ESTRÉS Y RESPIRACIÓN
El estrés es un enemigo silencioso que activa el sistema nervioso autónomo simpático (el de la alerta) provocando un aumento de la presión arterial, de la frecuencia cardíaca y de los niveles de cortisol de forma constante. Seguro que te sientes identificado con la siguiente situación: en la oficina, tras horas trabajando, mirando fijamente al ordenador y la cantidad de tareas que aún te quedan por hacer. En algunos casos comenzamos a agobiarnos, a respirar más rápido, a estresarnos y a perder la concentración… ¡Es el momento de parar a respirar! Las situaciones estresantes y los estados emocionales de estrés aumentan el ritmo ventilatorio de forma inconsciente (entre otras muchas cosas). Al estar agobiados, se respira con mayor frecuencia pero de manera más superficial e ineficaz. Por eso, parar a respirar es la clave para recuperar la claridad de ideas, la concentración y conseguir una completa oxigenación. El poder de la respiración es sobradamente conocido por los terapeutas que utilizan diversas técnicas respiratorias como forma de tratamiento de problemas relacionados con el estrés. La respiración lenta y profunda es considerada una de las técnicas más eficaces -y sencillas - de reducir el efecto agudo del estrés en el organismo a través de la modulación del sistema ner- vioso autónomo. Las exhalaciones lentas y profundas ayudan a activar el sistema parasimpático (el del descanso) y por tanto a disminuir la tensión física y mental. Las técnicas respiratorias han mostrado como pueden producir diferentes respuestas en el sistema nervioso autónomo. Específicamente, la respiración profunda estimula el sistema parasimpático con la consiguiente disminución del sistema de alerta, el simpático. La prevalencia del sistema parasimpático sobre el simpático permite al sistema cardiovascular y respiratorio reducir sus ritmos. Estos son los motivos por los que hemos incluido una rutina respiratoria. dentro del programa.