El éxito es la suma de pequeños esfuerzos repetidos día tras día
El titular que encabeza este mes mi artículo de introducción a Sport Life no es mío. Es la frase que llevaban escrita en la suela las botas con la que Andrés Iniesta jugó hace un par de semanas su último partido en el Barcelona después de 22 años en el club azulgrana. Me ha parecido que refleja muy bien no solo la carrera deportiva del futbolista albaceteño sino también lo que puede ser el modo de pasar por la vida con éxito y a la vez intentando hacer del mundo un sitio mejor. Es innegable que Iniesta nació con un don para hacer del fútbol algo mágico desde la sencillez; pero su carrera deportiva es el mejor ejemplo de que desde la sencillez también se puede triunfar a lo grande. Que ser ambicioso no tiene por qué ser negativo, que se puede ser diferente desde el talento y desde el trabajo, que reconocer la debilidad a la larga te hacer más fuerte, que hacer mejores a los que están cerca de ti es un gran paso hacia la victoria, que se puede ser líder por lo que dices y no por lo alto que lo dices. Parece que al fútbol lo estigmatizamos porque lo tapa todo y parece que “escupe” a los valores del deporte. Y ciertamente en muchas ocasiones en así, pero la despedida de Iniesta aplaudida en todos los campos mira más allá del gol del Mundial de Sudáfrica, nos demuestra que el fútbol también reconoce lo que es ser un gran deportista y una persona ejemplar. No hay grandes atajos para llegar al éxito en la vida. Los pequeños esfuerzos de cada día, tener una filosofía de vida que incluya la cultura del esfuerzo y ser compresivos con los que viven cerca de nosotros es lo que nos lleva a cumplir nuestros retos y nuestros sueños. El gol de Sudáfrica fue el que lo mandó a los libros de historia, pero el mejor gol de Iniesta son esos aplausos que deja a su paso.