VILA DO CONDE- GAFANHA DE NAZARÉ
Ese día no tardamos en alcanzar la desembocadura de uno de los grandes ríos de España y Portugal. Echamos las bicis a una barca, saludamos desde el nivel del Duero al magnífico arco de su último puente y dijimos ª¡hasta la vista Oporto!º Fue este un día en que Raúl y yo viajamos a distintos ritmos. Él se fue por delante y yo me entretuve más de la cuenta, lo cual casi me da un disgusto. Tenía que Las guías turísticas hablan de Aveiro como la Venecia portuguesa, pero nuestra ruta más pegada a la costa (Aveiro queda al interior) nos mostró otro tipo de postales de la zona. Mientras pedaleaba todo lo rápido que podía por el brazo de tierra externo a la ría, sí que vi algunas de esas embarcaciones con cierto parentesco con las góndolas venecianas, pero aquellas flotaban solitarias en un paisaje desolado. ªTiene que haber de todo en la º, dijo Raúl cuando llegué a la pensión que había encontrado en una ªfreguesiaº llamada Gafanha de Nazaré. Sea como fuere, allí encontramos descanso y también un bar en el que nos dieron muy bien de cenar. Aunque el pueblo por la noche resultaba inquietante, por la mañana tenía un aspecto jovial y la pastelería en la que desayunamos resultaba muy alegre. por una carretera comarcal custodiada por casas con fachadas cubiertas de azulejo. Me agradó mucho pedalear por allí, pues me gusta que los sitios mantengan su toque diferencial en medio de tanto afán globalizador. Estaba yo encantado con las escenas cotidianas que veíamos en los pueblecitos por los que pasábamos y me paraba, de vez en cuando, a hablar con lugareños... Un encanto de señora, que hacía los recados matutinos con su bicicleta matriculada desde antaño, estaba entusiasmada ante la posibilidad de ser fotografiada para salir en una revista española. Al volver a ver el mar, nos detuvimos ante el monumento del pescador (en la Playa de Mira) y una pequeña capilla ªalbiazulº ambientada también con esencia de pescadores. Fue una pausa simbólica, pues después durante un buen puñado de kilómetros perderíamos de vista el mar para adentrarnos