Sportlife

SÃO MARTINHO DO PORTO

-

La ªRuta del Atlánticoº nos dio muchos kilómetros de carril bici ese día, tras los cuales nos aguardaba el premio del mirador junto al Santuario de Nazaré, ese balcón espectacul­ar que mira hacia la Playa de Nazaré. Allí merendamos, luego descendimo­s hacia el nivel del mar y, más adelante, ascendimos por una carretera que nos dio de nuevo formidable­s vistas de la costa. Estábamos cerca del segundo gran premio del día, la sorpresa de pueblo que el camino decidió que fuese donde íbamos a dormir y todo lo que nos aconteció en él. São Martinho do Porto apareció en una bahía cautivador­a. No había mucha alternativ­a barata para dormir y alguien nos dijo que fuésemos a una pensión que estaba en un alto. Llegamos allí y no había nadie. En la puerta había un número de teléfono. Llamamos y conseguí apañarme La dueña me dijo: ªHasta mañana temprano no puedo ir a la casa, sigue mis instruccio­nesº, y eso hice. ªGira la manilla de la puerta que da al jardín, hay una llave en tal sitio, vete hasta el fondo y abre la puerta; verás una habitación con dos camas y un pequeño baño, cuesta ªtantoº, si os gusta ya mañana me pagáis.º Pensé: ªno me lo puedo creerº. ¡Aunque solo fuese por la confianza que nos daba ya había que decir que sí y además la habitación era perfecta para nosotros! Sí, aún suceden cosas así en los tiempos que corren, al menos en algunos rincones de la Península Ibérica. surf. El cansancio se notaba en las piernas. Raúl cumplía veinte días de pedaleo y, si mis energías daban síntomas de flaqueza, puedo imaginar las de él. Llegamos a una parroquia unos kilómetros hacia el interior y sentíamos flojera. Compramos alimento en una tienda y con un paso por la pastelería del pueblo estábamos listos para seguir ruta. En un cruce de caminos vimos por primera vez el cartel de Lisboa. Al día siguiente queríamos llegar a la capital del país y sabíamos que en el municipio de Torres Vedras, cerquita de la Playa de Santa Cruz (muy de cuento de hadas y príncipes con su torre presidiend­o la bahía) había una un tipo de hospedaje que queríamos probar. La experienci­a fue fenomenal. Ducha, cama y desayuno a un precio que respetaba nuestro presupuest­o medio fijado para cada día. Oeste de la península. Quizá, por desconocid­a y salvaje, impresionó más a los romanos la gallega Costa da Morte y por eso llamaron a uno de sus salientes, pero el cabo más occidental del continente está próximo a una ciudad tanto o más antigua que la propia Roma, allá donde vierte sus aguas el más largo de los ríos de España y Portugal. La sensación de llegar a Lisboa en bicicleta es muy satisfacto­ria. Un carril bici por la orilla del Tajo lleva desde la Torre de Belém hasta debajo del Puente 25 de Abril, que es un hito en todo viaje que se precie por la costa atlántica de Portugal. Curiosamen­te, para nuestro regocijo, tras pasar en ferry el Tajo desde la estación de la que nos aguardaba en Almada (frente a Lisboa) tenía vistas primorosas al gigante colgante que sobrevuela el estuario de la corriente que llega a Portugal desde la provincia de Teruel.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain