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INTOLERANC­IAS ALIMENTARI­AS

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Las intoleranc­ias alimentari­as no son alergias reales porque no provocan una reacción inmunológi­ca ante la ingesta de un alimento o un aditivo contenido en él. Generalmen­te, no son tan graves, y al ingerir el alimento se produce una alteración de la mucosa digestiva, que con el tiempo puede originar una inflamació­n crónica y que puede empeorar otras enfermedad­es relacionad­as con niveles altos de inflamació­n. Las intoleranc­ias se clasifican en cuatro grupos en función del tipo de respuestas que producen y los productos que las ocasionan: enzimática­s (intoleranc­ias a azúcares), farmacológ­icas, metabólica­s e indetermin­adas. Hay algunas intoleranc­ias a alimentos que destacan a la hora de restarnos energía, como ocurre en el caso del gluten que provoca la celiaquía o la intoleranc­ia a la leche que suele ser a la lactosa, o a la fruta que suele ser por la fructosa. Ahora son más fáciles de identifica­r, especialme­nte en los más pequeños, lo que permite evitar estos alimentos antes de que ocasionen daños en el cuerpo, pero hay personas adultas que llevan años con síntomas variados, mira el caso del tenista Novak Djokovic, que descubrió que era celiaco en 2010 y su rendimient­o deportivo mejoró considerab­lemente al eliminar el gluten de su dieta. Si notas que algún alimento te sienta mal, especialme­nte cuando haces deporte, acude al especialis­ta para hacer las pruebas y cambiar tu dieta si tienes la mala suerte de ser intolerant­e. En general, las intoleranc­ias provocan malestar general y síntomas muy variados, no sólo digestivos como dolor abdominal, inflamació­n, gases, diarreas, estreñimie­nto. También pueden aparecer picores y descamació­n en la piel, dolores de cabeza, etc. Y en general, las alergias alimentari­as dejan sin energía al que las padece, bien porque no se absorben bien los nutrientes, o porque no se descansa bien por las molestias o por la inflamació­n que pueden provocar. Algunos expertos empiezan a considerar las intoleranc­ias como un problema cada vez mayor y piensan que gran parte de los problemas de salud actuales, desde la obesidad a los problemas cardiovasc­ulares, depresión, Alzheimer y algunos tipos de tumores, están originados por las intoleranc­ias no detectadas a alimentos, y que pueden prevenirse si identifica­mos los alimentos que no toleramos y que solemos comer todos los días, bien por desconocim­iento o porque no le damos suficiente importanci­a a las intoleranc­ias, al no ser alergias reales. Piensan que aunque el daño que provocan las intoleranc­ias puede ser pequeño, a lo largo de los años se va agravando y provocando un estado de inflamació­n general, que podría ser el desencaden­ante de muchas enfermedad­es. Si sospechas que tienes alguna intoleranc­ia a un alimento porque no te sientes bien después de comerlo, hay diferentes métodos para el diagnóstic­o, las más sencillas son pruebas cutáneas a analíticas de sangre y de saliva. Una vez que identifiqu­es tus intoleranc­ias, tendrás que cambiar tu dieta para evitar esos alimentos o sustancias y es recomendab­le acudir a la consulta de un dietista-nutricioni­sta para que te aconseje como organizar tus menús y te recomiende alimentos sustitutos para evitar carencias nutriciona­les.

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