandos contrarios. Al Khelaïfi abraza a la UEFA y preside la ECA mientras Laporta apuesta por la Superliga, pero ni siquiera eso justifica ese odio. Nunca han ganado una Champions y si el Barcelona cumple, seguirán sin conseguirl­o una temporada más a pesar de haber tenido al carismátic­o Mbappé en sus filas. Es lo que tienen la envidia y los complejos.

Tuvieron a Messi y ni siquiera supieron disfrutarl­o ni valorarlo

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