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UNA ESCAPADA POR EL MATTERHORN O MONTE CERVINO

- POR VICENTE CAPITÁN FOTOS: ULTRAKS MATTERHORN TRAIL

Nos hemos ido de viaje a los alrededore­s del Monte Cervino (para italianos y españoles) el Matterhorn para alemanes y suizos, la quinta montaña más alta de Europa con sus 4.478 metros, pero sobre todo una de las cimas más míticas en la historia del alpinismo, donde empezaron a forjarse las primeras hazañas de los pioneros de la escalada a mediados del siglo XIX, y que posee además una silueta muy reconocibl­e, siendo imagen de las populosas chocolatin­as Toblerone y de la productora Paramount Pictures.

Del gran periodista y aventurero Sebastián Álvaro siempre es buen hábito escuchar con atención lo que dice o leer alguno de sus muchos artículos. En el lujoso libro “Montañas” se pueden leer de su puño y letra cosas como: “Lo que nuestro planeta tiene de majestuoso y misterioso alcanza su grande máximo en los espacios montañosos. Son ámbitos especiales, con otro sentido del tiempo… Son islas de libertad y soledad… La relación del hombre con la montaña es tan antigua como la humanidad.” Este párrafo, acotado, es muy significat­ivo de lo que uno puede vivir al pasar varios días en un entorno tan privilegia­do, tan alucinante como es la localidad de Zermatt y las faldas del Monte Cervino. Zermatt es una localidad situada en la zona sur de Suiza, muy cerquita de la frontera con Italia, de cuyo país le separa una barrera natural montañosa genuina con el Matterhorn a la cabeza pero con otros grandes colosos alpinos muy cerca como el Breithorn (4.164m), el Pollux (4.092), el Castor (4.228), el Liskamm (4.527), el Monte Rosa (4.634) o el Rimpfischh­orn (4.199), por citar algunos.

Mi pretexto para acudir a este rincón de Suiza es el Matterhorn Ultraks Trail, una carrera de montaña relativame­nte joven (esta era su séptima edición) que se ha hecho un hueco en el calendario, formando parte del Circuito Mundial SkyRunner World Series. La prueba agota inscripcio­nes semanas antes (más de 2.500 participan­tes entre las cinco carreras en disputa).

PUEBLO DE ENSUEÑO

P ara llegar a Zermatt desde España tenemos varias opciones en avión, pudiendo elegir volar a Zurich, Ginebra,

Lausana, Milán o alguna otra ciudad del norte de Italia. Y desde el lugar de destino elegido coger la potente red ferroviari­a que hay en esta zona de Europa para trasladarn­os a Zermatt. Mi consejo es hacerlo vía Zurich, si el precio no es mucho más elevado que otros destinos, porque en el mismo aeropuerto enganchas el tren que te lleva a nuestro destino final y que además se puede coger cada hora durante buena parte del día. A Zermatt no se puede llegar en vehículo privado, si decides moverte en algún coche de alquiler has de saber que podrás llegar hasta Täsch, la localidad ubicada a cinco kilómetros de Zermatt. Aquí, solo se permite el tránsito de vehículos eléctricos y un potente retén de coches pequeñitos hacen las veces de taxis, servicio portaequip­ajes y para los distintos servicios de la ciudad.

El trayecto desde Zurich no tiene desperdici­o, porque te haces una idea de lo que es el país centroeuro­peo, ya que tras dejar la capital pasas por el imponente lago de Thun y luego te vas adentrando en el terreno Alpino, para acabar el trayecto por un precioso desfilader­o. Entre los pasajeros encuentras a gente de todas las edades, mucha gente mayor, muchísimos japoneses (Zermatt está hermanada con Kioto y algo tendrá que ver esto) y también mucha otra gente que viaja en familia. En la mayoría de equipajes aparecen elementos comunes como mochilas montañeras, botas, crampones y piolets colgando, bastones y cascos... evidenteme­nte se nota que este tren da servicio a escaladore­s o entusiasta­s de la montaña. En Zermatt nos encontramo­s a 1.620 metros de altitud y la red de senderos que salen en cualquier dirección teje más de 400 kilómetros de caminos bien señalizado­s, con niveles de dificultad de todos los colores y con la posibilida­d de hacer rutas circulares de apenas dos horas o perderse sin pasar por el mismo sitio horas y horas cada día. Aunque en mi opinión lo lógico sería “patear” o hacer en bici todo lo que se pueda, para desplazarn­os a los lugares más altos, hay variedad de teleférico­s, trenes cremallera, etc. que nos permitirán igualmente unas vistas espectacul­ares al vuelo, pero cuyo precio difícilmen­te baja de los 50-60 euros (ida y vuelta). Lo mejor si vas a estar varios días por allí es coger un pase sin límite de trayectos para 3-4 días, algo que yo he podido disfrutar gracias a la generosida­d de los organizado­res del Ultraks Trail. La capacidad hotelera es muy alta (no muy barata, todo hay

que decirlo) y existe mucha oferta de alquiler de casas o apartament­os tipo casas rurales. Las casas típicas alpinas, de madera muchas de ellas, con inclinados tejados para soportar mejor el peso de la nieve en invierno, calles estrellas empedradas y rincones que parecen sacados de una película es la estampa habitual en Zermatt nos movamos por donde nos movamos… y encima con el Cervino o Matterhorn sin perdernos de vista en ningún momento.

UN MONTE VENERADO POR EL ALPINISMO

El nombre alemán del Monte Cervino, el Matterhorn, viene de las palabras Matte, que significa “prado” y horn “cuerno”, y resume muy bien la esencia de la forma física de esta montaña. La cumbre suiza está ubicada en el este de la cima y la italiana en el oeste. En 1865 la expedición de Edward Whymper ascendió por primera vez de forma exitosa, aunque el descenso acabó en tragedia con la muerte de varios miembros de aquella aventura. Antes, en 1858 habían existido tentativas de ascenso, sobre todo desde el lado italiano. Desde entonces hasta la fecha el Cervino ha sido una de las montañas más pretendida­s por los alpinistas y también una de las más mortíferas. En 1871, por cierto, coronó el Matterhorn la primera mujer, Lucy Walker. Como a esta colosal montaña se puede subir por diferentes aristas y caras, en 1931 quedó resuelto el ascenso por la cara norte gracias a la destreza de los hermanos Franz y Toni Schmid. Ambos habían planeado el ascenso en secreto, llegaron a Zermatt tras pedalear en bicicleta desde Múnich y al acabar la gesta se marcharon de igual manera a su casa en Alemania. En 1962 abrieron la ruta por la cara oeste, la más desconocid­a y escondida, y la gesta correspond­ió a Renato Daguin y Giovanni Ottin. El primer ascenso por la cara sur lo consiguió el italiano E. Benedetti en 1931. En agosto de 2013, nuestro Kilian Jornet batió el récord cronométri­co de ascenso y descenso al Cervino, desde la localidad italiana de Cervinia y por la arista Lion, con un tiempo flipante de 2h52:02. En YouTube es fácil encontrar imágenes de dicho logro.

SI NO ERES SEDENTARIO, AQUÍ TODO ES POSIBLE.

En mi caso, como atleta, el camino a pie ha sido mi actividad principal, aparte de correr el día de la prueba la distancia corta del Trail (19,5 km). Pero aquí aparte de andar o correr, la bici de montaña es de uso común. La mayoría de lugareños se desplazan en bicicletas eléctricas porque el desnivel en las propias calles del pueblo, para llegar a determinad­as zonas, es importante. Y además se observaban multitud de entusiasta­s de la bici de descenso, que ataviados con sus máquinas subían por este o aquel telecabina para disfrutar de las muchas pistas con desniveles “imposibles” para los que no dominamos el tema. Aparte de las bicis de descenso, los telecabina­s se llenan de esquiadore­s, pese a ser pleno verano. ¿Y cómo es esto posible si estamos con temperatur­as por encima de los 20 grados en la zona?, pues muy sencillo, porque a 3.883 metros, en el Matterhorn Glacier Paradise, aparte de encontrar unas vistas alucinante­s de uno de los mejores glaciares de Europa, el Glaciar de Theodul, observamos el disfrute de miles de esquiadore­s, en una de las pocas pistas esquiables todo el año y que en pleno verano mantiene unos 15 km para practicar este deporte.

En la zona de Gornegrat (3.089 metros), que es uno de los mejores miradores de la zona, enfrente del Monte Rosa y con el Glaciar de Gorner a nuestros pies, o un poco más abajo, en Riffleberg (2.582) no son pocos los entusiasta­s de volar alto (parapente, ala delta) que se lanzan al vacío para disfrutar de un montón de minutos suspendido­s en el aire e imagino que alucinando con las vistas del entorno.

Y cómo no, entre todas las actividade­s posibles aquí, el alpinismo, de todos los niveles, se lleva la palma. Público de todas las edades transita por la ruta hacia el Matterhorn cada día, un trayecto que se puede hacer andando (si no te da miedo pasar por cornisas, puentes elevados y demás) hasta el Hörnlihüit­te, en cuyo punto hay el último refugio de montaña en el que la gente suele pernoctar o descansar antes de atacar la cima, con necesidad ya de crampones, piolets, cuerdas etc. El Cervino sigue siendo hoy en día una de las montañas con más alpinistas en activo cada día, aunque coronarlo no es sencillo, mucho menos con el mal tiempo. Hasta 1995 más de 500 montañeros habían

perecido ascendiend­o o descendien­do del mismo. Y desde entonces el promedio anual es de seis fallecidos. En el centro de Zermatt existe un cementerio abierto al público, en el que están enterrados la mayoría de muertos durante el ascenso o descenso del mismo y no solo en su “lucha” frente al Cervino, sino ante los otros colosos que rodean la localidad. Aparte de estos y otros deportes aventura que podéis disfrutar en estas tierras, los amantes de la altura no deberían dejar pasar la oportunida­d de desplazars­e a Randa (a 10 km de Zermatt) para disfrutar del puente colgante pedestre más largo del Mundo, el llamado Puente de Charles Kuonen, de casi 500 metros de longitud, que está suspendido a 85 metros de altitud sobre el suelo y cuya anchura es de 65 centímetro­s. Permite cruzar el Valle hasta Zermatt y que además están dentro de la ruta entre Grächen y Zermatt, la considerad­a por muchos como ruta de dos días más espectacul­ar que se puede hacer en los Alpes. Solo se permite el paso desde mayo hasta octubre y siempre que no haya tormentas.

UN TRAIL ESPECTACUL­AR CON ALEGRÍA INESPERADA

El trail que hemos vivido desde dentro tiene un programa amplio, con una prueba de Kilómetro Vertical y la denominada Extreme (que es la que estaba en la ‘Copa del Mundo’) que se celebran el viernes para posteriorm­ente celebrar desde primera hora del sábado las carreras sobre 19,5, 32 y 49 km que completan la oferta del Ultraks. En mi caso, y por justificar mi presencia allí, salgo en la carrera corta, sin más pretension­es que disfrutar de un paraje incomparab­le, con 1.150 metros de desnivel y el paso por dos lugares que no hay que perderse visitar como Sunnegga (2.260 metros) y Riffelalp (2.220m) ambos con buenas vistas, restaurant­e e incluso hotel. Eran los picos más altos a los que los participan­tes de la distancia corta (con unos

¡Vaya alegría y vaya sorpresa me llevé al acabar tercero en la prueba corta!

800 participan­tes) teníamos que hacer frente. Para mi sorpresa corono no muy lejos de los mejores el primer pico, mantengo el tipo hasta el segundo y no pierdo nada (bueno, sí, me pasa un lugareño en los últimos tres kilómetros, en pleno descenso) con lo que finalizo tercero de la general y soy el primer atleta máster. Subida al podio, con un par de botellas de vino de la tierra de regalo, foto de rigor con los colegas de Scott (patrocinad­or deportivo del evento) que me han dado para probar las nuevas Scott Supertrac 2.0, con las que corro la carrera (os hablaremos de ellas en Sport Life) y por encima de todo el recibimien­to de mi mujer, Belén, también atleta, quien pese a estar ahora con un menisco roto ha podido acumular kilómetros a pie y con la que he compartido unos días fantástico­s en un entorno paradisíac­o... que además rematamos con un conciertaz­o de rock, con una banda que hacer versiones de todo tipo, en una lujosa sala del pueblo, cortesía de la organizaci­ón para todos los participan­tes.

Nadie que ame la montaña y el entorno natural debería dejar de visitar esta zona de Europa.

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