¿TIENE SENTIDO UN PULSÓMETRO ÓPTICO?

Los trucos para que nos dé la máxima precisión

Cuando se empezó a hablar de lo que hace unos años era una nueva tecnología, la abrazamos con entusiasmo. Poder prescindir de la banda de pecho era una gran ventaja, un trasto menos, mayor simplicidad, ligereza, sin molestias por una tira que hay que ajustar al tórax... Sin embargo, cuando probamos estos primeros modelos el entusiasmo se nos vino abajo, la precisión no era precisamente su mejor virtud y ¿qué sentido tenía un dato incorrecto por muy cómodo que fuera no llevar banda? Ha pasado ya un tiempo prudencial, los materiales y las técnicas han ido mejorando y hoy tenemos pulsómetros ópticos casi tan precisos como sus hermanos con banda. Sí, habéis leído bien, son casi tan precisos, no igual de exactos. Algunos son mejores y otros peores, pero para los que buscan el dato exacto y sobre todo en deportes con mucho movimiento, seguiremos apostando por la banda de pecho. Ahí no, ¡más arriba! La detección de pulsaciones es más eficaz cuando el reloj se pone más cerca del codo que un reloj normal. Colócatelo un dedo por encima de los huesos de la muñeca, o sea dos dedos por arriba de la mano. Que no se te enfríe. Este invierno hemos comprobado que el frío no le gusta al pulsómetro óptico y marca mal el dato. Con frío los vasos sanguíneos periféricos están contraídos y es difícil captar las interrupciones del flujo que hay con cada latido. Algo tan sencillo como tapar el reloj con la manga, para destaparlo solo cuando quieres verlo, mejora la exactitud de la lectura. El peso, un enemigo. Es preferible que el reloj sea ligero porque las inercias del movimiento de la mano lo desplazan sobre la muñeca y confunden a los sensores. Pelillos a la mar… No creo que a los osos les funcionaran los pulsómetros ópticos, ellos son más de banda de pecho. La pelambrera no es la mejor amiga de los LED, que se lían, así que si ves que falla la lectura, tira de cuchilla y sácate los pelitos de la zona de apoyo del reloj.